¿Qué tal si nuestra política forestal se guiara por el principio de proteger la biodiversidad y el ecosistema natural del país, si se prohibieran los monocultivos con transgénicos y especies exóticas, si se fijaran límites máximos a las áreas de plantación? ¿Qué tal si se redujeran al mínimo los agrotóxicos y se exigieran las normas de uso? Para algunos, éstas parecen ser medidas radicales pero al fin y al cabo, desde otro ángulo, no sería más que imitar algunas cosas buenas ya experimentadas por el pueblo finlandés.
El paralelismo muchas veces sugerido entre estos dos países silencia puntos claves de sus respectivos modelos de desarrollo: en realidad, ni el ecosistema ni las características históricas y políticas de la distribución de la tierra y de la silvicultura en ambos países tienen puntos de comparación.
Los finlandeses conocen sin duda los bosques: su territorio forma parte de la región cubierta por el Bosque Boreal o Taiga, como se llama al bosque siberiano, que se encuentra en el Hemisferio Norte entre las latitudes 50º y 60º Norte, donde los inviernos son largos y fríos. El Bosque Boreal es relativamente homogéneo: su forma de vida característica es la conífera, sobre todo abetos (Abies), pinabetes (Picea) y pinos (Pinus). Y los líquenes y musgos también son un componente importante. En toda la región se encuentran pantanos donde puede encontrarse Sphagnum, juncias, orquídeas y brezos.
Los suelos propios de esta zona, los podzoles, son muy ácidos, con un horizonte superficial orgánico, negro. Las bajas temperaturas inhiben la acción bacteriana y de los hongos, la tasa de descomposición es lenta y la capa de hojarasca bastante profunda. La precipitación se distribuye durante todo el año, con una gran acumulación de nieve en el invierno.
Virtualmente no hay arbustos ni hierbas, ya que los árboles no permiten la entrada de la luz solar; pero cuando llega luz estos niveles se desarrollan bien. La cubierta del terreno está dominada por musgos y líquenes. Las etapas tempranas de sucesión presentan árboles y arbustos de hojas caducas, que persisten a lo largo de las corrientes de agua.
La diversidad de las especies es considerablemente menor que en los bosques templados de hojas caducas. Algunos bosques boreales presentan apenas de una a tres especies dominantes de árboles, aún en los lugares más altamente desarrollados y productivos. La diversidad de coníferas, especialmente Pinaceae, es sustancial en toda la zona.
Por poseer un clima más extremo y suelos no apropiados para la agricultura, esta zona ha sido relativamente poco afectada por los humanos. La principal fuente de destrucción es la actividad maderera, que ha sido extensa en el Sur, pero los bosques han permanecido más o menos intactos en grandes áreas del Norte, tanto en América como en Asia.
Bosques finlandeses
Con 338.000 kilómetros cuadrados de superficie y 5,3 millones de habitantes, Finlandia tiene una densidad de población (15,5 hab. por km2) semejante a la de Uruguay, pero su distribución es muy diferente. Si se resta el 10 por ciento que corresponde a lagos y cursos de agua, el 86 por ciento del territorio finlandés está cubierto por árboles de coníferas.
En 2003, las tierras forestadas sumaban en total 26.319.000 hectáreas, cuya titularidad se repartía de la siguiente manera: 52,4 por ciento pertenecían a propietarios individuales; 34,7 por ciento al Estado y 7,8 por ciento a empresas privadas. Llama la atención la gran cantidad de propietarios individuales de tierra y el área que ocupan.
En cuanto al tamaño de los predios rurales, de un total de 69.517 parcelas en 2005, el 96 por ciento eran inferiores a 100 hectáreas. Cerca de un millón de titulares individuales, familiares y asociados, casi uno cada cinco habitantes, poseen la mitad de los bosques finlandeses. Estos pasan de una generación a otra y por eso hablan de "silvicultura familiar".
El lema oficial "bosques finlandeses, propiedad de finlandeses" sintetiza esta realidad, fruto de la peculiar historia del país, que atravesó dos guerras mundiales, varias ocupaciones militares, tres reformas agrarias y diversos regímenes de tenencia de la tierra. Es un aspecto imposible de ignorar a la hora de intentar comparaciones.
En este sentido la historia uruguaya es muy diferente. Tras la derrota de la reforma agraria artiguista, a fines del siglo XIX se consolidó el latifundio. Un siglo después, gracias a la aplicación de una ley forestal ideada para fomentar la instalación en el país de grupos económicos trasnacionales, la concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra crecen sin límites.
La silvicultura
A pesar del uso extensivo de sus bosques y plantaciones, la silvicultura finlandesa se basa en especies de árboles nativos. No se han introducido especies exóticas y la reforestación es realizada por medios naturales en su mayor parte. De acuerdo con fuentes oficiales, sólo un 25 por ciento de los bosques finlandeses ha sido reforestado con plantines y semillas.
O sea que en Finlandia no se conocen las plantaciones del eucalipto de origen australiano. "El objetivo (del uso de árboles nativos) es asegurar la producción de materia prima de alta calidad y, al mismo tiempo, mantener la diversidad biológica en los bosques finlandeses y condiciones adecuadas para diferentes usos del bosque", explica el gobierno.
