La industria de la celulosa vive hoy la fase de canibalismo propia de las crisis del capitalismo: desempleo y hambre para los trabajadores, bancarrota o florecimiento para los inversionistas, mientras llega la recuperación. Por ahora, los actores determinantes de este proceso no se cuestionan el modelo ni su gravitación en la crisis económica y ambiental planetaria.
En el marco de la crisis económico financiera internacional, desatada definitivamente a fines de 2008, la industria mundial de la celulosa sufrió una brusca caída de los precios y de las ventas en el mercado. Esto provocó la casi inmediata reducción o interrupción de la producción cuando el cierre de varias plantas, ya que sus propietarios pasaron a considerarlas no rentables o se declararon en bancarrota al no poder cumplir con las obligaciones contraídas.
Al igual que otros sectores del sistema financiero mundial, que especulaban con el supuesto de un auge económico ilimitado, grandes grupos industriales de la celulosa venían en una carrera desenfrenada de inversiones en tierras, plantaciones y fábricas de pulpa de madera, de escala cada vez mayor y en las zonas de mayor rentabilidad. La reducción abrupta de las ventas y la congelación del crédito dejó a algunos de esos grupos en situación insostenible.
Como si se tratara de una crisis cíclica más del capitalismo, aún a pesar de la profundidad y la amplitud de la actual recesión mundial, los principales actores del sistema -ya sean gobiernos, organismos multilaterales, bancos, inversionistas y grupos económicos- se dedican solo al salvataje de los más fuertes y a aminorar algunas aristas de la crisis social, suponiendo que la economía retomará más temprano que tarde su ritmo anterior de crecimiento.
Se producen cierres y fusiones de empresas, compras y ventas de activos, donde unos mueren o son fagocitados por otros que aprovechan la situación para volverse aún más poderosos. La industria de la celulosa atraviesa esa fase de canibalismo propia del capitalismo sin poner en cuestión el modelo de producción y consumo anterior a la crisis, desconociendo que éste es la causa de la misma crisis y de su mayor impacto ambiental, el cambio climático.
- En marzo de 2009, la empresa brasileña Celulose Sul Mato-Grossense del Grupo Votorantim (VCP) inició la operación de la mayor fábrica de celulosa con una única línea de producción del mundo, localizada en Três Lagoas. La capacidad productiva instalada es de 1,3 millones de toneladas de celulosa por año. Bautizado de Proyecto Horizonte, el plan de expansión de VCP cuenta con un parque fabril y una base forestal de 200 mil hectáreas, siendo 140 mil hectáreas plantadas con eucalipto y 60 mil hectáreas de preservación. Según VCP, el Proyecto Horizonte es en este momento el único plan de expansión en el sector de celulosa en todo el mundo.
- En el mismo mes, VCP compró la empresa brasileña Aracruz dando lugar al Grupo Fibria, el mayor fabricante de celulosa del mundo, pero con una deuda de US$ 7.000 millones. Aracruz negó que la venta estuviera vinculada con la crisis, pero la empresa tuvo grandes pérdidas por inversiones especulativas y cerró 2008 con un déficit líquido de R$ 4.194 millones. Las acciones de Fibria pertenecían 35.8% a VCP, 34.9% al estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y el resto al mercado bursátil. Con 1,3 millones de hectáreas forestadas en los estados de Bahía, Espíritu Santo, Mato Grosso do Sul, Minas Gerais, San Pablo y Rio Grande do Sul, Fibria espera producir unos 8 millones de toneladas de pulpa en 2012.
- En abril de 2009, la trasnacional sueco-finlandesa Stora Enso decidió reducir las actividades en sus plantaciones de eucalipto en el estado brasileño de Rio Grande del Sur y despidió a 150 de los 400 trabajadores empleados. Florestadora Nativa, contratista de la trasnacional, calculó que tendría que prescindir de 50% de sus 206 trabajadores, además de los 547 que despedidos desde octubre del año anterior. Stora Enso admitió que las medidas estaban motivadas por la crisis mundial y, mientras ese mismo mes adquiría las empresas del Grupo Ence en Uruguay, en agosto tomaba medidas mucho más drásticas con sus operaciones en Finlandia.
