El pasado 10 de diciembre comenzó en Turín (Italia) el mayor juicio de la historia por las muertes del amianto. Un proceso judicial por el que los dos altos dirigentes y propietarios la empresa Eternit, el barón belga Louis de Cartier de Marchienne, y el millonario suizo Stephan Schmidheiny, comparecerán acusados de causar la muerte y graves enfermedades a miles de sus trabajadores y familias.
El colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Paco Puche, resalta en este artículo cómo Schmidheiny puso a buen recaudo su fortuna -labrada en la producción y venta de esta “fibra asesina”- con organizaciones ‘filantrópicas’ como Avina y Ashoka, y cómo usan estas organizaciones para lavar su imagen haciendo negocios con los pobres e infiltrándose en los movimientos sociales, captando a algunos de sus líderes, caso de los españoles Pedro Arrojo y Jerónimo Aguado.
La Triple A: Amianto, Avina, Ashoka
Eternit les regaló la eternidad
(tomado de una pancarta del juicio de Turín)
Dedicado a Manuel Amor y a la familia de Romana Blasotti
Hay que empezar recordando que el amianto o asbesto (uralita en España) es esa fibra que, de presentarse como mágica durante todo el siglo XX, ha terminado convirtiéndose en la fibra “asesina” por excelencia, cualidad que no ha surgido por arte de magia sino que ha estado presente esos cien años; pero su letalidad ha sido bien guardada por una cadena de complicidades auspiciada por las multinacionales del sector, especialmente el oligopolio Eternit.
Avina es una entidad filantrópica del gran capital, fundada por Stephan Schmidheiny, precisamente el propietario de Eternit, oligopolio heredado de su familia, que ha mantenido hasta hace unos pocos años. Con las plusvalías obtenidas en sus empresas y con la salud y la vida de cientos miles de personas ha cosechado la fortuna que, generosamente, invierte en su fundación, dedicada a lavar su imagen, a hacer negocios con los pobres y a infiltrarse en los movimientos sociales, captando a sus líderes más relevantes y produciendo las divisiones y confusiones correspondientes en su seno. Un ejemplo cercano fueron los conflictos causados por la exposición Agua, ríos y pueblos, traída a Málaga de la mano de Pedro Arrojo, socio-líder de Avina hasta hace unos meses.
Y Ashoka es otra filantrópica del gran capital, coaligada con Avina y, en parte, financiada por ella, dedicada, igualmente, a penetrar en los movimientos sociales, a hacer negocios con los pobres en la llamada “base de la pirámide” y a generar confusión. Está muy introducida en España y entre sus miembros figura Jerónimo Aguado, presidente de la Plataforma Rural, captado y financiado por Ashoka.
Como muestra un botón. El pasado junio de 2007, Schmidheiny recibía en Miami el premio a la Filantropía, otorgado por la revista Poder y el Boston Consulting Group, por su contribución al desarrollo sostenible en el Continente Latinoamericano. Entre otras personalidades premiadas se encontraba Hernando de Soto, líder-socio de Avina y miembro destacado de Ashoka, por representar la Mejor Iniciativa contra la Pobreza. Su iniciativa consiste en tratar de fragmentar los bienes comunes, obtener títulos de propiedad para los antiguos comuneros, para que con ellos los pobres puedan entrar en el circuito de la deuda. Es el consejero del presidente de Perú, Alán García, en el actual conflicto con los indios de la amazonia peruana.
Las organizaciones y las personas que hayan recibido financiación de estas entidades deberían devolverla, en virtud del principio de reparación de daños, a las Asociaciones de Víctimas del Amianto, existentes en todo el mundo. Así también quedaría patente su ignorancia del origen de los fondos que recibían y su desconexión de las responsabilidades morales consecuentes.
¿Por qué son noticia, de nuevo? Por varios acontecimientos que han llenado de esperanza a las miles de víctimas esparcidas por todo el mundo, que han sufrido, están sufriendo o van a sufrir en los próximos veinte años la codicia, el ocultamiento y la osadía filantrópica de los empresarios, que sabiendo la morbilidad y letalidad de la fibra asesina han mantenido la extracción y producción del amianto hasta hace unos pocos años en la UE. Y como en cerca de cien países se sigue extrayendo o usando, probablemente sigan en el negocio.