Los ciudadanos finlandeses pueden acceder libremente a los campos y bosques, y recoger bayas y hongos, en forma independiente de los derechos del titular del terreno. Este derecho tradicional, conocido como "derecho de cada uno", es parte de la identidad nacional y ha contribuido a desarrollar actitudes en favor de la conservación de la naturaleza.
No obstante, los pueblos indígenas de la región, los sami, han tenido que luchar solos para conservar su modo de vida tradicional y detener la explotación de madera en los bosques donde mantienen a sus rebaños de renos. La mayor parte de la madera extraída de áreas de los sami por la empresa Metsähallitus va para las plantas de celulosa de Stora Enso.
Para prevenir la contaminación del agua, en Finlandia está prohibido el uso de productos químicos en las cuencas de acuíferos subterráneos y se establecen franjas de protección en las márgenes de lagos, vertientes y cursos de agua. El uso de agrotóxicos en la agricultura es moderado y la agricultura orgánica está llegando a un 7 por ciento de los terrenos agrícolas del país.
Por último, habiendo sufrido severas restricciones en varios momentos del pasado, Finlandia no descuida la seguridad alimentaria. Los porcentajes de producción nacional en 2005 respecto al consumo eran: 102 por ciento cereales; 106 por ciento lácteos líquidos; 129 por ciento lácteos grasos; 119 por ciento huevos, 116 por ciento carne de cerdo, 89 por ciento carne de vaca y 78 por ciento azúcar.
Contaminación industrial
La silvicultura y la producción forestal finlandesa representan el 8 por ciento del PBI y los productos forestales un 30 por ciento de las exportaciones del país. En Finlandia se reconoce que éste es el sector con mayor impacto ambiental y destacan que las emisiones actuales de cloro de las plantas de celulosa y de papel son un décimo de lo que eran a principios de 1990.
"Observando las gráficas de calidad del agua, hay una mejoría de 1982 hasta 2004, pero la contaminación en áreas cercanas a las fábricas continúa", constató Ricardo Carrere en una visita a Finlandia*. "El aire también mejoró entre 1989 y 2004, aunque persisten importantes emisiones de dióxido de azufre y de compuestos sulfurosos olorosos", agrega.
Pero esta reducción no se produjo de manera espontánea. Fueron las luchas ambientalistas de la década del 80 y principios de los 90 las que finalmente obligaron a la industria a limitar sus emisiones y efluentes contaminantes. "Sin esa presión desde abajo, la legislación nacional no habría sido efectiva", afirma Esa Konttinen**, un estudioso del tema.
En la última década, empresas forestales finlandesas o con sede en Finlandia registraron un proceso de concentración e internacionalización. Estas firmas expandieron sus operaciones a Europa y otros continentes, a la vez que se asociaron y fusionaron con nuevos inversores y grupos del mercado mundial, convirtiéndose así en empresas trasnacionales.
En junio de 2005, cuatro empresas del sector informaron que invertían en América del Sur, China y en India, y que no instalarían nuevas fábricas en Finlandia o Europa. No se considera a Sudamérica como un mercado importante de consumo de papel pero sí en tanto zona de producción de pulpa para la exportación.
Colonialismo depredador
Ni el concepto de silvicultura aplicado hoy en Uruguay, ni las políticas forestales recomendadas por los "expertos" de las instituciones financieras internacionales, ni la estrategia de explotación de las empresas trasnacionales del sector, se corresponden con la preservación y la sustentabilidad ambiental.
Los enormes latifundios de monocultivos con especies exóticas como el eucalipto y el pino, tratados con productos químicos que eliminan numerosas especies del ecosistema natural, con métodos y maquinarias que afectan además al suelo y las fuentes de agua originarias, son la expresión lisa y llana de un nuevo tipo de saqueo colonial depredador.
Con lo que nos toca lidiar aquí en Uruguay no es con Finlandia como país, ni con su sociedad, sino con empresas trasnacionales de origen finlandés que, como cualesquiera otras, se rigen por reglas muy definidas y claras dictadas por la globalización económica capitalista en curso.
Es claro también que, como estas empresas pagan impuestos y hacen aportes en sus países de origen, sus gobiernos las respaldan decididamente. Las posiciones del gobierno finlandés siguen la regla: defiende a Botnia siempre que puede y, cuando no le conviene hacerlo, alega que es una empresa privada y que no interfiere en sus decisiones.
Pero, ¿qué tal si nuestra política forestal se guiara por el principio de proteger la biodiversidad y el ecosistema natural del país, si se prohibieran los monocultivos con transgénicos y especies exóticas, si se fijaran límites máximos a las áreas de plantación? ¿Qué tal si se redujeran al mínimo los agrotóxicos y se exigieran las normas de uso?
Para algunos, éstas parecen ser medidas radicales pero al fin y al cabo, desde otro ángulo, no sería más que imitar algunas cosas buenas ya experimentadas por el pueblo finlandés. ¿Qué tal si fuéramos un poco más finlandeses y un poco menos uruguayos?
(Por Víctor L. Bacchetta, Eco Portal, 21/05/2007)