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cop/unfccc plano climático emissões de co2
2009-11-20

A estas alturas pocas dudas quedan respecto a la intrascendencia de la próxima cumbre política de Copenhague, relativa al cambio climático, a realizarse a inicios de diciembre del 2009.
 
Dos importantes reuniones previas preparativas de tal evento así lo anunciaban; la reunión llevada a cabo en Barcelona, la semana recién pasada, que terminó prácticamente en casi nada, y la cita preparatoria efectuada en Asia, apenas finalizada este domingo 15 de noviembre, en donde el presidente Obama y otros líderes de la región de Asia y el Pacífico, rechazaron que vayan a respaldar en Copenhague un acuerdo vinculante sobre el cambio climático, sosteniendo que no será sino hasta en el año 2010 en el cual dichas naciones (incluidas EEUU y China), asumirán compromisos sobre topes específicos a las emisiones de CO2, financiamiento y transferencia de tecnología para la producción de “energía limpia” (Democracy-Now; 17/11/09).
 
En ambos encuentros se reafirma lo que ya todo mundo sabe desde hace mucho tiempo: la escasa voluntad política de los líderes mundiales, para situarse de manera autónoma frente al poder económico-financiero de las grandes corporaciones, y su renuencia a salir en defensa del bien común y de los intereses de supervivencia de la humanidad.
 
Ciertamente, aunque Brasil y Francia han anunciado que de manera mancomunada presentarán en la próxima cumbre de diciembre, compromisos concretos para aliviar la creciente contaminación ambiental, en especial, la procedente de la emisión de CO2 por parte de Brasil. Al respecto Lula ha dicho que su país se comprometerá en Copenhague a reducir entre un 36 % y 39 % sus emisiones de CO2 para el año 2020: AFP: Paris; 14/11/2009).
 
Dicho compromiso por parte de Brasil es importante pero no será suficiente, pues EEUU y China representan los dos mayores naciones contaminante del globo, y falta de parte de ellos asumir una clara voluntad política para la asunción de compromisos concretos en ese sentido.
 
Los líderes políticos, particularmente aquellos situados en las latitudes del mal llamado “mundo desarrollado”, no están en condiciones de detener la agenda expoliadora de las grandes corporaciones. Ya no se trata únicamente de la negativa a reducir sustancialmente la emisión industrial de sustancias contaminantes (en particular, el dióxido de carbono), ni de la reducción drástica de la producción de energía a base de combustibles fósiles (hidrocarburos).
 
Todos comprendemos bien el juego malévolo. Se trata de no impedirle al gran capital transnacional y a sus conglomerados corporativos, la continuidad de su agenda económica; la depredación de los escasos recursos acuíferos, forestales, minerales y marinos, entre otras actividades extractivas y productivas.
 
Al respecto, el analista Alejandro Nadal lo dice muy claro, y lo cito aquí textualmente:
 
“Para enfrentar el problema del calentamiento global existen soluciones reales. Pero ninguna de ellas es favorecida por los centros de poder corporativo o sus aliados en los gobiernos, porque implican sacrificios de rentabilidad para los principales emisores de gases invernadero…” (A. Nadal: “Mercado de carbono y calentamiento global” (Sin Permiso; 15/nov/09).
 
Básicamente, ello sucede por el simple hecho de que tal depredación no ocurre precisamente en los países ricos del norte, sino debido fundamentalmente a que el despojo y la rapiña neo-colonial ocurre ahora (y como casi siempre), en los países de la periferia capitalista, al interior de los mal llamados “sub-desarrollados”.
 
¿Qué hacer?
La eterna pregunta, nunca impertinente, y a la cual siempre se le debe tratar con respeto y fina concreción, apunta hacia varias alternativas.
 
La primera de ellas, se relaciona con la necesidad ineludible de que los pueblos mismos se hagan cargo de la defensa, resistencia y conservación de los recursos naturales, y de la lucha por reducir el cambio climático, a pesar de la renuencia de las corporaciones transnacionales.
 
Ello ya está ocurriendo en amplias zonas de población indígena y campesina de diversos países latinoamericanos con alta composición de población indígena y campesina; pueden citarse Bolivia, Guatemala, Perú, Brasil y México entre otros.
 
Haciendo una paráfrasis de la conocida frase sobre los políticos tradicionales, podemos decir: “el cambio climático es un asunto demasiado serio para la supervivencia de la humanidad, como para dejarlo exclusivamente en manos de los políticos”.
 
En consecuencia, son los pueblos organizados y movilizados en torno a su agenda básica de vida, a quienes les compete buscar como sostener esta otra lucha con sus propias fuerzas y recursos movilizativos, de presión e incidencia.
 
Hay algunos aliados. El propio sistema de Naciones Unidas bajo sus respectivas agencias está sumamente alarmado y preocupado por el acelerado colapso climático en el que el planeta entero está sumergiéndose.
 
Desde hace un tiempo (con el Secretario General Ban Ki-Moon a la cabeza), las diversas agencias de Naciones Unidas vienen alzando la voz de alerta cada día con mayor fuerza, y nada indica que su posición sea postiza, hipócrita o fingida.
 
