Los fondos para países pobres y la reducción de emisiones, ejes de la disputa.
Copenhague se convirtió en un escenario de lucha entre China y Estados Unidos. Apenas unos meses después de que se hablara de la constitución del G-2 (el Grupo de los Dos), por la buena relación alcanzada por los presidentes Barack Obama y Hu Jintao, y se especulaba con un nuevo eje económico y político entre Washington y Beijing, acá en los corredores del Bella Center, donde se realiza la crucial cumbre de medio ambiente, todo eso parece haber quedado en el olvido.
La dura puja que se está desarrollando entre los países ricos y pobres por alcanzar un acuerdo para reducir las emisiones de gases de dióxido de carbono que provocan el calentamiento global, se encuentra centrada en el enfrentamiento entre ambas potencias, que son, a su vez, los dos países más contaminantes del planeta.
La pelea básica es porque Beijing se niega a que la reducción de las emisiones sea obligatoria y de verificación independiente por parte de algún organismo internacional; y porque Estados Unidos no parece estar dispuesto a ofrecer ninguna reducción sustancial de sus emisiones ni dinero para la reconversión industrial de los países menos desarrollados.
China acusó a EE.UU. y otros países desarrollados de estar eludiendo su responsabilidad de no ayudar a las naciones más pobres. "Sostenemos que los países desarrollados tienen la obligación de suministrar apoyo financiero", dijo Jiang Yu, un portavoz de la cancillería china. El jefe de la delegación estadounidense Todd Stern le respondió pidiendo a China que flexibilice su posición. "No se puede empezar a tener siquiera un acuerdo sólido en términos ambientales sin la participación adecuada de China", dijo. La situación tomó tal estado de gravedad que el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, salió a pedirles que "dejen de acusarse y que encuentren un punto en común para salvar esta cumbre y el planeta".
Poco antes de comenzar el encuentro, China ofreció reducir la "intensidad carbónica", una medida de las emisiones de dióxido de carbono por unidad de producción, del 45% al 40% para el 2020, en comparación con los niveles del 2005. Esto quiere decir que si, como se prevé, la economía china se duplica en tamaño en los próximos 20 años, ese compromiso significa que sus emisiones aumentarán un 50% en vez de duplicarse. Por su parte, EE.UU. prometió una reducción de 17% de los niveles de emisiones del 2005 para el 2020. Eso significa reducir del 4% al 3% los niveles de 1990, la base utilizada como medición por la mayoría de los otros países.
Hou Yanli, la directora de la World Wide Fund en China admite a Clarín estar preocupada por el estado de confrontación que está habiendo en general en la cumbre y en particular entre su país y EE.UU. "Hay que entender hasta dónde puede ceder uno y otro actor en la negociación. Y me parece que EE.UU. no entendió que China no va a permitir nunca una injerencia extranjera en los asuntos que considera nacionales", explica. Hou Yanli
La raíz de los enfrentamientos está, por supuesto, en los fondos que se necesitan para entregar a los países en desarrollo que quieran financiar la reconversión de sus economías. China dice que no requiere de ningún dólar para no estar comprometida a tener que dar explicaciones sobre el destino del dinero. Estados Unidos no considera a China como un país pobre que necesite de ayuda. Todo lo contrario.
Para Washington, Beijing es hoy su principal competencia económica. "Si China quiere ser nuestra socia debe comprometerse con la transparencia. De lo contrario, no creo que tengamos que hacer ningún negocio juntos", dijo claramente el diputado norteamericano Edward Markey, uno de los autores del proyecto de ley de reducciones de emisiones aprobado por la Cámara de Representantes y que espera el tratamiento del Senado para marzo o abril.
De todos modos, aún hay abiertos algunos canales de diálogo y esperanza de que pueda haber un acuerdo básico para cuando se encuentren acá el viernes Obama y el premier chino Wen Jiabao. "Va a haber un arreglo de último minuto", explica Hou Yanli.
Algo de esto está sucediendo también por afuera de la cumbre. Ayer hubo una serie de llamadas entre Obama, su par francés Nicolas Sarkozy, el premier británico Gordon Brown y la canciller alemana Angela Merkel. Un portavoz francés dice que la conversación se hizo en un momento simultánea entre los cuatro y que duró 50 minutos. Supuestamente hubo una flexibilización de todas las partes y hoy se verá su resultado concreto cuando los delegados europeos y estadounidenses se enfrenten al Grupo de los 77 que lidera China.
Muchos acá apuestan a un acuerdo de mínima que no deje conforme a nadie. Pero como bien saben los milenarios chinos si después de un acuerdo una de las partes queda contenta, es porque alguien perdió.
(Por Gustavo Sierra, Clarín, 16/12/2009)