Paco Puche ofrece hoy a los lectores de EL OBSERVADOR un documentado ensayo sobre la mayor catástrofe industrial y laboral del siglo XX: el amianto. Un recorrido por los orígenes de esta industria, los estudios científicos realizados sobre la toxicidad de este material, las grandes fortunas creadas con su comercio internacional, (con especial atención a Stephan Schmidheiny), las miles de víctimas que a día de hoy siguen sufriendo sus efectos, los juicios que se siguen contra los responsables de estos hechos, y los intentos que estos mismos grandes empresarios realizan para lavar su imagen mediante la creación de fundaciones y organizaciones benéficas de carácter medioambiental. En resumen, una demoledora biografía de una de las grandes fortunas del mundo.
Desmontando a S. Schmidheiny. Los crímenes con amianto: de la multinacional Eternit a la fundación Avina
La verdad avanza y nadie podrá contenerla. Yo acuso. Émile Zola.
Yo me pregunto cómo hace la familia Schmidheiny para vivir sabiendo que tantas personas han muerto a causa del amianto. Rita Feldmann, familiar de una víctima.
Para que sea escuchada la voz de los condenados de la tierra. Annie Thébaud.
Introducción
“Actualmente más de 125 millones de personas de todo el mundo se encuentran expuestas al amianto en su lugar de trabajo” (OMS, 2006: 1). Como consecuencia más de 100.000 personas mueren cada año por esta causa, que equivale a un World Trade Center cada 10 días, que se dice pronto.
El número de enfermedades sigue aumentado incluso en los países en los que se prohibió este material en los años noventa debido al largo periodo de latencia de estas dolencias; y “aunque se prohibiera su utilización de inmediato, el número de muertos que provoca solo comenzará a disminuir dentro de varios decenios” (OMS, 2006: 2).
En síntesis, cada cinco minutos muere una persona en el mundo de una enfermedad debida al amianto o asbesto y así seguirá ocurriendo durante muchos años.
Y es que el ciclo del amianto comienza en la minería, normalmente a cielo abierto, exige el transporte a los lugares de transformación, en ellos, en el 90% de los casos se mezcla con cemento para dar el amianto-cemento. Posteriormente se vuelve a encontrar en las empresas de reparaciones -automóviles, fontanería, construcción, empresas navales…- a continuación reaparece en vertederos y desguaces de barcos, principalmente en países empobrecidos como India. Todo el amianto que está actualmente instalado - en conducciones y depósitos de agua, en tejados…- hay que ‘desamiantarlo’ de forma segura, llevándolo a almacenamientos protegidos. Por eso tantos millones de personas están expuestas a sus letales efectos.
Si a esto unimos que cerca de ciento cincuenta países aún no tienen prohibido la extracción y el consumo de asbesto no es exagerado denominar a los efectos de esta industria como “el Hiroshima invisible”, y que la del amianto sea calificada como la mayor catástrofe industrial y laboral de todos los tiempos.
La prohibición generalizada del amianto en la Unión Europea en 2005 está haciendo que cambie el negocio de este mineral en el mundo, desplazándose actualmente hacia Rusia, China, Brasil, Kazajstán, Canadá y Zimbabwe como principales extractores del mineral, y a China, Rusia, India, Brasil, Kazajstán y Tailandia como principales consumidores de productos fabricados con el mismo (Ruers, 2006: 30 y USGS, 2008).
Pero hasta fin del siglo XX, y durante casi todo el siglo, han sido unas pocas familias europeas las que han dominado el negocio del amianto en el mundo. Especialmente tres: la suiza Schmidheiny -la más importante- la belga Emsens y la francesa Cuvelier. Y ellas, junto a otros magnates británicos, italianos y españoles, se han constituido en lobby desde 1929, bajo las siglas SAIAC ( Kazan-Allen, 2006: 9), y han explotado en el siglo pasado el negocio integral, preferentemente bajo el nombre de Eternit (Uralita en España). En 2004 la mayor parte de estas compañías han cesado sus actividades con el amianto, al menos en los 52 países en los que está prohibido (Ruers: 19).
Los Schmidheiny
Schmidheiny y Eternit representan un oligopolio que ha convertido a esta familia y a sus coaligadas en grandes imperios económicos a costa de millones de víctimas. Como diría el cineasta Kurosawa, se han elevado a un “trono de sangre”.
Tres generaciones de Schmidheiny han explotado el negocio del amianto desde 1920 hasta finales de los años noventa, aunque la última palabra no haya sido escrita aún. ¿Cómo podemos saber, con el secretismo que los ha caracterizado, que la empresa del grupo denominado Amanco, dedicada a fabricar tuberías y que opera en Latinoamérica, no haya seguido con el asbesto hasta 2007, fecha de su venta? Sin ir más lejos, este mismo mes se ha conocido la sentencia dada en Palermo (Italia) contra unos empresarios que habían utilizado amianto después de su prohibición. Han sido sentenciados tres ejecutivos de la empresa a más de 16 años de prisión.
La historia de esta familia suiza y su relación con el amianto es tenebrosa. Su relación con el régimen nazi, con el apartheid sudafricano y con los regímenes dictatoriales de Latinoamérica para la explotación del amianto (extracción de minas o transformación industrial) son un ejemplo de libro de cómo el capitalismo es intrínsecamente destructivo: no puede sustraerse a la ganancia por más que se afecten derechos humanos fundamentales, incluido el derecho por excelencia, el derecho a la vida.
Max Schmidheiny -de la tercera generación, padre de los miembros que actualmente viven- declaró en su día: “yo siempre he invertido mi dinero, es así como me he hecho grande”. (March-Ronco, 2009: 203), y en otra ocasión “¿porqué vamos a preocuparnos por algunas víctimas?, los trabajadores pueden ser reemplazados” (Ruers: 43).