Primero hay que reseñar que el pasado 25 de octubre el Juzgado de Primera Instancia nº 18 de Madrid condenó a Uralita a pagar 1,7 millones de euros (dos millones si incluimos las costas procesales) para indemnizar a 15 de las 28 personas afectadas por contaminación por amianto en sus fábricas de Getafe. El recurso de las trece restantes ha sido desestimado por prescripción.
Otra buena noticia es que el pasado dos de diciembre, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ratificó una condena a RENFE por “falta de medidas preventivas” en el origen de la enfermedad y muerte por amianto de un trabajador, empleado desde 1981 y fallecido en 2005 a consecuencia de un mesotelioma.
Pero la gran noticia, la que ha llenado de esperanzas a los cientos de miles de trabajadores y familiares condenados ya a morir prematura y dramáticamente a causa del amianto, es la que saltó el pasado 10 de diciembre: “se inicia el mayor proceso sobre el drama del amianto en Italia” según rezaba el titular de un periódico digital. EL periodista Patrick Herman escribía el pasado 7 de diciembre, en Le Monde Diplomatique, a propósito de este juicio, “por primera vez acciones judiciales penales encausan a dirigentes de multinacionales habituados a la impunidad”.
Pero hay que remontarse a 1983, cuando Romana Blasotti pierde a su marido que trabajaba en una fábrica de Eternit en Casale Monferrato, localidad del Piamonte italiano. En pocos años más pierde a cinco familiares que nunca habían puesto el pie en la fábrica, entre ellos a su hija, es lo que se llama “exposición ambiental”. En 1988 deviene presidenta de la recién creada Asociación de las Familias de las Víctimas. En 2004, y con la ayuda de la Confederación Sindical Italiana (CGIL), presenta una denuncia ante el fiscal de Turín, Raffaele Guariniello. Fruto de ella, y después de muchos intentos, podrá, después de esperarlo 20 años, verse en el juicio de Turín cara a cara con el patrón del amianto Stephan Schmidheiny.
El fiscal, durante los cinco años de la investigación, asegura haber reunido suficientes pruebas para establecer y demostrar la cadena de responsabilidades ante la Corte. Ha declarado: “desafortunadamente para ellos, los empresarios suizos son muy meticulosos e inscriben hasta el más mínimo detalle”.
Tras cinco audiencias preliminares celebradas en abril y mayo pasados, el proceso se abrió el 10 de diciembre, en Turín, y podría durar dos o tres años. Los acusados, el ya mencionado multimillonario suizo Stephan Schmidheiny y el barón belga Jean-Luis de Cartier, antiguos propietarios de Eternit en Italia -la empresa quebró en 1986-, podrían ser condenados a una reclusión de hasta 12 años y al pago de multas de hasta 1,5 millones de euros. En el proceso, 2.889 personas o asociaciones se han constituido como parte civil, en nombre de unos 2.000 muertos y más de 800 enfermos.
Si prosperan las peticiones de la Fiscalía, sólo en este juicio hablamos de entre 3.000 y 5.000 millones de euros en indemnizaciones. Si tenemos en cuenta que según la Organización Internacional de Trabajo (OIT) mueren al año actualmente más de 100.000 personas a causa del amianto -de forma directa o por exposición ambiental- y muchas de ellas son adjudicables a las empresas Eternit, se entiende por qué estos patrones se vuelven tan filántropos, entre otras cosas para poner a buen recaudo la mayor parte de sus fortunas.
Schmidheiny, antes del inicio de las audiencias, envió a los afectados una propuesta de compensación “a título humanitario” de 60.000 euros por muerto y 20.000 euros por enfermo, que fue declinada secamente. Lógicamente está muy asustado por lo que se le viene encima. Por eso no se presentaron en el juicio en esta primera jornada. Y es que los familiares, amigos e incluso enfermos se agolpaban ante el tribunal por lo que las autoridades judiciales tuvieron que abrir cuatro salas para albergar al público así como a los 150 abogados y colaboradores, periodistas, familiares, sindicalistas, alcaldes y concejales de las zonas afectadas.
