Uruguai martela na falta de evidências da alardeada contaminação das fábricas de celulose (em espanhol)
2006-06-09
Uruguay se quedó afuera del Mundial y Estados Unidos llevó a Alemania su propio equipo. Paul Reichler, abogado norteamericano que representa en este juicio los intereses uruguayos, no lo tiene del todo claro o salió demasiado eufórico de la audiencia de ayer. Regresó de la Corte y bajó al lobby del hotel donde se hospeda —Golden Tulip Bel Air— vistiendo una camiseta de la selección de Uruguay, impecable, con el 9 en la espalda.
Por la tarde, fue el último de su delegación en replicar el pedido de medida cautelar que había formulado la Argentina. Reichler recurrió a la ironía: "Estamos hablando de fábricas de papel, no de armas nucleares. Se han presentado argumentaciones, opiniones y lindas fotos, pero ninguna evidencia concreta de que se esté produciendo un daño inminente e irreversible en el río Uruguay".
El jefe del equipo uruguayo, Héctor Gros Espiell, usó un tono todavía más desafiante. Arrancó por el lado de la "hermandad de ambos pueblos", pero de pronto se despachó con dos frases como al pasar que pretendieron marcar diferencias con Argentina: "En Uruguay no tenemos problemas de corrupción" y "nosotros siempre respetamos el medio ambiente porque nuestras propias leyes así lo establecen".
Los uruguayos estaban a la derecha del Tribunal; del otro lado, algunos argentinos arquearon las cejas cuando Gros Espiell —embajador en París, 80 años, ex juez de la Corte Interamericana— calificó la demanda como una hipótesis "de catástrofe". Fue, pasadas las 4 de la tarde de un día de sol perfecto, el primer momento tenso del juicio por las papeleras en la Corte de La Haya.
La audiencia arrancó a las 10 en punto. "¡La Cour!", anunció un secretario para dar entrada, en fila india, a los 15 jueces. Todos de pie. Francés o inglés son los únicos idiomas que se oyen en el recinto; la máxima ayuda, un walkman para traducción simultánea en una u otra lengua.
La sala donde se lleva adelante el proceso no es mucho más grande que, por ejemplo, la que albergó el juicio a las Juntas, en Buenos Aires. Es imponente: de los techos, altísimos, cuelgan seis arañas; en las paredes hay vitrales con motivos medievales de un lado y maderas trabajadas del otro. Durante la sesión, sólo habla quien tiene la palabra, parado frente a un atril y de frente a "sus excelencias".
El secretario de la presidencia de Uruguay, Gonzalo Fernández, se mordía los codos cuando la embajadora Susana Ruiz Cerutti daba sus primeras razones. Supo resistir la tentación: los comentarios a sus compañeros, sillas atrás, los pasó por escrito, en papelitos. El único ruido que provenía de ese sector -reiterados tic, tic, tic— era obra del ingeniero Martín Ponce de León, subsecretario de Industria del Uruguay, que chequeaba datos en su computadora.
Si hubo saludos entre las dos equipos, fueron bien disimulados. La Corte le ofreció a cada uno un lugar alejado del otro para revisar las estrategias en los cuartos intermedios: sala 1 para Uruguay; sala 25 para Argentina. Algunos de los abogados extranjeros contratados por ambas Cancillerías sí se dieron la mano en el hall central del Salón de la Paz. Entre los diplomáticos, no se invitaron a comidas protocolares ni se cruzaron en los hoteles: el bunker argentino —Crown Plaza Promenade— esta a siete cuadras del uruguayo.
Reichler, el de la camiseta celeste, fue quien mentó en este juicio el nombre de Néstor Kirchner. Dijo que fue quien impulsó al ex canciller Rafael Bielsa a reunirse con su par —en la gestión de Jorge Batlle— Didier Operti. Para Uruguay, en ese acto Argentina avaló la construcción de las pasteras.
(Por, Pablo Abiad, Clarin, 09/06/2006)
http://www.clarin.com/diario/2006/06/09/elpais/p-00401.htm