Esta “sensibilidad” de uno de los patriarcas de la familia ha llevado a que, según la Unión Sindical Suiza, entre 1945 y 1985, más de 110.000 asalariados hayan sido expuestos al amianto de manera intensiva o seria, solamente en Suiza. Teniendo en cuenta el mineral utilizado, la Unión Sindical Suiza calculaba que de 1980 a 2030 habría entre 5.000 y 12.500 nuevos casos de cáncer debidos al amianto. Como el 90% del amianto importado en este país estaba destinado a sus dos empresas, esta familia es la responsable directa de estas muertes. Amén de que casi ninguna casa construida en Suiza antes de 1990 está exenta de amianto. ¿Quién pagará los costes de ‘desamiantización’ y almacenamiento seguro?
“Las víctimas del amianto en Suiza ¿no obtendrán nunca justicia? Nadie lo sabe; pero la última página de este capítulo escandaloso de la historia industrial no ha sido aún escrita” (Roselli: 236). Posiblemente se irá escribiendo en un país en que para 2020 se espera el pico de la hecatombe de las víctimas del amianto (Ruers: 70).
Se ha estimado también, que sólo en Europa occidental, morirán de mesotelioma, un cáncer específico del amianto, unas 500.000 personas en los primeros treinta años de este siglo (Vogel, 2005: 1). Como en Europa en estas fechas han dominado las tres familias, a los Schmidheiny se les pueden adjudicar más de un tercio de la masacre, y más aún porque el lobby los convertía en una única empresa (oligopolio), que determinaba lugares de producción, precios, importaciones, y maniobras de enmascaramiento de la letalidad del mineral.
En el mundo, en la época de euforia del imperio Eternit, entre 1950 y 1989, la familia suiza tenía empresas en 16 países con más de 23.000 trabajadores. Con el resto de las familias han controlado la extracción y producción de amianto-cemento en 44 países de los cuatro mayores continentes, a través del cártel SAIAC creado en 1929, con sede en Suiza. Si a los comienzos del cártel los Schmidheiny no tenían más del 3% del mercado mundial, en 1945 la empresa suiza representaba más de un tercio de toda la producción de las empresas que formaban el cártel (Roselli, 2008:86).
Por ejemplo, en 1985, se calcula que las familias suiza y belga controlaban el 25% de todo el amianto-cemento del mundo. El cuadro que sigue [aquí] dice de su poderío.
Como mantiene Alejandro Teitelbaum (2010: 290) “es posible invocar ante los tribunales como derecho vigente el artículo 7 (crímenes contra la humanidad) del Estatuto de la Corte Penal Internacional (Roma 1998) contra dirigentes de sociedades transnacionales, en particular el inciso 1 apartado k): ‘otros actos inhumanos que causen grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física’…o el artículo II, inciso c) de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio: ‘sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial’”.
Por eso a esta familia se le debería juzgar por genocidio o por crímenes contra la humanidad, como así piden muchas de las asociaciones de víctimas que existen esparcidas por medio mundo, solicitando un Tribunal Penal Internacional para que se haga justicia en el delito del amianto. La justicia que se pide responde a los fundamentos de esta institución. Se trata de resarcir los daños infligidos a las personas y restaurar el medio ambiente, se trata de una sanción social suficiente para disuadir a futuros transgresores y se trata de “evitar el efecto destructivo del cuerpo social que tendría la impunidad” (Teitelbaum: 280). No se trata de venganza.
Si de lo cuantitativo pasamos a lo cualitativo, hemos de hacer un breve recorrido por la negra historia de la familia.
En la Alemania nazi
En el periodo nazi, la Eternit suiza tenía fábrica en Alemania desde 1929, junto a otros miembros del SAIAC, con el nombre de DAZAG.. La periodista italiana, afincada en Suiza, María Roselli ha investigado este periodo en su libro Amiante & Eternit (2008) y ha demostrado con documentos y testigos dos asuntos muy siniestros: uno, que colaboraron con los nazis, destacando Max Schmidheiny del que se ha mostrado su filonazismo, y otro, que emplearon a prisioneros de guerra en la fábrica en forma de trabajos forzados o esclavos.
La aparición de documentos que se reproducen de forma facsímile en el libro y la aportación de una testigo bielorrusa superviviente de 87 años, a la que la autora ha entrevistado, no dejan lugar a dudas. Nadja Ofsjannikova ha declarado que “trabajaban hasta el agotamiento”, doce horas por día y seis días a la semana, con un hambre insoportable. A sus diecinueve años, “era como un campo de concentración”, ha reconocido. Cuando en el año 2000 se ha dirigido a Eternit suiza reclamando una indemnización no ha recibido respuesta alguna. La familia suiza niega el empleo de trabajadores forzados. Los documentos que incluye en su libro María Roselli muestran lo contrario (p. 95 y 96).
En la Sudáfrica del apartheid
El otro capítulo siniestro donde los haya es el de la actuación de los Schmidheiny en Sudáfrica durante la época del apartheid (1948-1994).
En 1941, Max Schmidheiny funda la empresa Everite Lda, que con las minas y las fábricas que va adquiriendo pronto se convierte en una de las principales empresas del país. “Desde 1942, más de 55.000 personas han trabajado para las diversas empresas de los Schmidheiny bajo régimen de apartheid; la mayor parte de ellas eran negros privados de derechos” (Roselli: 113).
La periodista ha entrevistado a Fred Gonna, un sindicalista que ha trabajado durante veinticinco años en Everite. “Nos trataban como a niños tontos, era absolutamente terrible”, ha declarado. Pregunta la entrevistadora: “la dirección de la empresa suiza ¿ha explicado porqué en 1992 ha vendido la empresa? Respuesta: “después de 1992 esto no era posible (se refiere a las diferencias de salarios con los blancos y a las terribles condiciones de trabajo).
Es por ello por lo que Stephan Schmidheiny ha vendido la empresa a una local. Schmidheiny se ha salido de la ‘polvareda’ antes de que el nuevo gobierno haya podido empujarle a asumir sus responsabilidades… Le hemos escrito a Suiza a la sede de su holding y le hemos claramente significado que debía hacer frente a sus responsabilidades y resarcir a los enfermos y a las familias de los muertos…hemos recibido una carta de la dirección en la que nos han comunicado que siempre han actuado según las leyes sudafricanas en vigor y que no tienen ninguna responsabilidad, ni en el plano jurídico ni en el plano moral”. (Fechas de la empresa en Sudáfrica: 1941-1992, fechas oficiales del apartheid: 1948- 1994).