“Queremos que sean condenados por lo que han hecho, que la palabra justicia tenga sentido”, declaraba una viuda. “Es una jornada dramáticamente importante para la región Piamonte, un día histórico para la justicia y para la defensa de los ciudadanos frente al lucro y el desprecio de la salud y la civilización”, comentaba la Presidenta de la región Piamonte, Mercedes Bresso.
Mientras tanto, en los balcones de Casale Monferrato, epicentro del drama del amianto, cuelgan miles de pancartas amarillas con la leyenda Eternit: Justizia. Dos palabras fuertes en esta localidad piamontesa donde cerca de 1.650 personas han muerto, entre trabajadores y simples ciudadanos, de cáncer de pulmón: del obrero a la esposa, pasando por la tendera.
El mayor proceso penal jamás organizado a nivel mundial sobre la tragedia del amianto (“genocidio del amianto” se le llama con razón), en el que están por primera vez implicados los propietarios de las multinacionales, ha despertado una expectación también mundial.
Las asociaciones de víctimas de todo el mundo, piden, además de los civiles y penales que se vienen celebrando con ciertos resultados positivos para las víctimas y damnificados, piden, digo, la constitución de un Tribunal Penal Internacional del Trabajo para que juzgue el caso presuntamente genocida del amianto y otros por el estilo como el que se puede estar preparando por el uso irresponsable y temerario de las nanotecnologías, pues ya se tienen evidencias de que “los nanotubos de carbono pueden producir en tejidos corporales de ratones daños similares a los que causan las fibras de amianto” (Riechmann, 93).
Como testimonio vivo de lo que significa la muerte tremenda de los expuestos al amianto, rescatamos el trabajo de Ángel Cárcoba, luchador incansable contra el amianto, en el que recupera el testimonio de un compañero moribundo. Lo podemos leer a continuación:
“Me llamo, o me llaman, Manuel Amor Deus. Nací el 16 de Febrero de 1941 en el seno de una familia humilde de trabajadores de Ferrol. Me crié en el barrio de Esteiro al lado de la Empresa Nacional Bazán de C.N.M., hoy Navantia. Y como la mayoría de los niños de mi época y edad nuestra aspiración era ingresar como aprendices en lo que llamábamos “la Bazán”. Era un orgullo pertenecer a esta empresa.
Yo no lo tenía fácil, pues no era hijo de trabajador de la factoría y no podía acudir a la Escuela Obrera. Aún así, al cumplir los 14 años me presenté a unas oposiciones de ingreso y fui admitido de aprendiz. Ahí empezó mi formación personal, profesional y política.
Transcurridos los años y visto con perspectiva, la formación que nos daban se caracterizaba por graves carencias. Por un lado se gastaban miles y miles de pesetas en formación religiosa. Con ejercicios espirituales todos los años donde nos explicaban que casi todo era pecado, que teníamos que portarnos bien, que las mujeres eran un invento del diablo, etc., etc. Estaban muy preocupados por la salud de nuestras almas y nada por nuestros cuerpos. Intentaban formarnos en los valores del fascismo, en la mentira, ocultándonos y deformando nuestra historia más reciente. La Guerra Civil, la traición de Franco al gobierno de la República y a su ejército.
Pero en cuanto a medidas de seguridad e higiene nada de nada.
Y así nos fueron envenenando. Desde el primer momento, ya en el aprendizaje algunos compañeros tuvieron contacto con el amianto sin conocer las graves consecuencias que podían padecer.
Nadie; ni empresa, ni mandos, ni técnicos, nos dieron una explicación sobre el amianto, o la asbestosis. Y ellos ya lo sabían, sabían que nos estaban envenenando. Pero no hicieron nada para impedirlo. No tomaron ni una sola medida para evitar la contaminación. Ni la empresa ni las autoridades.
Venían los barcos de Norteamérica repletos de amianto para ser reparados en Bazán y no nos avisaron de los riesgos, cuando en Estados Unidos el asbestos (amianto) había adquirido la dimensión de escándalo público.
