Matar lobos puede parecer una buena idea para evitar que se coman el ganado. Lo mismo en el caso de los tiburones para que no ataquen a los bañistas. Pero no lo es. El declive de los depredadores primarios conlleva el aumento espectacular de los depredadores secundarios. Este hecho se traduce en graves impactos ecológicos y económicos, según un reciente estudio publicado en la revista BioScience. Sus responsables han descubierto que todos los grandes depredadores terrestres de América del Norte han disminuido en los últimos dos siglos, mientras que los meso-depredadores se han expandido en un 60%.
Ningún animal está a salvo de la extinción, ni siquiera los más grandes y poderosos. Varios estudios confirman el descenso en todo el mundo de los depredadores primarios, como lobos, leones, pumas o tiburones. Esta nueva situación implica la explosión poblacional de otras especies que provocan la disminución de la biodiversidad y causan graves costes económicos.
Matar lobos puede parecer una buena idea para evitar que se coman el ganado. Lo mismo en el caso de los tiburones para que no ataquen a los bañistas. Pero no lo es. El declive de los depredadores primarios conlleva el aumento espectacular de los depredadores secundarios. Este hecho se traduce en graves impactos ecológicos y económicos, según un reciente estudio publicado en la revista BioScience. Sus responsables han descubierto que todos los grandes depredadores terrestres de América del Norte han disminuido en los últimos dos siglos, mientras que los meso-depredadores se han expandido en un 60%.
Los investigadores, de la Universidad del Estado de Oregón (OSU), explican que en muchas ocasiones acabar con estos depredadores se ha entendido de manera positiva. Pero la nueva situación es un conjunto de problemas económicos y ecológicos muchísimo mayor. Los depredadores primarios suelen ser carnívoros, mientras que los secundarios afectan a más especies, porque en general son omnívoros. Además, estos últimos se reproducen en densidades más altas que los depredadores primarios y son más resistentes a los posteriores esfuerzos de control. Los daños pueden por tanto afectar a una cantidad mucho mayor de especies animales y vegetales.
En el caso de los lobos, su eliminación en Norteamérica ha supuesto un aumento considerable de los coyotes. Estos depredadores secundarios han atacado a antílopes y a ovejas domésticas, y los intentos de control han ascendido a cientos de millones de dólares.
Los tiburones están en grave peligro de extinción debido a su sobrepesca. En algunos lugares del mundo, su descenso o desaparición ha permitido la explosión del número de rayas, que han arrasado con las vieiras de muchas zonas costeras. Las poblaciones que vivían de estos moluscos han sufrido graves pérdidas económicas.
Los autores del estudio aseguran que el explosivo incremento de meso-depredadores es global, creciente y con un impacto cada vez mayor en todos los ecosistemas. Los depredadores primarios, como lobos, leones o tiburones, han disminuido de forma drástica e incluso han desaparecido a lo largo de todo el mundo. Se han documentado consecuencias negativas en cascada para aves, tortugas, lagartos, roedores, marsupiales, conejos, peces, moluscos, insectos y ungulados (mamíferos con extremidades que terminan en pezuña).
Los ecosistemas pierden su equilibrio
El estudio de la revista BioScience no es el único que ha llamado la atención sobre este problema. En 2006, Nature publicó un trabajo que explicaba cómo se desmoronan los ecosistemas sin la presencia de los depredadores primarios. Sus autores aseguraban que eliminar a una de estas especies puede alterar el equilibrio de todo un completo ecosistema. Al quedarse sin competidores, las especies en auge pueden llevar a otras a la extinción, con la consecuente reducción de biodiversidad.
Para llegar a esta conclusión, el estudio se basaba en ocho redes alimenticias naturales. Los investigadores ponían de manifiesto las complejas interconexiones de cada uno de los distintos "canales de energía" o cadenas tróficas. Una de ellas era la plataforma continental del mar Cantábrico. Los autores del estudio explicaban que en sus aguas se esconden dos cadenas alimenticias diferentes. Una de ellas empieza con el fitoplancton, que a su vez es consumido por el zooplancton y los peces. Así sucesivamente hasta llegar al principal consumidor de pescado. El segundo canal se inicia con el detritus que se hunde en el fondo del mar. Estos residuos son consumidos por cangrejos y peces, los cuales sirven de alimento a los animales que se sitúan en la zona alta de la cadena.
Los responsables del estudio de Nature descubrieron que los depredadores primarios son claves para el mantenimiento equilibrado de las poblaciones de especies y para evitar un crecimiento que el ecosistema no podría aguantar.
Recuperar a los depredadores primarios
El artículo de la revista BioScience subraya que el coste económico de controlar a los depredadores secundarios puede ser muy alto. Sus responsables aseguran que, en ocasiones, se podría lograr con más eficacia y un menor costo mediante la devolución de los depredadores primarios al ecosistema.
Un caso documentado que confirma esta propuesta es el del Parque Nacional de Yellowstone, en EE.UU. La eliminación de los lobos en este espacio natural permitió a una de sus presas, el alce, campar a sus anchas por álamos y sauces. Esta nueva situación condujo a la desaparición de árboles y vegetación de las orillas y a la pérdida del hábitat de los castores. Cuando se reintrodujo a los lobos en 1995, los álamos y sauces comenzaron a crecer de nuevo, y algunos castores regresaron al parque.
Causas de la desaparición de los depredadores primarios
El estudio de la revista BioScience señala como principales motivos de la desaparición o descenso de los depredadores primarios a la destrucción o alteración del hábitat de estas especies, y a su caza o su pesca. Los casos son cada vez más numerosos, algunos de los cuales se encuentran bien documentados.
La construcción, en 1986, de una presa hidroeléctrica en el río Caroní (Venezuela) supuso la creación de uno de los mayores lagos artificiales de América del Sur: el Lago Guri. Las aguas transformaron las colinas en islas, y un grupo clave de depredadores, como jaguares, águilas arpía y armadillos, desaparecieron. Algunos nadaron o volaron para huir, pero otros se ahogaron o se murieron de hambre. En ausencia de estos depredadores, especies como los monos aulladores, las hormigas cortadoras de hojas o las iguanas comenzaron a multiplicarse. En poco tiempo, estos animales se habían comido la mayor parte de los bosques.
Los científicos también han descubierto que, cuando los bancos de peces del océano Atlántico han sido esquilmados, la población de medusas se ha sobredimensionado.
(Ecoticias.com, 14/10/2009)