Continuam as injustiças contra povos tradicionais no Equador, Chile, Colômbia e Brasil (em espanhol)
2006-05-17
Bertolt Brecht escribía desde el exilio: "Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos./ Es insensata la palabra ingenua.
Una frente lisa/ revela insensibilidad. El que ríe/ es que no ha oído aún la noticia terrible,/ aún no le ha llegado. ¡Qué
tiempos éstos en que/ hablar de árboles es casi un crimen/ porque supone callar sobre tantas alevosías!"
Era 1938, pero podría ser hoy. Mientras campesinos, indígenas y otras víctimas del llamado "progreso" protestan por
sus derechos más elementales -a sus tierras y territorios, a sus semillas, a sus recursos, a vender sus productos en un
espacio público-, los de arriba responden con cinismo y violencia inusitada, como si estas demandas fueran un insulto.
Como si campesinos e indígenas no formaran parte del "público" de los espacios públicos. Personajes que recuerdan
un híbrido de niños ricos con dictadores del Cono Sur se pavonean en los medios afirmando que son los pobladores los
que ejercen "violencia", no los miles de efectivos armados que lanzan contra ellos. Otra vez, como en épocas de
Brecht, quienes hablan de paz significan guerra.
Hoy hablar de árboles -o de flores- es nombrar alevosías. Sobre todo cuando los bosques y los recursos naturales son
codiciados por las grandes empresas madereras, petroleras, mineras y están en los territorios de los pueblos
originarios o de comunidades locales que los cuidan hace décadas o siglos.
El 29 de abril, decenas de indígenas taromenane, de la nación huaorani, fueron masacrados en su propio territorio en el
Parque Nacional Yasuní, Ecuador, por madereros que explotan sus bosques. Según la organización Acción Ecológica,
"la intensa y violenta explotación forestal en el Parque Nacional Yasuní se ha realizado durante años a vista y paciencia
de la policía, funcionarios de medio ambiente y militares. Los camiones cargados de madera recorren impunemente vías
fluviales y terrestres y atraviesan el campamento militar. Las masacres y muertes son repetitivas. En 2003 fueron
asesinados decenas de taromenanes. Todo apunta a la mano de los intereses madereros. Desde entonces nada se ha
hecho de oportuno y pertinente para evitar este genocidio". Hasta mayo de este año sólo había una respuesta de las
madereras pidiendo "protección" contra las agresiones indígenas y mayores incentivos para sus actividades, a las que
llaman "sustentables", con el aval de grandes ONG conservacionistas.
El 11 de mayo, Juan Patricio Marileo, mapuche preso en Chile por defender el derecho a su territorio ancestral, fue
trasladado de la cárcel de Angol a un hospital en estado crítico por una huelga de hambre que lleva 60 días junto a otros
tres luchadores mapuches. Fueron condenados a 10 años de cárcel bajo la ley anti-terrorista, instaurada en el tiempo
de Pinochet, pero que los gobiernos posteriores han aprovechado para golpear a indígenas y campesinos favoreciendo
la invasión de madereras e hidroeléctricas en sus territorios. Las manifestaciones de solidaridad con los presos
políticos mapuches han sido reprimidas brutalmente. Ese mismo día detuvieron en Santiago a 14 manifestantes,
integrantes del Frente de Lucha Mapuche y Campesino.
También el día 11, en Colombia, la policía antimotines arremetió contra los indígenas, afro-descendientes y campesinos
que protestaban de forma pacífica en Cali. Detuvo a ocho e hirió muchos más. Su crimen: protestar por las miserables
condiciones de vida a que están sometidos desde que fueron desplazados de sus territorios por la construcción de la
represa Salvajina. Nunca se cumplieron las promesas que les hicieron. Ahora son criminales por pedir cumplimiento de
los acuerdos firmados por las autoridades.
En Brasil, siguen criminalizadas 37 integrantes de Vía Campesina que arrancaron plantas del vivero de la megaempresa
celulósica Aracruz. La empresa por su parte, no teme acusaciones por haber destruido con bulldozers dos aldeas de
comunidades indígenas un mes antes, hiriendo a muchos. Al fin, Aracruz defendía sus plantaciones en territorios
indígenas ancestrales y eso no es violencia para las autoridades.
Los bosques de todo el continente lloran en silencio ante tantas alevosías. Por eso representantes de 26 pueblos indios
de México, reunidos el 5 y 6 de mayo, convirtieron ese llanto en voz altanera, declarando "De todos los rincones del
país nuestro corazón late y desde San Pedro Atlapulco en este IV Congreso Nacional Indígena reprobamos con toda
nuestra energía y nuestra rabia la represión, el asesinato y el encarcelamiento contra nuestras comunidades y pueblos
por el puro y vil interés de quedarse con nuestros recursos, despojarnos de nuestros territorios y convertirnos en
obreros asalariados y alejados de nuestras propias comunidades para ser fantasmas sin futuro en las ciudades. San
Salvador Atenco es un espejo. Sus problemas son nuestros problemas. También ellos están defendiendo su tierra,
también ellos son campesinos, también ellos defienden sus siembras, también ellos están empeñados en defender su
vida y su derecho, su razón y su destino contra las grandes empresas que quieren acabarnos".
"Pero también fortalecemos nuestras asambleas, nuestras autoridades agrarias y tradicionales, la lucha en defensa de
nuestros maíces, la defensa de nuestros bosques y agua, la lucha contra la certificación de nuestras tierras y los
servicios ambientales, ejerciendo una educación cada vez más autónoma. Así lo hacemos mientras luchamos contra
las mineras, las madereras, los acaparadores de la tierra, contra los grandes empresarios acaparadores de alimentos
como la cadena Wal- Mart, contra la privatización de nuestras aguas, contra las leyes estatales que quieren legitimar la
contrarreforma del 2001." Ancho y ajeno es el mapa de la devastación. Pero las flores siguen rompiendo el asfalto.
Por Silvia Ribeiro - Investigadora del Grupo ETC
(Eco Portal, 13/05/06)
http://www.ecoportal.net/content/view/full/59238