Hablo del amianto y no puedo olvidar a tantos y tantos compañeros que quedaron en el camino y que tampoco nos informaron de las causas de sus muertes. Amigos míos, compañeros que entraron conmigo en la Bazán; que dejaron a sus familias sin protección. Compañeros que trabajaron desde los 14 años, y cuando podían disfrutar de su bien merecida jubilación se murieron por la negligencia de la empresa y de las autoridades laborales y sanitarias.
Porque señores, estamos hablando de vidas humanas, de enfermedades crueles y de familias rotas, llenas de sufrimiento. Estamos hablando de la muerte. Personalmente vengo desarrollando una lucha contra un tumor que padezco desde septiembre de 2004. Es un adenocarcinoma pulmonar producido por el amianto. Lucha que a veces se me hace muy dura.
En Septiembre de 2004, empecé el tratamiento con quimioterapia, radioterapia y fármacos y logramos ganarle una batalla al tumor, pues sin alardes, me permitió hacer una vida tranquila y normal. El tratamiento en si lo soporté bastante bien, aunque siempre se paga un peaje en este tipo de tratamientos.
Hace seis meses, en uno de los controles médicos, el tumor me visita de nuevo, y otra vez la batalla, la lucha. Otra vez el tratamiento; en esta ocasión mucho más dura que la anterior.
No se si es la enfermedad, el cáncer, o es el tratamiento y la quimioterapia o todo junto. O mi cuerpo que ya se resiente de tanto fármaco. Pero en esta ocasión estoy pasándolo francamente mal. Ya tuve que estar ingresado en dos ocasiones por insuficiencia respiratoria, infección de las vías respiratorias y un montón de complicaciones más, que afortunadamente y de momento van resolviéndose.
Ahora estoy en mi casa después de un mes en el hospital. Estoy recuperando fuerzas para poder continuar con el tratamiento. Me tienen conectado a una botella de oxígeno de la que no puedo prescindir. Tengo una buena reserva de estas botellas en mi casa. En esta ocasión mi nivel de vida es bastante precario. Mi actividad se ha reducido al mínimo. Mi aseo personal se convierte en un trabajo penoso. Pero bueno, hay que seguir dando la batalla. Es lo que he hecho toda mi vida.
¿Qué delito hemos cometido los trabajadores para ser condenados a no respirar? Acuso a quienes decidieron robar años de vida a la clase obrera, a quienes nos han robado algo tan fundamental como la respiración.
No se si el relato de mis miserias valdrá para algo, pero créanme, es necesario hacer frente a esta problema-drama que padecemos miles de trabajadores, poner los medios a través de centros especializados, de ayudas sociales y de compensaciones económicas a que hubiera lugar. Nosotros no somos los culpables de esta situación, solo la padecemos. Somos las víctimas que piden justicia”.
Manuel Amor Deus falleció en Ferrol el 26 de junio de 2007 víctima de un cáncer provocado por el amianto, pocas semanas después de escribir esta carta. Los responsables de ésta y otras tantas muertes continúan impunes.
1. Manuel Amor Deus, fue secretario general del sindicato nacional de CC.OO. de Galicia. Antiguo trabajador de los astilleros de Bazán donde ingresó como aprendiz en 1955. Dirigente histórico de CC.OO. junto Rafael Pillado y José María Riobó todos ellos contaminados por el amianto. Riobó falleció hace unos años. Los tres eran del Jurado de Empresa de Bazán y fueron encausados y sometidos a consejo de guerra por las movilizaciones obreras de 1972, que se saldaron con la muerte de los compañeros Amador y Daniel (en su recuerdo se celebra el 10 de marzo como día de la clase obrera gallega).
El 10 de Marzo de 1972 Amor Deus pasó a la clandestinidad siendo detenido dos meses más tarde y encarcelado. Permaneció en prisión hasta la muerte del dictador. Tras le legalización de los sindicatos fue elegido como primer secretario general de CC.OO. de Galicia, cargo que ostentó hasta 1988 en que regresó a su trabajo en la Bazán. En 1992 cesó su actividad laboral al declarársele una incapacidad permanente total (A. Carcoba).
(Por Paco Puche*, Revista El Observador, 15/12/2009)
* Puede consultar aquí el Informe Avina realizado por Paco Puche