El conflicto con Uruguay por la construcción de dos plantas de celulosa sobre el río que comparte con la Argentina generó ayer, ante la Asamblea Legislativa, una apelación no exenta de emoción del presidente Néstor Kirchner a su colega Tabaré Vázquez, a quien llamó "hermano" y "amigo". En su discurso, en el que dio cuenta de la marcha del Gobierno, Kirchner improvisó sobre la cuestión con palabras que sonaron ajenas a los hábitos diplomáticos. Fue para destacar, pero con carácter de pedido, la suspensión por 90 días de las obras en Fray Bentos, para realizar en ese lapso un estudio ambiental independiente.

La respuesta de Montevideo no se hizo esperar: horas después, tras una reunión de gabinete encabezada por Vázquez, la vicecanciller, dos ministros y el vicepresidente rechazaron la propuesta y argumentaron que no pueden imponer la suspensión a las empresas. Quedó así planteado otro capítulo en el conflicto, que exhibe una división impensada entre los dos gobiernos que apuntaban a transitar sendas comunes y compartidas.

Kirchner, que ayudó a que el Frente Amplio terminase el año pasado en Uruguay con el reinado del bipartidismo entre blancos y colorados, siempre pensó que no había que dejarlo a Tabaré en manos de sus derrotados. Eludió la confrontación directa. Por eso mismo el texto del discurso que leyó referido a este problema —estratégicamente ubicado en el capítulo de la política ambiental y no de las relaciones exteriores— fue la reiteración de los dichos del canciller Jorge Taiana en sus respectivos informes a las Cámaras.

En concreto, que Uruguay no cumplió en tres ocasiones con lo que dispone el tratado entre ambos países, de 1975, y que había ignorado los reiterados pedidos de informes sobre el posible impacto ambiental del lado argentino, además de los requerimientos de suspensión de las obras. "Siempre hemos estado dispuestos a dialogar. Lo que no podemos hacer es quedarnos de brazos cruzados", leyó Kirchner.

El texto incluía una invitación a Vázquez a encontrar una "solución inmediata que contemple el conjunto de los problemas ambientales involucrados". Y cerraba: "Con ese espíritu, invito también a mi amigo el presidente Vázquez a suspender las obras por un período de noventa días a los efectos de que, durante ese plazo, recibamos una opinión autorizada e independiente."

Añadió mirando a su auditorio: "Querido pueblo uruguayo y presidente del Uruguay, sólo 90 días, nada más que 90 días, para que los mejores ambientalistas del mundo ayuden a los dos pueblos hermanos a resolver este tema como corresponde y así evitar estos espectáculos dolorosos que nos toca ver a quienes creemos en la unidad latinoamericana y en la unidad con el pueblo uruguayo", todo coronado con fuertes aplausos. Siguió Kirchner: "Se lo pido con la mayor de las humildades, querido amigo y hermano presidente del Uruguay. Son 90 días que van a permitir hacer este estudio. Nosotros —añadió— queremos que al pueblo uruguayo le vaya bien." Y agregó en la misma línea."No nos dejemos impulsar por aquellos nacionalismos vacíos de contenido que en vez de unir a América latina la separaron permanentemente."

Dijo que hacer lo contrario era para argentinos y uruguayos "rehusar a nuestra propia historia". Repitió: "Ruego que me escuche y acepte este pedido humilde que le hacemos. Solamente 90 días en la larga historia que tienen Argentina y Uruguay es apenas un suspiro." El rechazo inmediato del Uruguay podría empujar hacia el Tribunal Internacional de La Haya, según portavoces oficialistas, facultad que el Congreso transfirió al propio Kirchner. También a comparar la inalterable postura de hoy en el gobierno del Uruguay con quienes en la oposición fueron los artífices del rechazo, en un plebiscito, a privatizar los servicios públicos uruguayos, una de las aspiraciones frustradas de los ex presidentes Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle. Ayer, el gobernador entrerriano, Jorge Busti, estaba feliz con Kirchner. La oposición, más bien lo contrario.
(Clarin, 02/03/06)
http://www.clarin.com/diario/2006/03/02/elpais/p-00301.htm