Entre los años 1950 y 1960 la firma suiza ha hecho buenos negocios vendiendo tejados de amianto-cemento para los ‘townships’ (ciudades donde solo vivían negros). Estas villas miseria junto a las que hay en todo el mundo, en donde viven cerca de mil millones de personas, se caracterizan por ese panorama interminable de planchas onduladas de amianto-cemento (uralita en España), que van dejando impreso el nombre de los Schmidheiny por doquiera que se vaya.
En la actualidad la extracción y uso del amianto están prohibidos en Sudáfrica (ver tabla en el anexo).
Con las dictaduras latinoamericanas
El otro episodio a que nos vamos a referir es el de las buenas relaciones que han mantenido los Schmidheiny y Eternit con algunas dictaduras del continente americano.
En el caso de Nicaragua se instalaron con el nombre de Nicalit, compartiendo propiedad con el dictador Somoza (40% de participación) y estuvieron produciendo amianto-cemento desde 1967 hasta 1993 (Puche 2009: 6). La asociación de víctimas ha escrito en 2002 “la enfermedad ha golpeado a un gran número de nosotros porque habíamos trabajado sin ninguna protección. Sin embargo, los responsables de la empresa no quieren reconocer las causas profesionales de nuestros males”. Cuando en 2006 piden ayuda para demandar a la empresa en los tribunales de Estados Unidos, se encuentran que el 22 de febrero de 2007 el grupo Amanco que comprende a Nicalit había sido vendido y no han podido obtener reparación por razones legales.
En Guatemala, sumida en una larga guerra civil y dictadura militar desde 1960 a 1986, cuando en 1976 el país fue asolado por un terremoto, Duralit, filial del holding con participación de los Schmidheiny, aprovechó para suministrar toneladas de amianto-cemento con la ayuda internacional (Roselli: 82).
En Brasil, en 1967, las familias suiza y belga abren la mina de crisotilo (amianto blanco) de Canabrava, una de las más grandes del mundo, y fábricas de amianto-cemento en diversas regiones. “En algunos años Brasil llega a ser tercer productor mundial de amianto y uno de los primeros exportadores. Eternit y Saint Gobain dominan el mercado latinoamericano. El amianto está por todas partes en el continente empozoñando a millares de obreros y también mujeres y niños que viven en las proximidades de las fábricas…así el crimen hasta el infinito. Deliberadamente las firmas multinacionales europeas exportan la muerte y la desolación sobre todo el continente. Desde 1960 a 1990 -gracias al amianto producido a bajo precio en las minas y fábricas brasileñas- Stephan Schmidheiny, presidente de Eternit suiza y J. Luís Beffa de Saint-Gobain, construyen imperios industriales” (Thébaud-Mony, 2008: 235, 236). Son los años de la dictadura militar brasileña.
Stephan Schmidheiny
De la cuarta generación de la familia suiza, Stephan es uno de los herederos de todo el imperio del amianto. Comparte la herencia con su hermano Thomas, dedicado al cemento. Cada uno de ellos figura entre los 354 mayores magnates del mundo, según la lista de Forbes de 2010.
Nacido en 1947, en 1974 forma ya parte del negocio del asbesto. En 1976 obtiene el cargo de presidente y en 1984 recibe la herencia de la Eternit suiza. Está en el negocio del amianto cuando menos hasta 1998 en el que la mina brasileña de Canabrava fue nacionalizada, y en la que Eternit a través de otra empresa denominada SAMA participó hasta esa fecha, según cuenta Fernanda Giannasi, inspectora de trabajo brasileña, en comunicación personal. Total, al menos 25 años. Decimos “al menos” por la advertencia hecha de más arriba. No sabemos si a través de la empresa Amanco, dedicada a la fabricación de tubos, y en los países en los que no hay prohibición, sigue como en Sudáfrica “aplicando la legislación vigente”.
Las fechas son importantes para desmontar la imagen que el último de los Schmidheiny trata de hacerse a través de un poderoso aparato de propaganda. Imagen que pretende de filántropo preocupado por el medio ambiente y de apóstol del capitalismo verde.
Hay un acuerdo extenso entre asociaciones de víctimas, científicos, jueces, sindicatos y activistas en que el carácter letal del amianto estuvo bien establecido desde principios del siglo XX. Durante más de cincuenta años las empresas con el cártel SAIAC a la cabeza, dominado por la familia Schmidheiny, han tratado de ocultar y, en su caso, demorar la prohibición cuando ésta se veía venir.
Se sabía
Por tanto, primero, se sabía. La siguiente relación de descubrimientos, no exhaustiva, apoya lo que decimos:
En 1899, el Annual Report of the Chief Inspector of Factories and Workshops inglés, señala ya los efectos nocivos de la fibra (Roselli: 55). En 1900, en Londres, el médico H. Montague constata la existencia de abestosis, enfermedad relacionada con el polvo de amianto (citado en Thébaud-Mony: 166). En 1919 en Estados Unidos las aseguradoras rehúsan asegurar la vida a los trabajadores del amianto (Roselli: 56). En 1930 la relación entre el amianto y la abestosis es definitivamente establecida (Merewether y otros, 1930). En 1955 la relación entre la inhalación de amianto y el cáncer de pulmón queda demostrada (Doll, 1955).
En 1960 los trabajos de Wagner y otros (1960) descubren la aparición de cáncer específico del amianto (mesotelioma) en los mineros y en las poblaciones de alrededor de Johannesburgo. En mitad de los años sesenta los trabajos del equipo del americano Selikoff (1964 y 1965), logran el reconocimiento de la comunidad científica de su nocividad. En 1973 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconocía que la exposición al amianto causaba el mesotieloma y el cáncer de pulmón.
