Quem é quem entre os juízes que formam a Côrte do Tribunal de Haia (em espanhol)
2006-05-30
El padre de la princesa más triste del mundo, un sobreviviente de un campo de concentración y una baronesa son, junto a otros doce, los jueces de la Corte Internacional de Justicia —con sede en La Haya— que la semana próxima decidirán el curso de la crisis entre Argentina y Uruguay por la construcción de las papeleras de Fray Bentos.
El jueves 8 de junio a las 10 en punto de la mañana todos estarán sentados en el estrado principal del Salón de la Paz, en La Haya, capital administrativa de Holanda. Vestirán, como manda el estricto reglamento, sus togas negras con pañuelo entramado blanco al pecho. A un costado se ubicarán —con la ropa que deseen— las partes: la delegación que comandará la consejera legal de la Cancillería, Susana Ruiz Cerutti; en el otro, el equipo uruguayo que dirigirá Héctor Gros Espiell, embajador en París y experto en derecho internacional público.
El viernes 9 será la segunda y última audiencia. Argentina pretende que la Corte le ordene a Uruguay que suspenda la construcción de fábricas de celulosa que las empresas ENCE y Botnia levantan junto al río Uruguay, frente a Gualeguaychú. Sobre esta medida cautelar podría dar un pronunciamiento antes de fin de julio; sobre el fondo del asunto —si Uruguay violó o no el tratado que firmó con Argentina para proteger el río fronterizo— la sentencia podría tardar hasta 5 años.
De los quince jueces, sólo está obligada a vivir en La Haya la presidenta del tribunal, la inglesa Rosalyn Higgins (68 años). Esta baronesa, especializada en derecho petrolero, fue la primera mujer en llegar a la Corte. Su apellido de soltera es Cohen y su esposo, sir Terence Higgins, es miembro del gabinete en la sombra de la Cámara de los Lores.
La Haya es una ciudad cosmopolita con medio millón de habitantes. Capital política del país, aloja otros tribunales —como el Penal Internacional, donde traba ja como fiscal el abogado argentino Luis Moreno Ocampo— y la matriz de empresas como Shell. Está a 50 kilómetros de Amsterdam y a una hora de la playa. La Corte Internacional de Justicia es considerada un tribunal con nivel académico de excelencia. En los currículums de sus integrantes lucen decenas de títulos, publicaciones, actividades y cargos diplomáticos.
Hisashi Owada (japonés, 71 años), por ejemplo, tiene tres títulos honoris causa y fue durante muchos años embajador de su país en Estados Unidos y ante la ONU. Su hija, Masako, ex diplomática, es la esposa del príncipe heredero del Japón. Hasta octubre pasado, la princesa Masako estuvo enclaustrada más de un año, por la depresión que le habrían significado los rigores de la monarquía nipona.
El juez Thomas Buergenthal (70 años) es estadounidense, pero nació en Eslovaquia. Sobreviviente del exterminio nazi en Auschwitz, en 1951 emigró con su familia a Nueva York, donde se doctoró en Derecho. Conoce de problemas argentinos: en 2002, como árbitro falló a favor de Tucumán en un pleito iniciado por la francesa Vivendi por la concesión del agua. De grandes anteojos, Raymond Ranjeva (63, de Madagascar) integra la Academia de Arte, Literatura y Ciencias y es mediador de la Corte de Arbitraje Deportivo. El mexicano Bernardo Sepúlveda Amor (64) ganó un Premio Príncipe de Asturias y fue canciller de su país. No es el único latinoamericano: otro es Gonzalo Parra Aranguren (77), venezolano.
El más joven de todos se llama Peter Tomka (50) y es eslovaco. Y el más viejo es Shi Jiuyong (79), un chino criado en colegios ingleses que presidió la Corte hasta que lo sucedió Higgins. Completan el tribunal: el jordano Awn Shawkat Al-Khasa Wneh (55), ex asesor del rey Hussein; Abdul Koroma (63), de Sierra Leona; Bruno Simma (63), alemán; Ronny Abraham (54), francés nacido en Egipto; Mohamed Bennouna (63), de Marruecos; Leonid Skotnikov (55), ruso; y Kenneth Keith (69 años), neocelandés, ex juez en cámaras de Samoa, las Islas Fiji y las Cook. Todos tienen fueros diplomáticos. Y ganan unos 13.300 dólares por mes.
(Por Pablo Abiad, Clarin, 29/05/06)
http://www.clarin.com/diario/2006/05/29/elpais/p-01101.htm