La Coordinadora Estatal Antinuclear, que agrupa a todas las organizaciones y plataformas del territorio español contrarias a la energía nuclear, ha presentado esta mañana un vídeo y unos paneles conmemorativos del accidente sufrido en la central nuclear catalana el 19 de octubre de 1989.
A las 21:39 de aquel día se inició un incendio que ocasionó importantes disfunciones en diversos sistemas necesarios para garantizar la refrigeración del reactor. Alertados por los propios bomberos, algunos vecinos de las poblaciones del entorno abandonaron sus hogares.
Según el propio informe del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) el incendio se declaró “en el grupo turboalternador principal número dos a consecuencia de un fallo mecánico generado por un proceso de figuración en las ranuras de anclaje de los alabes correspondientes a la rueda número ocho de la turbina principal, y como consecuencia la pérdida repentina de 36 alabes consecutivos de los 98 que posee la rueda, que al girar a 3.000 revoluciones por minuto, produjo la rotura por cizalla de las tuberías de aceite y vapor, originando puntos calientes suficientes para producir la ignición de la mezcla aire-aceite y una explosión en los cojinetes, así como la rotura de la Bomba número 3 con salida de hidrógeno, que al inflamarse produjo una segunda explosión, la cual causó la inflamación del aceite de lubrificación que salía en ese momento como consecuencia de las roturas de las tuberías de alimentación de los cojinetes, provocando todo ello un incendio de grandes proporciones que afectó en cadena a gran número de sistemas relacionados con la seguridad de la central”.
El accidente fue calificado a posteriori como suceso de nivel 3 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES), que consta de 7 niveles. Debido a los graves errores cometidos en la extinción del incendio, a diversos fallos de equipos afectados y a una serie de problemas de seguridad que nunca fueron subsanados por el titular, aunque se le había requerido al respecto con anterioridad, el accidente afectó a la parte nuclear de la central. El incendio a punto estuvo de provocar un escape radiactivo al exterior, de no haber sido por una serie de afortunadas circunstancias que, tras hacer temer lo peor, permitieron que pudiera disminuir la enorme presión acumulada en el cajón de su reactor y llevarlo a parada fría.
El elevado coste de las medidas para su eventual reparación exigidas por el Consejo de Seguridad Nuclear, presidido entonces por Donato Fuejo, y la negativa del Ministerio de Industria de que estos costes se repercutieran a la tarifa eléctrica, hicieron que Hifrensa, la empresa explotadora, decidiera su cierre definitivo. El Ministerio de Industria entonces revocó la licencia de explotación que tenía la central. Era 1990. Vandellós-1 había funcionado unos 18 años.
Se inició su desmantelamiento parcial en virtud de la Orden Ministerial de fecha 28 de enero de 1998. Esta orden transfería la titularidad de la instalación a la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA), a la vez que autorizaba la ejecución de las actividades de desmantelamiento reflejadas en el Plan de desmantelamiento y clausura de Vandellós I.
En la actualidad se encuentra parcialmente desmantelada, estando el cajón del reactor, ya descargado de sus elementos combustibles, en un período de espera y decaimiento denominado fase de latencia, que dura 25 años. En 2028 se procederá supuestamente a ejecutar el nivel 3, que consiste en el desmantelamiento del cajón del reactor para liberar totalmente el emplazamiento. Durante el periodo de latencia el cajón permanecerá encerrado en una especie de sarcófago, de 350 toneladas de peso.
Las organizaciones ecologistas han querido aprovechar este aniversario para hacer hincapié en la irresponsabilidad del Gobierno al permitir el funcionamiento de la central nuclear de Garoña hasta 2013, es decir, durante más de 40 años. Ya en su momento manifestaron su indignación y advirtieron a Zapatero de su responsabilidad si en estos años ocurre algún accidente en la vieja y peligrosa central burgalesa.
También manifestaron la necesidad de un plan de cierre de las centrales nucleares que culmine con el abandono definitivo de la que consideran una forma de producción de electricidad cara, peligrosa, que forma parte del ciclo del uranio utilizado en armamento y que genera unos residuos extremadamente peligrosos para los que no hay solución después de más de medio siglo de industria nuclear.
(Greenpeace España , 19/10/2009)