En 1978 en Parlamento europeo declaraba el amianto como cancerígeno laboral, pero muchos estados fueron anestesiados por los lobbies industriales y financieros y hasta 27 años después, en 2005, no se prohibía en la Unión Europea. En 1936 en Alemania, 1943 Italia, 1945 Francia, 1953 Suiza, 1955 Austria y 1969 Bélgica la abestosis está en la lista de enfermedades profesionales de esos países, (Ruers: 39; Roselli: 57).
A pesar de todas estas constataciones, en 1984, el aún propietario de Eternit, Max Schmidheiny afirmaba la inocuidad del mineral. Decía:” Allá en los años sesenta yo he oído hablar de M. Selikoff. Se decía que fabulaba, que investigaba para ganar dinero. Nosotros hemos de decir que Eternit no era peligroso, pues las fibras están aprisionadas en el cemento. Absolutamente sin peligro, es la verdad” (Roselli: 60).
Olvidaba algo tan evidente como todo el ciclo de vida de los productos con amianto, como hemos explicado en la introducción y en los que su peligrosidad es extrema. Eternit era muy peligrosa. Como dice Roselli (61) “la industria ha buscado durante decenios desmentir estos resultados encargando sus propios estudios, y continúa haciéndolo en numerosos países, con las consecuencias trágicas para cientos de miles de hombres y mujeres”.
Hasta tal punto era peligroso ,y se sabía, que a partir del año 1975 en Suecia se prohíbe el uso del amianto en la construcción, en 1980 en Dinamarca, en 1983 en Islandia extendida a cualquier uso del mineral, en 1989 en Suiza para materiales de construcción y en el 1994 para todo uso, 1996 prohibición total en Francia, en 2002 en España y así hasta llegar a 2005 en que se prohíbe en Estados Unidos y en todos los países restantes de la Unión Europea, hasta nuestros días en los que en 52 países está prohibido (ver tabla del anexo).
En Estados Unidos, a partir de una fecha tan temprana como 1966 las víctimas del amianto demandan al gigante de la industria Johns-Mansville y consiguen indemnizaciones por primera vez en la historia. En 1978, 445 obreros del amianto obtienen indemnizaciones por valor de 20 millones de dólares y así hasta llegar a 2002 año en el que el número de demandas es de 730.000 contra 8.400 empresas, a las que se les reclaman indemnizaciones por un total de 70 mil millones de dólares.
Según el Rapport Eternit (Catrina, 1985: 99), después de las investigaciones de Selikoff de 1965, se aprecia que la actitud general de los responsables es la de “no despertar a los perros que duermen”, pero “para Eternit suiza la situación deviene insostenible cuando en 1974 aparece la amenaza de prohibición de todos los productos que contienen amianto”, (Ruers: 45).
Stephan Schmidheiny toma posesión de la dirección de Eternit suiza
Los años pues que preceden a la toma de posesión de la presidencia de Eternit suiza del heredero Stephan (1976) vienen cargados de antecedentes ominosos: evidencias científicas irrefutables desde los años cincuenta del siglo pasado de la letalidad del mineral, juicios con indemnizaciones millonarias en EEUU desde 1966 (Roselli,:185), amenaza de prohibición general después de la primera prohibición sueca de 1975, las luchas sindicales que desde 1974 se empiezan a movilizar por todas partes, y la carga de colaboracionismo con el apartheid sudafricano, país boicoteado por mandato de NNUU desde 1950 al que los suizos no se suman.
Los sindicatos se movilizan: a partir en 1974 en Francia, en la empresa Amisol en un combate que duró cuatro años; en 1977 en Gran Betraña donde se introducen en la asamblea de accionistas y arrojan a los directores una imitación de polvo de amianto; en 1976 las huelgas en Estados Unidos contra la mayor de las empresas de amianto pidiendo seguridad y, en fin, la huelga en Grecia, en una fábrica de crisotilo, durante 120 días para protestar contra los riesgos profesionales, anuncian un toma de conciencia que ya no parará hasta nuestros días, en los que se lucha principalmente es por el resarcimiento, la justicia, el desmantelamiento y la prohibición en los países aún sin ella.
La cara amable
Por eso, haciendo gala en sus entrevistas y en su autobiografía (Schmidheiny, 2006: 19) de su capacidad de previsión alardea que le va muy bien en los negocios por su olfato: “mis colegas me consideran un visionario” Lo que en el caso del amianto estaba claro para cualquiera, incluso ayuno de formación empresarial.
En 1981 anuncia públicamente que el grupo Eternit suiza dejaría de fabricar productos con asbesto. En su última entrevista televisada (desde 2004 no dice nada en público respecto al amianto) afirma que “me considero como un pionero que abandona por su cuenta el amianto antes que le sea exigido por la ley” (Roselli: 179); y lleva razón, en Suiza se prohíbe en 1989, pero ya en 1975 se había hecho en Suecia; las vio venir: todo un visionario.
Y en su autobiografía cuenta “más allá de estar preocupado por los riesgos de la salud de los empleados de las empresas del Grupo, llegué a la conclusión de que ese no era un negocio muy promisorio en el cual estar” (p. 8); y más adelante ratifica: “tomé la decisión de salir del asbesto, basado en los potenciales problemas humanos y ambientales basados en el mineral. Pero también consideré que en una época de creciente transparencia, y crecientes preocupaciones por los riesgos de la salud, sería imposible desarrollar y mantener un negocio exitoso basado en el asbesto” (p.9). Quedaba claro que era ya difícil seguir engañando a la gente e impedir que las demandas judiciales lloviesen de todas partes, y no solo de EEUU.
¿pero qué ocurre desde 1976, año de su presidencia, y 1989 año en que vende la compañía? Según las estadísticas del Registro de aduanas suizo y la USGS (Roselli: 23), las cifras de extracción y de importación suiza son las siguientes (Extracción mundo millones tn / Importación Suiza toneladas):
- 1950: 1.5 / 7000
- 1960: 2 / 8000
- 1970: 4 / 20000
- 1975: 4.6 / 22000
- 1980: 4.5 / 20000
- 1985: 4 / 7000
- 1990: 4 / <1000
- 2007: 2.5 / 3.4
Las cifras son aproximadas, han sido tomados a vista según la gráfica que sigue [aquí]. Estos datos muestran dos cosas. Una que el gran negocio tiene lugar entre 1970 y 1985, periodo en que todo se sabía y las voces de prohibición sonaban fuertes. En estos años las familias amasan las grandes fortunas.
