La puesta en marcha definitiva de la central nuclear Atucha II demandará un consumo anual de más de 100 toneladas de uranio, que obligará al país a duplicar sus importaciones del mineral. Actualmente, el grueso de lo utilizado proviene de Kazajistan, pero hay planes para que el país pueda autoabastecerse con yacimientos propios que hoy están en stand by.
Según confirmaron desde Nucleoeléctrica Argentina (NASA) –operadora de las centrales Atucha– a este cronista, para 2012 la nueva planta de Zárate estará en pleno funcionamiento, con un consumo superior a las 100 toneladas, igualando así la cantidad de mineral utilizado por Atucha I y Embalse.
En este esquema nuclear, hay tres actores centrales: la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la NASA y la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN). Aunque en declaraciones oficiales prefieren esquivar la temática, informes internos de cada uno de estos entes confirman que la intención es reactivar la explotación de uranio en el país y autoabastecer el consumo local.
El mineral, como tantos otros commodities, ha variado su precio sustancialmente en la última década. En 2000 costaba unos 10 dólares la libra y para 2007 el precio había escalado hasta los 136 dólares.
Actualmente, el valor del uranio ronda los 40 a 50 dólares la libra, pero la mayoría de los analistas internacionales pronostican que la cotización ascenderá fuertemente en los próximos meses. El precio, en general, acompaña los vaivenes del petróleo, pero también se ve motorizado por el fuerte consumo de China, que hace que muchos fondos de inversión pronostiquen un salto del 100% del valor del uranio para los próximos años.
De todas formas, según indica un informe de diciembre pasado de la CNEA, “si bien el peso del uranio es un factor económico importante, su influencia en el costo final de la energía nuclear no es un elemento definitorio”.
Producción local
“Es menester considerar la importancia que adquiere el aspecto estratégico de disponer del recurso uranio que es la base de la fabricación de combustible nuclear”, señala la CNEA en ese mismo informe de diciembre 2010.
En idéntica línea, la ARN dice: “El Gobierno nacional ha declarado indispensable que la República Argentina restablezca sus capacidades relacionadas con la minería de uranio”.
Y, finalmente, se suma la declaración de NASA publicada en el proyecto de realización de Atucha II: “El agua pesada y los elementos combustibles necesarios (uranio) para la Central serán producidos en el país”.
La Argentina fue pionera en la explotación y uso del uranio, desde el primer gobierno peronista, pero la actividad minera dejó un resabio –reconocido oficialmente– de casi 5 millones de toneladas de residuos, muchos de ellos contaminantes. Para la CNEA se trata de un “pasivo ambiental” a resolver.
La perspectiva minera uranífera anticipa fuertes cruces entre las poblaciones donde radica el mineral y los sistemas políticos provinciales que autoricen las explotaciones. Sucede que las consecuencias ambientales de la minería a cielo abierto terminan generando conflictos con los productores locales de otros sectores, como agricultura, la ganadería o turismo.
La principal fuente de uranio local actualmente está en el centro de Chubut, en el Cerro Solo, considerado uno de los mayores reservorios del país, junto con Sierra Pintada, en Mendoza, que se encuentra en stand by, de acuerdo con el estudio de la CNEA.
Además, hay otros reservorios, acompañados de planes de explotación, en Catamarca, Salta, Santa Cruz y, según anunció recientemente el gobernador Luis Beder Herrera, también en La Rioja.
Según voceros empresariales, en la Argentina existirían cerca de 15.000 toneladas de reserva de ese mineral, lo cual garantizaría la cantidad necesaria para el consumo local. El adelanto desde el Ministerio de Planificación de la concreción de Atucha III, también en Zárate, y del reactor CAREM, en Formosa, confirma la intención de avanzar en un plan de energía nuclear para fortalecer el sistema integrado.
De hecho, la puesta en marcha de Atucha II llevó a la generación nuclear a aportar el 10% de toda la línea eléctrica del país.
(Por Alejandro Giuffrida, Relatos de Tierra / Rebelión, 05/10/2011)