Algunos fragmentos de bosques resultan claves para todo el conjunto del paisaje
Imaginemos los ecosistemas forestales no como un catálogo de valiosas especies sino como flujos de genes que circulan por grandes redes, tal y como ocurre con la información en Internet. ¿Cómo protegeríamos esta red natural cuando están cayéndose uno tras otro los servidores?
Esto es lo que han estudiado investigadores de la Estación Biológica de Doñana (EBD) y de la Universidad de Sevilla, en un trabajo que publica esta semana la versión online de la revista PNAS. Y para ello se han servido de una herramienta informática basada en la misma teoría de redes utilizada para los estudios en Internet, pero aplicada en este caso a las casi 23.000 hectáreas de áreas arboladas del valle del Guadalquivir, un paisaje forestal muy fragmentado y rodeado de cultivos, igual que otros muchos ecosistemas forestales de hoy en día.
"Aplicar la teoría de redes nos permite comprender las conexiones entre los distintos fragmentos de ese bosque y establecer un ranking de los fragmentos más importantes para el mantenimiento de la conectividad global", detalla Jordi Bascompte, investigador de la EBD/CSIC.
Si la teoría de redes analiza la forma en que varios nodos interactúan entre ellos, en esta ocasión los nodos corresponderían a las 535 islas de vegetación de ese paisaje forestal andaluz, unos fragmentos boscosos con una extensión de entre cero y 1.737 hectáreas (42 hectáreas de media). Aunque en este trabajo los investigadores se centraron en 23 nodos que compartían cuatro especies vegetales concretas: jara negra (Cistus salvifolius), mirto (Myrtus communis), lentisco (Pistacia lentiscus) y coscoja (Quercus coccifera). De esta forma, podía analizar patrones de interacción entre los fragmentos de bosques en función de similitudes genéticas significativas.
"En tres de las especies estudiadas se observa un patrón de variabilidad genética espacial común, con módulos o grupos de islas forestales genéticamente muy parecidas entre sí, pero distintas a las islas de otros grupos", detalla Bascompte, que cuenta que cada uno de esos módulos sería una unidad de conservación, es decir, el porcentaje de bosque que hay que preservar para que los procesos ecológicos y la diversidad genética se mantengan en niveles aceptables.
Pero lo más interesante de todo es que los investigadores también han encontrado que algunos de estos fragmentos boscosos tienen una relevancia mayor que el resto para el conjunto del paisaje: "Son el punto clave porque actúan como ‘conectoras’, son como un grifo por donde fluyen los genes por el paisaje entero". "Alguien que viese este paisaje puede pensar que en una zona como esta con 500 rodales no pasa nada si se quita uno o dos, pero si se elimina justo uno de estos fragmentos conectores el impacto sobre todo el conjunto sería tremendo y se empobrecería mucho su diversidad genética", asegura el investigador del CSIC.
"Esto es importante porque si tenemos unos recursos económicos limitados entonces hay que priorizar. Hasta ahora la elección de qué proteger era subjetiva, pero con estas herramientas informáticas podemos determinar los nodos que hay que proteger antes y de manera totalmente objetiva". De los 23 nodos en los que se encontraban las cuatro especies estudiadas por los investigadores, eran uno o dos los 'conectores'. Ahora bien, eran distintos para cada una de estas especies.
(Por Clemente Álvarez, Soitu.es, 13/10/2009)