Cuando la realidad sale a la luz… el círculo se termina de cerrar, quedando demostrado que las cosas son como son y no como algunos pretenden venderlas… Grave error en la conclusión que arriban del estudio al decir que “El endosulfán permanecen en los granos maduros y verdes, y aun en alimentos ya procesados como las milanesas o los aceites, aunque en cantidades permitidas”. Permitido en Argentina, tendrían que aclarar, porque el endosulfán, insecticida y acaricida es un disruptor endocrino altamente tóxico en forma aguda por lo que ha sido prohibido en más de 50 países, que incluyen la Unión Europea y varias naciones de Asia y Africa occidental. A causa de su alta toxicidad y su alto potencial de bioacumulación y contaminación ambiental, una prohibición global sobre el uso y fabricación de endosulfán está siendo considerada bajo el Convenio de Estocolmo.
Estudios de un grupo de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Conicet demostraron que sustancias como el glifosato y el endosulfán permanecen en los granos maduros y verdes, y aun en alimentos ya procesados como las milanesas o los aceites, aunque en cantidades permitidas. Restos de glifosato y endosulfán se encontraron en granos de soja, tanto verdes como maduros. También en alimentos ya procesados y en el suelo usado para la siembra, causando la contaminación de las capas freáticas. Así lo mostraron diversos trabajos de investigación desarrollados por el grupo de Medio Ambiente del Intec (UNL-Conicet), que realizó estudios referentes al uso de glifosato y el endosulfán, plaguicidas ligados al cultivo de la soja.
El glifosato, cuyo nombre químico es N-fosfonometilglicina, se transformó en un herbicida global por su versatilidad para controlar un amplio espectro de maleza que afecta la soja, pero también por formar parte de un paquete tecnológico que ha modificado sustancialmente el sistema agroganadero tradicional. Por su parte, el endosulfán es un insecticida clorado y prohibido en muchos países, pero que en la Argentina sigue siendo utilizado para combatir la chinche verde de la soja.
“Pusimos énfasis en esos dos plaguicidas porque su uso ha aumentado en paralelo al incremento de la superficie cultivada de soja”, indicó María Inés Maitre, investigadora que forma parte del equipo del Intec.
Junto a la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL, el grupo comenzó en 1997 a realizar estudios controlados de fumigaciones en cultivos de soja, analizando tanto el suelo como las plantas y las semillas. “Por ser éstas utilizadas en alimentos es importante saber el nivel de residuos de pesticidas que contienen”, sostuvo. Una síntesis de los resultados obtenidos se presentó en el 2do. Workshop Latinoamericano sobre Residuos de Pesticidas, Alimentos y Medio Ambiente, organizado por la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Residuos en soja
Según la información difundida por la UNL, los investigadores diseñaron un método -modificando la molécula del herbicida y utilizando métodos cromatográficos- capaz de detectar los restos de glifosato en soja. Algo que no es posible mediante análisis comunes. “Ésta es una de las causas por la que existe escasa información con respecto a su residualidad en muestras ambientales y alimentos”, aseguró Maitre.
Para comprobar los niveles de residuos que pueden quedar en las semillas, los investigadores realizaron pruebas con aplicaciones controladas de Roundup (nombre comercial del glifosato) en tres lotes de la localidad de Franck, en el departamento Las Colonias. En muestreos con una aplicación no se encontraron restos del herbicida, pero luego de analizar la soja sometida a más de dos aplicaciones observaron que aparecían residuos. “Si bien estaban debajo de los límites permitidos, ya era un llamado de atención, porque es un cultivo transgénico que encima tiene el agregado de un tóxico muy discutido”, enfatizó la investigadora.
Entre 2000 y 2001, otro estudio hecho en las localidades de Diamante y Sauce Pinto, Entre Ríos, pero sobre aplicaciones en soja verde -un producto muy consumido en Asia-, demostró que restos de ambos plaguicidas también estaban presentes. Además, se realizaron ensayos en soja convencional, es decir, no realizada por siembra directa, y transgénica con distintas aplicaciones de glifosato.
“El lote donde no se aplicó endosulfán (lote testigo) se encontró libre, por supuesto. En otros dos, la aplicación se realizó a distintos días de la siembra, a 90 días, en uno, y a 60 y 92, en el otro. Se desarrolló para la investigación una metodología muy específica, porque había que analizar dos plaguicidas: glifosato y endosulfán. El primero es soluble en agua, pero el otro lo es en solventes orgánicos, porque tiene capacidad para acumularse en grasas. No se podía desarrollar en el mismo análisis la extracción de los dos compuestos. Por ello, se hicieron las investigaciones basándose en normas estandarizadas, pero con modificaciones para poder detectar residuos de endosulfán por cromatografía gaseosa y residuos de glifosato por cromatografía líquida”, detalló Maitre.
En los lotes donde se realizaron las aplicaciones se encontraron restos de endosulfán. También se analizó un metabolito de endosulfán, porque este plaguicida se transforma en tres compuestos diferentes. De todos, el sulfato de endosulfán es uno de los más tóxicos. También se encontraron residuos de glifosato en cantidades permitidas. “El problema es que, a medida que aparecen mayores cantidades de residuos, se elevan los niveles permitidos”, lamentó Maitre.
Restos en procesados y en suelo
Por otra parte, el equipo realizó pruebas en alimentos basados en soja para ver si los tóxicos permanecían a pesar de todos los procedimientos de elaboración. De ese modo, analizaron tofu (una especie de queso), leche de soja, milanesas húmedas y secas. “Se encontró glifosato en las milanesas secas, aunque no en cantidades altas, pero significa que luego de los procesos industriales se siguen hallando residuos. También se trabajó en aceites y allí había residuos de endosulfán”, añadió Maitre.
Por otra parte, el equipo estudió la permanencia de los plaguicidas en el suelo. Según la especialista, el glifosato siempre fue promocionado por su rápida degradación. “Pudimos concluir que, a pesar de que el glifosato se adsorbe, tiene capacidad también para resorberse. Entonces, en épocas muy húmedas y lluviosas puede drenar en el suelo y contaminar las capas freáticas”, continuó.
A la misma conclusión llegó el Inta de Pergamino, que tiene instalados unos lisímetros donde recogen el agua de lluvia. Luego de realizadas las aplicaciones y de cada precipitación, se junta el líquido que se lixivia en el suelo y se analiza para ver cuánto drenó. “Hubo la misma conclusión: en un año en que prácticamente no llovió no encontramos residuos. Pero en un año muy llovedor se encontraron restos de glifosato”, dijo.
Además, realizaron experimentos en laboratorio variando el pH de los suelos. “De qué pH tenga el suelo, es decir, de la acidez o basicidad que tenga, dependerá la disponibilidad de glifosato. Esto puede ser importante, porque junto a los plaguicidas se aplican grandes cantidades de fertilizantes. Las variaciones que se producen pueden afectar la movilidad”, relató.
(Por Silvia Paglioni, Bahianoticias.com, 05/10/2009)