Y otra, que efectivamente, Stephan inicia la sustitución de la fibra “asesina” hasta que se deshace del negocio suizo en 1989. Pero no hay que olvidar que sigue después de estas fechas en Sudáfrica, que vende con rentabilidad en 1992 en Brasil, que mantiene la mina hasta su expropiación en 1998 y en América del Sur ¿hasta cuando? Porque hay que recordar que Amanco, empresa fabricantes de tubos para conducción de agua, hasta 2007 no ha sido vendida a la mexicana Mexichen y que en este país el uso del amianto sigue permitido. Él mismo cuenta en su autobiografía citada (p.14) que no vendieron las empresas de materiales de construcción (léase amianto) en América Central, lo que coincide con la permanencia de Amanco hasta hace un par de años.
La periodista Roselli (p.197) señala acusatoriamente a Stephan Smchidheiny: “Si ha decidido en 1978 el abandono del amianto ¿Cómo es posible que Eternit haya creado una asociación ese mismo año para impedir que el amianto sea inscrito en la clase de toxicidad 1?”. Esta clasificación que significa sustancia del más alto riego, supone la limitación del tiempo de trabajo de las personas que trabajan con estos productos, la inscripción en los mismos con una calavera que adviertan de sus peligros y la restricción de las ventas al público. Para este fin crean en 1978 la Arbeitskreis Asbet, según carta facsímile que ha aportado la periodista Roselli (p.195). La fundación se mantiene hasta 1994.
En un artículo publicado en Suiza en 2004, Stefano Guerra escribe: “en lugar de vanagloriarse de su papel de pionero en la reconversión del amianto-cemento al fibro-cemento Eternit debería explicar los motivos por los cuales el proceso de reconversión ha durado casi 20 años”, (Rossi: 123).
Esta fundación junto a otras del mismo estilo creadas en Alemania por los mismos años (Roselli: 189) han procurado por todos los medios ocultar información, hacer de lobbies proponiendo el “uso controlado” del mineral y, en todo caso impedir su prohibición.
Uno de los argumentos manejado para no poder salir del amianto era el que no había materiales sustitutivos. Por ejemplo, en el reportaje que hizo la revista suiza Die Weltwoche sobre Stephan Smchidheiny, a cargo de René Lüchinger, en agosto del 2008, recogido en las páginas de Avina (www, avinafoundation.com), cuenta que en 1976, en un seminario interno de Eternit, se les informó que no se habían encontrado ningún sustituto del asbesto.
Pero más adelante informa el periodista que “en 1978 Stephan Schmidheiny logra sacar al mercado la primera placa sin asbesto, y cuando en 1984 heredó el grupo Eternit, la mitad de la producción de la planta suiza de Niederurnen ya se realizaba sin asbesto”. Milagro, lo que en 1976 era imposible, dos años después estaba resuelto y ocho más ya se sustituyó la mitad ¿por qué no el cien por cien?
Pero Ruers (p.73) cuenta que ya en los años veinte y treinta del pasado siglo, existían patentes de productos sustitutivos del amianto-cemento. Desde el siglo XIX se conocían materiales de aislamiento térmico (yeso, fibras de vidrio y de roca, materiales bastante menos tóxicos que el asbesto, no exentos de problemas) pero aunque dada la posición dominante del cártel Eternit los competidores no tenían nada que hacer. Como se ha argumentado extensamente en el libro Eternit: Poison et domination (1983), todos los elementos de construcción existían y estaban disponibles en variedad y abundancia como para no ser destronados por sus sucedáneos en amianto-cemento.
O volviendo al milagro suizo, “lo que la hagiografía de Eternit cuenta es más bien la sorprendente rapidez -sólo en cuatro años- con que los laboratorios suizos consiguen desarrollar una mezcla de fibras que se puede integrar en el proceso de producción en el acto, a tal punto que en 1984 se puede entregar el 50% de la producción libre de amianto, aunque tarden otros diez años, hasta 1994, en poder decir que ha sido fabricado el último tubo de amianto” del grupo suizo Eternit (Rossi: 119). (Stepahn continúa con la producción Brasil y en América Central cuanto menos).
Respecto a la seguridad en el trabajo, en su autobiografía (p.9) nos cuenta que “las compañías del Grupo instalaron en sus fábricas nuevos equipamientos y filtros para reducir al mínimo la concentración de fibras en el aire, e implementaron programas de entrenamiento del personal a fin de minimizar los riesgos asociados al asbesto”. Que se preocupó por la seguridad de sus trabajadores, en una palabra.
Los juicios contra Eternit
Esto contrasta totalmente con las acusaciones de las que en estos momentos es objeto en el juicio penal iniciado el 10 de diciembre de 2009, contra él y el otro propietario, el barón belga De Cartier, que se celebra en Turín y en el que se les acusa de catástrofe ambiental y de omisión de las reglas de seguridad laboral de manera intencionada (delito doloso). Se piden 13 años de prisión e indemnizaciones que pueden llegar a ¡cinco mil millones de euros!, una cifra fabulosa solamente en este juicio, en el que se le juzga por la muerte de dos mil personas y mil enfermos por amianto en la región de Turín. Juicio que es una primicia en el mundo porque nunca se había juzgado a los propietarios, eran los altos ejecutivos los que hasta ahora pagaban los platos rotos.