- A fines de abril, Stora Enso y la empresa chilena Arauco adquirieron en partes iguales los activos del grupo español Ence en Uruguay -130.000 hectáreas de terrenos forestales y zona franca industrial y portuaria sobre el Río de la Plata, entre otras operaciones. Ambas empresas tenían 74.000 y 39.000 hectáreas de tierras, respectivamente; la sociedad suma ahora 255.000 hectáreas, el mayor latifundio del Uruguay. Un directivo de Stora Enso dijo que esto asegura el abastecimiento para construir una planta de celulosa de clase mundial "cuando las condiciones económicas y financieras puedan justificar una inversión de esta naturaleza" (sic).
- En agosto, Stora Enso decidió nuevos cierres de plantas en Finlandia, que ya habían sufrido grandes recortes en 2007. Los planes de la empresa afectarán de 450 a 1.100 empleados, a la vez que estiman elevar las utilidades en más o menos 150 millones de euros a partir de 2011, dependiendo de la evolución de la crisis. “Finlandia es el país con mayor dependencia relativa per cápita en la industria forestal", constató el presidente de Stora Enso, aunque justificó las medidas por los márgenes de rentabilidad. Tratando de paliar el impacto social, el gobierno finlandés aprobó 80 millones de euros de subsidios para la industria forestal en 2010-
- El cambio de la titularidad de las acciones de Botnia en Uruguay, por el cual la trasnacional finlandesa UPM pasó a detentar 91% de la planta de celulosa de Fray Bentos y todo su sector forestal, respondió también a los problemas de la industria de celulosa en el país nórdico. La trasnacional Metsaliitto, una cooperativa de propietarios de plantaciones en Finlandia, vendió sus acciones en Botnia-Uruguay para enjugar parte de su endeudamiento y contar con el apoyo financiero estatal. El gobierno finlandés no podía justificar ese apoyo a una inversión fuera del país cuando sus ciudadanos atraviesan una de las más graves crisis de desempleo.
- A fines de setiembre, el grupo chileno CMPC compró la planta de celulosa Guaiba, propiedad de Aracruz en el estado de Río Grande del Sur, por US$ 1.430 millones. La operación significó para CMPC la mayor adquisición en su historia y una de las mayores inversiones chilenas del área en el exterior. La compra incluyó unas 212 mil hectáreas forestales, 60% plantadas o por plantar con eucaliptos, y un vivero capaz de producir 30 millones de plantas por año. Guaiba producía 450 mil toneladas al año y tiene aprobado un proyecto de expansión por 1,3 millón de toneladas adicionales. CMPC podría convertirse así en el tercer productor más importante de celulosa en Brasil, manejando cerca de 20% de la producción latinoamericana.
En resumen, más allá de los fuertes impactos sobre las condiciones de vida de los trabajadores, la crisis económica internacional desencadenó en la industria de la celulosa solo cambios en la titularidad de las empresas, sin alterar un ápice el modelo agroindustrial, que sigue orientado por el interés de trasladar las operaciones a zonas e instalaciones más rentables.
El Cono Sur latinoamericano sigue siendo un polo de atracción para estas empresas y los gobiernos de estos países no solo no cuestionan esa opción sino que la fomentan y llegan a disputarse la posibilidad de acogerlas y ampliar la escala de sus actividades en la región.
En Brasil, la reactivación de la industria de la celulosa cuenta con el apoyo activo del BNDES, el principal banco de desarrollo del país. En Río Grande del Sur, un estado que fue pionero de la política y la gestión ambiental en el país, el gobierno de Yeda Crusius y varios gobiernos locales se dedican a ofrecer incentivos a la forestación, a facilitar créditos, a modificar el zoneamiento de la silvicultura y a desmontar los organismos encargados del control ambiental.
En Uruguay, el gobierno de Tabaré Vázquez continúa preocupado por atraer nuevos proyectos de producción de celulosa y llegó a enviar una misión presidencial a Portugal para disputar con Brasil la ubicación de una planta de la empresa Portucel en el país. En Argentina, fuera de la resistencia de Gualeguaychú, se inauguró el XIII Congreso Forestal Mundial con un plantío simbólico de árboles por la ministra Nilda Garré y el jefe del Estado Mayor del Ejército.
La posibilidad de cambios en este proceso no parece fácil ni rápida, si se tienen en cuenta los intereses en juego y el grado de penetración alcanzado por el plan de la industria de celulosa en la región. No obstante, existe una resistencia creciente donde, a las comunidades afectadas, se suman sectores de la población con conciencia de la insustentabilidad inmediata y a largo plazo del modelo forestal, así como del concepto de desarrollo que lo fundamenta.
(EcoPortal, 17/10/2009)