Sin temor a equivocarme, considero que este es uno de los primeros aliados a los que pueden acercarse los pueblos organizados y movilizados en torno al rescate medio ambiental del planeta. 
 
El segundo aliado importante, al menos para los pueblos latinoamericanos, lo constituye una significativa y cada vez más influyente constelación de fuerzas y movimientos políticos, compuestos mayoritariamente por gobiernos y partidos políticos progresistas.
 
Quizá estos sectores no tengan las mismas capacidades técnicas ni científicas que el sistema de Naciones Unidas, pero cuentan con un capital político y organizativo nada despreciable.
 
En este conteo de fuerzas me parece que no es equívoco incluir también, y por ello, puede ser inscrito además, el Movimiento de los países No Alineados (NOAL), confiable desde su perspectiva de lucha por un nuevo orden mundial multipolar.
 
La segunda consideración que apunta a la respuesta del ¿Qué hacer?, se relaciona con la incorporación de la reducción de los efectos del cambio climático a la agenda social-revolucionaria.
 
Esto es así, fundamentalmente si se toma en consideración el hecho innegable de que los efectos perniciosos del cambio climático y el deterioro acelerado del medioambiente, afecta por sobre todo a las poblaciones más pobres y vulnerables, es decir, hasta el cambio climático tiene un claro contenido clasista...
 
A este respecto, bien vale la pena recordar el planteamiento de Wallerstein, pronunciado en uno de sus artículos recientes, al sostener que bajo las actuales y futuras condiciones imperantes en el mundo, la izquierda (social y política), no tiene (o tendrá) ningún futuro si no logra conectarse con las necesidades reales y básicas de la gente (“Las enseñanzas de Brasil: I. Wallerstein; Argenpress; 17 Marzo, 2009).
 
Y sobra decir que el cambio climático afecta no sólo las ya difíciles condiciones de vida de millones de seres humanos, situados ellos en condiciones de pobreza y extrema precariedad (dificultándoles el acceso decente a recursos elementales como el agua, aire limpio, vivienda digna, alimentos confiables, bosques, ríos y mares productivos y saludables etc.), sino que además, los pone en la mira de convertirse en la carne de cañón para los próximos eventos y desastres ecológicos de gran magnitud, tal y como comenzó a hacerse evidente a partir del huracán Mitch en 1998, uno de los fenómenos naturales más portentosos del siglo XX, provocado, según los científicos y especialistas, por la incidencia negativa de la mano depredadora del hombre.
 
Por todo ello, la agenda social-revolucionaria debe ampliarse ahora, abarcando nuevas reivindicaciones. La más amplia y vital de todas, resulta ser el rescate y supervivencia misma del planeta tierra.
 
Por supuesto, esta resulta ser una tarea titánica, y por ende, no es en absoluto una tarea ni misión fácil de emprender y sostener. El desafío es inmenso, ninguna duda queda, y para muchos quizá lo más “fácil y cómodo” será seguir practicando el laissez faire, atrincherándose en el estilo de vida hiper-individualista, pensando quizá que el simple dejar hacer y dejar pasar no les complicará la vida, sin detenerse a pensar que es la continuidad misma de la vida lo que ahora está en juego.
 
La tercera y última consideración tiene que ver con la pertinencia de articular dos iniciativas muy importantes, pero que hasta ahora nadie ha propuesto su potencial vinculación práctica.
 
Por un lado, está lo iniciativa de Brasil y otras naciones preocupadas por el cambio climático, en cuanto a crear una instancia especial en Naciones Unidas, dedicada al cambio climático, y la otra iniciativa, tiene que ver con la idea de crear una instancia Penal Internacional especial y exclusiva para perseguir los delitos graves contra el medioambiente.
 
Aparte de ser dos iniciativas novedosas no son excluyentes entre sí, y por ende, podrían articularse en varios sentidos, para potenciar sus efectos prácticos. Y una forma concreta de articulación podría ser la creación de mecanismos específicos para que una vez existiendo estas dos instancias mundiales, adquirieran carácter vinculante marcos jurídicos como el Convenio 169 de la OIT sobre los Pueblos Indígenas y Tribales, para facilitar la lucha de ellos ante el poder abusivo e impune de las grandes corporaciones transnacionales, y poder así apuntalar de mejor manera y desde los ámbitos local y nacional, la defensa de los recursos naturales en mejores condiciones políticas y jurídicas a nivel internacional. 
 
No se trata entonces de privilegiar ideologías partidarias. Sí, en cambio, se trata de tomar partido por la vida. Y en consecuencia, ello implica luchar en contra del capitalismo voraz e irracional, reconfirmado ahora como el enemigo número uno de la humanidad y del planeta entero.
 
Las anteriores propuestas son apenas algunas de las urgentes transformaciones sistémicas que desde la economía, la política y la jurisprudencia internacional podrían ayudar a salvar al planeta de un colapso inminente. Frente a esta emergencia, todo lo demás tendría que pasar a un segundo plano.
 
- Sergio Barrios Escalante es Científico e Investigador Social Centroamericano. Escritor. Edita la revista virtual mensual Raf-tulum.
 
* Documento relacionado: América Latina en Movimiento No. 446 "Cambio climático: No más parches, soluciones ya!"

(Por Sergio Barrios Escalante, alainet.org, 19/11/2009)


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