Colômbia tem exemplo de mineração aurífera de baixo impacto ambiental (em espanhol)
2006-05-09
Paradójicamente, el Chocó es una de las regiones más ricas y a la vez más pobres y atrasadas. Su historia va de la mano con la de la explotación aurífera, factor clave en su economía, pero también en la devastación de su mayor riqueza: la gran biodiversidad que alberga, siendo una de las 25 regiones con mayor variedad de especies en el mundo.
Agachado, paciente, con los ojos clavados sobre la batea, observando atento el sedimento, de la misma forma como le enseñaron sus padres cuando apenas era un niño, de la misma forma como alguna vez lo hicieron sus ancestros, Efrén Vidal Caracas trabaja día tras día en su mina.
Como la mayoría de sus paisanos de Tadó y gran parte de la población afrodescendiente del Chocó, Efrén, de 51 años, casi todos dedicados al mismo oficio, con 8 hijos, deriva su sustento de la extracción de oro y platino. Pero él, al igual que casi un centenar de sus colegas, tiene una condición que lo diferencia: es un minero certificado como productor de Oro Verde. Sí, Oro Verde, el único del mundo. Y no por su color, tan amarillo y brillante como el de cualquier otro, si no por las técnicas de explotación empleadas en su extracción que, a diferencia de otras, minimiza el impacto en el ambiente.
Oro Verde, que existe gracias a la iniciativa de la sociedad civil que se organizó ante la ausencia estatal, incluso la complacencia de las entidades públicas frente a la explotación irresponsable de metales. Paradójicamente, el Chocó es una de las regiones más ricas y a la vez más pobres y atrasadas. Su historia va de la mano con la de la explotación aurífera, factor clave en su economía, pero también en la devastación de su mayor riqueza: la gran biodiversidad que alberga, siendo una de las 25 regiones con mayor variedad de especies en el mundo. Ahí radica la importancia de asumir, como Efrén, la tradicional actividad minera con responsabilidad social y ambiental.
"Del Chocó siempre han sacado oro, pero todos los recursos se van para afuera, a nosotros sólo nos quedan los daños", afirma con firmeza Aristarco Mosquera, presidente del Consejo Mayor Comunitario del Alto San Juan e impulsor de la idea de una explotación limpia, "siguiendo nuestros métodos tradicionales", explica. Basta mirar al pasado para comprobar lo que afirma Mosquera, siempre se ha impuesto una economía de enclave.
Desde la Colonia, por allá a mediados de 1500, llegaron los españoles a explotar el oro y con ellos los primeros esclavos. Luego, incluso después de la independencia todo fue para los líderes que siguieron explotando la mano de obra de las comunidades negras. Ya en este siglo el turno fue para las grandes compañías multinacionales como la Chocó Pacifico que en casi 70 años extrajo miles de millones de pesos en oro y platino. Actualmente no todo ha cambiado pues muchos foráneos equipados con retroexcavadoras sacan grandes cantidades de metales preciosos dejando sólo la devastación del ambiente a su paso, trasladándose cada vez que un yacimiento se agota, sin preocuparse por reparar mínimamente los daños causados.
A pesar de esto un grupo de 150 unidades familiares dedicadas a la minería, con un promedio de 7 miembros cada una, ha unido esfuerzos con el apoyo de organizaciones de la sociedad civil para que la historia cambie. A pesar de que desde la década de los 70 surgieron varios movimientos y organizaciones afro que luchaban por sus derechos, el inicio de la extracción de Oro Verde sólo fue posible gracias a los cambios que trajo la promulgación de la Constitución de 1991, en cuya elaboración participaron amplios sectores de la sociedad. Aunque las negritudes no tuvieron un espacio propio de participación, como si lo tuvieron los indígenas, a través de ellos pudieron defender sus intereses logrando la consagración del carácter pluriétnico y multicultural de la Nación y los derechos de las minorías.
Uno de estos derechos y tal vez el que más valoran estas comunidades tan apegadas a su territorio fue el derecho de propiedad colectiva sobre grandes extensiones baldías que pertenecían al Estado y que gracias a la ley 70, pasaron bajo el control administrativo de las comunidades. Este control en cabeza de los nativos facilitó considerablemente la implementación de técnicas responsables. Los Consejos Mayores Comunitarios, entes encargados de la administración y el control del uso de estas propiedades colectivas fueron puente fundamental con las comunidades de Condoto y Tadó, municipios con fuerte tradición minera.
En este marco, desde el año 99 la Fundación Amigos del Chocó, preocupada por la destrucción de las riquezas naturales inició acercamientos con los Consejos Mayores Comunitarios, la Fundación las Mojarras y el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP) para estudiar en conjunto la mejor manera de continuar con su actividad económica principal sin contaminar ni destruir el bosque, incluso buscando recuperarlo.
Así se establecieron 10 criterios de certificación para la producción de Oro Verde. Gracias a que surgieron de las experiencias y problemas propios de las comunidades y retomaron las técnicas ancestrales de producción, fueron asimiladas por los pequeños mineros. Para formalizar el proceso se conformó legalmente en el año 2000 la Corporación Oro Verde que ha venido impulsando esa iniciativa con el fin de ampliarla a otras comunidades, contando siempre con la vigilancia del IIAP, que actúa como certificador después de hacer visitas constantes a los mineros que están en el programa.
Durante estos años se han iniciado con los mineros certificados una serie de programas paralelos que sirven para mejorar su calidad de vida. Por ejemplo la Forestería Análoga que busca la recuperación de las zonas devastadas por la minería con la siembra planificada de especies que les garanticen la seguridad alimentaria y la comercialización de productos propios del bosque chocoano, y el programa para la implementación de ambientes sanos para el desarrollo de la niñez y la familia que inició en el 2005.
Este proceso ha permitido visibilizar en lo público problemas que antes se quedaban en el ámbito doméstico, en cada parcela, mina u hogar de las más de 1200 personas que hoy se benefician de estos proyectos. Ha contribuido efectivamente a comprender que el interés común no es igual a la suma de los intereses individuales, como reflexiona el minero certificado Darío Perea "antes sólo pensábamos en sacar más cada uno, ahora se está conciente de que sacando bien el oro no solo se beneficia el minero sino también toda la comunidad".
Al mismo tiempo ha permitido "el reconocimiento de la labor buena que desempeño", como afirma María Velarmina Mosquera, de 49 años, quien a pesar de las ofertas que le han hecho por explotar su mina con retroexcavadora es conciente de que "con las máquinas no tengo futuro para mis hijos". Así poco a poco esta iniciativa privada se ha ido ampliando gracias a los beneficios que conlleva a toda la comunidad. Beneficios que esta mujer madre de 8 hijos resume en "aumento de ingresos", gracias a la prima que se paga por la producción responsable y en la recuperación del terreno y tener la comida cerca", gracias a la Forestería Análoga.
El Oro Verde" se comercializa a nivel nacional e internacional en canales de comercio justo y comercio verde, permitiendo que el mercado sea un catalizador de dinámicas de desarrollo sostenible. Cuando alguien habla con estas comunidades es fácil percibir que atrás quedaron los tiempos en que otros decidían por ellos, a pesar de las constantes presiones de grupos armados, existe entre ellos una gran cohesión, un fuerte sentido de pertenencia con la tierra que habitan hace siglos y que por fin es suya y sobre todo una conciencia colectiva de la importancia de lo público y su respeto.
Por Fundación Amigos del Chocó
(Eco Portal, 07/05/06)
http://www.ecoportal.net/content/view/full/59020