Desde Suiza llegaron los abogados, miembros del colegio de defensa de las víctimas, con una copia de la biografía de Schmidheiny en la que se relata que ya desde la década de 1970 se conocía un informe médico, que establecía una relación directa entre el amianto y el cáncer. El fiscal Raffaele Guariniello, que ha instruido el caso, recordó ante los periodistas que desde hace años la multinacional vetaba mencionar ese reportaje y que siguió con su producción italiana hasta 1986, buscando mantener a obreros y habitantes de las zonas en las que operaba en la total ignorancia. "Hemos determinado que los dos acusados tenían el poder real de decidir las condiciones de seguridad de las fábricas italianas”, comentó (Publímetro, 13.12.2009):
“Pero una correspondencia hecha pública por una investigación italiana, ha revelado que las consignas en materia de seguridad provenían de la dirección suiza de la sociedad… En julio de 1976 Stephan Schmidheiny recibe un mensaje de su administrador-delegado de Eternit Giannitrapani en el que le informa de la salud del personal de su fábrica en Casale Monferrato. En 1977 informa a su nuevo patrón que el porvenir de la producción de amianto en Italia es sombrío. Toda vez que el número de casos de abestosis en la fábrica es muy elevado”, (Roselli: 175). Lo sabía todo desde el principio.
Sobre Eternit suiza y sus responsables ha habido ya una pléyade de juicios (y los que se esperan). El 26 de agosto de 2004 un Tribunal de Sao Paulo, Brasil, condena a Eternit por haber expuesto a sus asalariados al amianto y los condena a indemnizar no sólo a las víctimas actuales sino a los antiguos trabajadores que cayeron enfermos o fallecieron. Concierne a unas 2.500 víctimas. Éste juicio se desarrolla desde el pasado mes de abril en Sao Paulo, en segunda instancia.
Unos años antes del macrojuicio actual de Turín, en 1993, después de años de procedimiento judicial, la Asociación de familiares de víctimas de Casale Monferrato ha obtenido la condena de Giovanni Bautista Parodi, presidente de Eternit Italia, a tres años de reclusión por homicidio involuntario y por no respetar las normas de seguridad (Thébaud: 80).
Asimismo, sin ánimo de ser exhaustivo, en 1996 se inicia un proceso en Siracusa (Italia) contra los responsables suizos de cientos de trabajadores enfermados o muertos por la empresa Eternit. En 2005, a los nueve años, se condena a ocho antiguos patronos por homicidio. Entre ellos figura un hombre de confianza del riquísimo Schmidheiny, Léo Mittelholzer, que la había dirigido entre 1984 y 1986.
Los acusados han sido condenados a veintiún años de prisión, tres por homicidio involuntario y cinco por negligencia voluntaria de medidas de seguridad sobre sus trabajadores. El fiscal ha declarado que “nunca un tribunal italiano había probado la culpabilidad de los jefes de empresa por negligencia voluntaria en las medidas de seguridad” (Thébaud: 79). Esto vuelve a contrastar claramente con la autobiografía del heredero suizo del amianto.
El problema de la "desamiantización"
Mejor antes que después, habrá que proceder a retirar adecuadamente y depositar de forma segura todo el amianto colocado en fábricas y hogares, porque no hay dosis inocua. Cualquier exposición puede dañar la salud. Y el tiempo, los accidentes, las obras, los meteoros, los terremotos, etc. deterioran tuberías, depósitos, tejados, y todas las instalaciones en las que exista este mineral.
Si tenemos en cuenta que desde 1906 a 2009 el amianto extraído para ser usado en el mundo es, aproximadamente, de unos 200 millones de toneladas (Roselli: 23) y que la tarea es delicada, especializada y costosa, es difícil cuantificar lo que va a costarnos mejorar la salud ambiental en este apartado. Los ciudadanos reclamamos que se aplique el principio “el que contamina paga”, por tanto proceder como se está haciendo en algunos países cargando el peso en el Estado es perdonar injustamente una deuda al cártel de Eternit, entre otros.
En Casale Monferrato, una ciudad italiana de 37.000 habitantes, se han necesitado siete años para desmantelar parte de la fábrica de Schmidheiny, que abandonó en 1986 y que, vendidos los terrenos, no se considera responsable en este proceso de saneamiento. E igualmente, en los Países Bajos el coste de los trabajos de descontaminación se han estimado en 50 millones de euros, (Kazan-Allen: 10).
La fórmula de trasladar los desechos a los países empobrecidos, aparte de ser ilegal, es un nuevo crimen. Un ejemplo lo tenemos en el desguace de barcos que se realiza actualmente en la India, en la playa de Alang, en el estado de Goujarat. La Organización Marítima Internacional ha evaluado el mercado de desmantelamiento en 700 barcos militares y 4.500 mercantes, de los que, en 2002, han correspondido a la citada playa unos 264 navíos. Allí, unas 40.000 personas trabajan en condiciones extremas: de 15 a 16 horas, por uno o dos dólares al día, sin protección alguna contra el amianto y viviendo en barracas sin agua corriente.
AVINA o la confusión intencional
¿Para qué Schmidheiny se introduce en la filantropía y funda Avina? Con el panorama descrito, es obvio que Schmidheiny tiene un enorme peso sobre sus espaldas, por mucho que las hagiografías fantasiosas circulen con profusión y sus cinco mil colaboradores lo propaguen como si fuera el filántropo verde.
Avina es creada en 1994, y según reza en su página web tiene como misión crear “alianzas fructíferas entre líderes sociales y empresariales para contribuir al desarrollo sostenible de América Latina”. Pero es en octubre de 2003 cuando se produce su momento cumbre.
En esa fecha, en Costa Rica tiene lugar un encuentro con doscientos ilustres participantes en el que Stephan Schmidheiny anuncia que crea Viva Trust, un fideicomiso al que entrega parte de su fortuna en Latinoamérica, unos mil millones de dólares, concretada en el Grupo Nueva, que es un holding que comprende tres empresas: Amanco, Masisa y Plycem, y con cuyos rendimientos se financiará Avina. Entre los asistentes al acto se encuentran el presidente del Banco Mundial, el embajador de EEUU, el fundador y la presidenta de Ashoka, y economista neoliberal, Hernando de Soto, entre otros.
Con Avina, al parecer, Schmidheiny se propone dos cosas. A título de gran capitalista, empujado cultural e institucionalmente, intenta seguir haciendo negocios en otros nichos, con los pobres, en la base de la pirámide. También legitimar el capitalismo con las ceremonias de responsabilidad social corporativa, desmontar la virulencia de los movimientos sociales anticapitalistas y de la muchedumbre de damnificados por el sistema. A título particular pretende protegerse del futuro amenazador que le espera.
