La inversión en una planta de etanol a partir del maíz por parte del empresario norteamericano George Soros se convirtió en uno de los anuncios más fuertes de la gira presidencial por los Estados Unidos.

El propio hijo Soros, Jonathan, fue el encargado de informarle la decisión al ministro de infraestructura argentino, Julio de Vido. Acuciado por los temores sobre una eventual crisis energética, cualquier cuestión vinculada con los combustibles venía como anillo al dedo. Lo paradójico es que, al conocerse detalles del proyecto de Soros, la producción de etanol es simplemente un colateral del objetivo principal: el desarrollo de un complejo lechero integrado, en el corazón agrícola de la pampa húmeda.

Mariano Bosch, CEO del Holding Adeco Agro, un fondo liderado por Soros que viene invirtiendo en la producción agropecuaria sudamericana desde el año 2002, explicó detalles del emprendimiento. "Estamos involucrados en la producción de energía renovable a partir de la agricultura. Ya tenemos un importante ingenio azucarero en Brasil y estamos interesados en incursionar en el tema en la Argentina. Pero también pensamos en elaborar etanol a partir de cereales como el maíz".

El etanol es un alcohol que se puede obtener de la caña de azúcar o de los cereales. A través de un proceso de fermentación, similar al que da lugar a la cerveza, se obtiene un mosto rico en alcohol. Este se separa luego por destilación. En el caso de los cereales, el rendimiento es del 40%. Otro 40% es un co-producto, que tiene un alto valor como alimento para el ganado. El resto es dióxido de carbono que se destina a la industria de gaseosas."El proyecto es una planta de molienda de 500.000 toneladas de maíz. Va a producir 200.000 toneladas de etanol y otras tantas de granos destilados, capaces de alimentar 50.000 vacas lecheras", informa Bosch.

La empresa ya cuenta con un tambo de 2.800 vacas, que se maneja según técnicas tradicionales, donde el pasto es el alimento principal. "Esto limitaba las posibilidades de economías de escala —prosigue Bosch—, y por eso buscábamos un modelo intensivo, basado en mantener las vacas lecheras en establos. Ahora con taremos con el alimento ideal, porque tiene las mismas propiedades nutritivas que el maíz, en cantidad abundante y en la zona. Ya estamos construyendo un tambo para 3.500 vacas confinadas, con una inversión de 5,5 millones de dólares".

El epicentro será el sur de la provincia de Santa Fe. En Venado Tuerto la noticia causó un impacto enorme. El proyecto incluye una usina láctea, que procesará la producción de leche, un millón y medio de litros por día. Abastecerán también a tambos de terceros con el alimento, integrándolos al sistema.

Y hay otras sinergias en juego. Los tambos en confinamiento permiten recoger la bosta de las vacas, las que se someten a un proceso que genera biogás. Este se utilizará para alimentar la usina eléctrica que requieren los tambos. "Esto va a generar créditos de carbono que podremos negociar en el mercado —estima Bosch— ya que estamos ahorrando energía fósil, que emana dióxido de carbono". La acumulación de este gas en la atmósfera es, según los científicos, una de las causas del calentamiento global que experimenta el planeta.

Para abastecer las necesidades de maíz, serán necesarias 50.000 hectáreas sembradas con alta tecnología, con un rinde de 10 toneladas por hectárea. En la región, el maíz sufre la dura competencia de la soja, un cultivo fácil de producir, que requiere menos inversión. El principal problema del maíz es la alta incidencia de los fletes a puerto. Con una mayor industrialización en la zona de producción, la situación puede mejorar mucho.

Este anuncio de Adeco se produce apenas unas semanas después de concretarse uno de los negocios más impactantes de la historia agropecuaria argentina: la compra del paquete accionario de Pilagá. Esta compañía contaba con un stock de 70.000 vacunos de carne, que se sumaron a los 40.000 que ya poseía Adeco. Ahora, en el menú se juntan carne, leche y energía.
(Por Héctor A. Huergo, Clarin, 21/09/2006)
http://www.clarin.com/diario/2006/09/21/elpais/p-01803.htm