Su condición de gran capitalista la cuenta él mismo. En su autobiografía (Mi visión, p.15) advierte de que cuando estaba en 1982 en Chile de vacaciones ese “estar de vacaciones no significa para mí ignorar oportunidades de negocio”. El negocio de Chile fue comprar a precio de saldo terrenos forestales que Pinochet regaló a los potentados, terrenos en gran parte formados por bienes comunes ancestrales de los mapuches (Puche, 2009, El caso Avina: 5).
Cómo opera Avina
Desde su fundación, Avina conecta con Ashoka, otra fundación del gran capital vinculada a la gran banca J.P. Morgan y a la consultora McKinsey, a partir de esa fecha hacen juntos su trabajo. Se pueden considerar como un tándem inseparable: una alianza estratégica como dicen ellas, en la que hay ideas, socios, financiación, medios y dirección comunes. “Ashoka no tiene un aliado más cercano o duradero que Avina”, declaraba Bill Drayton, fundador de Ashoka, en la web de Avina; en donde, además, se puede leer que “durante los últimos trece años (1994-2007) Avina ha invertido más de 28 millones de dólares en el crecimiento y consolidación de Ashoka”.
Uno de los socios destacados de Ashoka es Hernando de Soto, un economista neoliberal, ex asesor de Fujimore, y que propone la partición de los bienes comunales, convirtiéndolos en propiedades privadas para que entren en el circuito “virtuoso” del crédito, la deuda y la ideología empresarial competitiva.
AVINA con la inseparable compañía de Ashoka tratan de buscar nuevos nichos de negocios y de ideas. Explícitamente afirman que “los pobres son el negocio de los negocios”. Por eso financian movimientos sociales y pagan líderes o emprendedores que traigan negocios. Schmidheiny dice en su autobiografía (p.36): para prestar su ayuda “la iniciativa presentada debe incluir un plan de negocios y objetivos y criterios muy concretos, que nos permitan evaluar su viabilidad y sus probabilidades de éxito”. Aunque parezca surrealista, pretende convertir a los movimientos sociales y ONGs en empresas y a sus líderes en empresarios, por supuesto capitalistas.
Esta cooptación de líderes sociales indefectiblemente provoca divisiones, desencuentros y desconfianzas en el seno de los movimientos sociales. Así ha sido en Latinoamérica, en el que Avina tiene como socio-líder destacado a Grobocopatel, rey de la soja transgénica en Argentina, y así está siendo en España, en donde han penetrado en muchas organizaciones de prestigio como en los movimientos en defensa del agua o el mundo rural, o en la de hombres por la igualdad de género, con sus “negocios asociados”, según los cánones de selección de estas fundaciones.
Así pretenden lavar su imagen y aminorar las resistencias al capitalismo, adentrándose cual “caballitos de Troya” en las bases desde las que se construyen las resistencias y las alternativas. Las ONGs que cooptan les sirven para promover la responsabilidad social corporativa de las multinacionales, y el negocio de la misma extensible a las empresas de cualquier tamaño.
Las alianzas
Pero en el caso que nos ocupa, por la persecución judicial que Schmidheiny está sufriendo y la que está por venir, el citado filántropo pretende formular alianzas con lo poderosos para buscar amparo: multinacionales, otras fundaciones, iglesia católica y líderes sociales vectores de negocios y propagandistas de su persona.
En 1991, Schmidheiny funda el Business Council for Sustainable Development (BCSD) “con el fin de proporcionar una perspectiva empresarial sobre el desarrollo sostenible durante la Cumbre de Río. El World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) se constituyó en 1995, como resultado de la fusión entre el BCSD y el World Industry Council for the Environment (WICE).
El WBCSD hoy agrupa a las 170 empresas más importantes del mundo, unidas por una visión compartida acerca del desarrollo sostenible que se basa en tres pilares: el desarrollo económico, el equilibrio ambiental y el progreso social. El Consejo se propone promover el liderazgo empresarial como catalizador para el cambio hacia el desarrollo sostenible, basado en la eco-eficiencia, la innovación y la responsabilidad social corporativa” como cuenta él mismo en su página web.
Esta alianza con las mayores empresas del mundo la concluye con grandes fundaciones: Ashoka, Melinda y Bill Gates, Fundación Rockefeller, Coca-Cola Brasil y otras. Schmidheiny también se ha aliado con la Iglesia católica a través de la Compañía de Jesús.
En el año 2000 concluye un acuerdo por el que se crea el centro Magis con tres fines: apoyo a la organización jesuítica Fe y Alegría, establecida en 14 países latinoamericanos, apoyo a la AUSJA, Asociación de Universidades jesuitas de América Latina, y apoyo a otras asociaciones varias. El Centro Magis tienen como función general, según dicen, “promover el desarrollo sostenible entre los pobre se América Latina”. Hasta el 2009 Avina ha contribuido con 22 millones de dólares, ¿A cambio de qué? A cambio de capilaridad, nichos de negocio e información y legitimidad.
Asi las cosas, se produce un hecho sorprendente, el 14 de mayo de 2009 se anuncia el cierre de gran parte de la entidad y su reconversión. Esta fecha no es casual: el mes anterior comenzó en Turín el macrojuicio penal contra Stephan Schmidheiny demandado por cerca de tres mil víctimas del amianto en la región italiana del Piamonte. Para este juicio el fiscal ha iniciado las investigaciones en 2001 y las concluye en 2007. Pues bien en esa fecha Grupo Nueva, el grupo de empresas que alimenta financieramente a Avina, vende dos de las tres empresas de las que se nutre. Se puede leer en su página web: “En marzo y diciembre del 2007 se vendieron, respectivamente, las divisiones Amanco y The Plycem Company. Grupo Nueva es hoy controlador de Masisa”.
“Mientras Sthepan Schmidheiny, en Costa Rica en 2003, en presencia del embajador norteamericano y el del presidente del Banco Mundial, entre otros, constituía un fondo denominado Viva Trust para financiar la ya extinta Fundación AVINA, un ex-trabajador de su fábrica de Brasil, que había trabajado durante treinta y ocho años, le escribía por navidad de ese mismo año: “Nosotros los ex-colaboradores de Eternit Osasco, hemos trabajado ignorando los riesgos del amianto, con abnegación y el orgullo de construir el imperio del amianto cemento para vuestra familia Schmidheiny. ¿Pero qué hemos recibido a cambio? Una bomba de efectos retardados implantada en nuestros pulmones. Le adjunto una fotografía de los supervivientes de Osasco para ver si se le conmueve el corazón contemplando estos restos humanos en que han devenido vuestros viejos colaboradores de los tiempos dorados de Eternit. Le pedimos que ya que ha donado millones de dólares para obras filantrópicas, si estaría dispuesto a donar solamente algunos millones para la Asociación brasileña de las víctimas del amianto. (Firmado: Joao Francisco Grabenweger)”.
Los hechos narrados retiran la máscara filantrópica de Stephan Schmidheiny. Los hechos aportados advierten a los cinco mil líderes y colaboradores de su fundación Avina y su homóloga Ashoka. Ya no pueden alegar ignorancia. Deben devolver el dinero recibido a las asociaciones de víctimas del amianto, esparcidas por todo el mundo: es lo que piden, es de justicia.
TodaA la fortuna de los Schmidheiny debe ser destinada a resarcir los daños causados a los miles y miles de víctimas y a descontaminar el mundo a causa del amianto. No será suficiente.
“Ante esta situación hago un llamamiento para la creación de un Tribunal Penal Internacional del Trabajo, donde comparezcan y se diriman las responsabilidades de quienes convierten el trabajo en lugares de violencia, enfermedad y muerte”, ha pedido Ángel Cárcoba, de la comisión nacional de salud laboral del sindicato Comisiones Obreras. (Cárcoba, 2008).
Por mucho que lo intente, Stephan Schmidheiny no podrá desprenderse del polvo de amianto que le envuelve.
Anexos
Cronología:
- 1966: Primer proceso en EEUU contra John Mansville: ganan los trabajadores
- 1973: Casale Monferrato- Italia- pasa del grupo belga al suizo hasta su cierre en 1986
- 1974: Amenaza de prohibición del amianto en Suecia y Dinamarca
- 1974: Forma parte del grupo de Eternit suiza, como jefe de ventas
- 1976: Presidente del grupo Eternit suizo
- 1976: Aprovechan el terremoto en Guatemala para vender amianto a los pobres
- 1976: Reemplazan solo el nombre: “amianto-cemento” por el de “fibro-cemento”
- 1977 a 1979: testimonio de que en la fábrica suiza se trabaja sin protección
- 1978: Creación del lobby suizo ArbeitskreisAsbest para impedir declaración tóxico 1, no fue clasificado hasta 1987, diez años más tarde, diez años más de negocio.
- 1982: Revista New Scientist revela cómo la industria en África del Sur impide la publicación de estudios sobre el amianto y la salud
- 1983: Condenas judiciales en Italia a Eternit, por homicidios por negligencia.
- 1983: Muere el marido de Romana Blasotti, la presidenta de la asociación de víctimas
- 1984: Recibe en herencia el grupo Eternit suizo del amianto. Su hermano el cemento
- 1984: Max Schmidheiny (el padre) arremete contra Selikoff, el científico molesto
- 1985: El grupo suizo y belga controlan el 25% de producción mundial de amianto-cemento
- 1986: Cierra Casale Monferrato: no desamiantiza ni paga todas las indemnizaciones.
- 1989: Prohibición en Suiza; vende su parte en las sociedades el grupo belga, a su hermano la parte suiza, al grupo francés la fábrica de Osasco Brasil, no la mina.
- 1990: Vende la empresa alemana (la que colaboró con el nazismo) al grupo belga Etex
- 1992: Vende en África del Sur, minas y fábricas que han operado durante los 50 años del apartheid y con su legislación. Construyeron las townsvilles con amianto
- 1992: Funda el BCSD con las 50 multinacionales más poderosas: lavado imagen
- 1993: Condena a Parodi, Presidente Eternit en Italia, a tres años
- 1994: Crea la Fundación filantrópica AVINA: para aliar líderes sociales con empresas: llega a tener 1.000 socios-líderes en Latinoamérica y 4000 colaboradores
- 1996: Se inicia un proceso en Siracusa contra Eternit suiza
- 1998: Eternit demanda a F. Giannasi por difamación. Recibe amenazas muerte
- 1998: Expropian la mina brasileña de Goiás, en la que participaba con la empresa SAMA, junto al grupo francés.
- 2000: Brasil. Primer Congreso mundial contra el amianto. F. Giannasi lo promueve
- 2001: El fiscal Guariniello (Turín) abre investigación contra Eternit en Suiza, por homicidios
- 2003: Octubre. Creación de VIVA trust para financiar Avina con Amanco y Masisa
- 2003: Thomas vende el grupo suizo. La familia cumple 83 años en el amianto.
- 2004: Casale Monferrato. Muere la hija de Romana Blasotti: quinto familiar por el amianto en 21 años
- 2004: Eternit condenada en Brasil por 2.500 víctimas
- 2004: Interpelación sobre el amianto para adaptar la ley al Consejo federal suizo, donde se sienta una antiguo presidente del holding Anova de SS: rechazado
- 2005: Fin del proceso de Siracusa. Condena a Hittelhorzer, hombre de confianza de SS, a 2 años y 4 meses. Dirigió la fábrica entre 1984 y 1986, periodo de SS.
- 2007: Vende Amanco, propietaria de Nicalit (amianto) a grupo mexicano, y Plycen. Liquidación parcial del Viva trust
- 2009: Mayo, cierre parcial de Avina.
- 2009: Diciembre, Juicio penal de Turín contra SS: piden 13 años y 5 mil millones €.
- Países en los que está prohibido el uso el amianto (52)
- Datos del comercio internacional del asbestos (2008)
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(Por Paco Puche, Revista El Observador, 18/05/2010)