Grupos ecologistas del medio ambiente argentinos se han dado a la tarea de denunciar ante las entidades de control, con pruebas de primera mano, los devastadores efectos del glifosato y de sus componentes, sobre la salud humana, animal y sobre la naturaleza misma, apoyados en los recientes estudios del investigador francés Guilles Eric Seraline, y no dudan en calificar su uso, como una nueva forma de criminal genocidio sobre muchas poblaciones de América Latina.
Los agro tóxicos se utilizan indiscriminadamente sobre asentamientos humanos y reservas agrícolas en Uruguay, Colombia, Brasil y Paraguay, en donde en 2005 se produjo la primera condena penal por homicidio culposo de Silvino Talavera, víctima de una severa deshidratación por vómito y diarrea producidos por la exposición al Roundup, componente activo del Glifosato en aspersión área. Las alarmas parecen haberse encendido, por fin, definitivamente.
La FAO y la OMS no se han cansado de advertir, así mismo, por su parte, sobre los nefastos efectos del veneno y presentan un listado de disposiciones mínimas: “…evitar todo contacto con la boca, piel y ojos… Lavar las manos y piel después de su uso, almacenar en contenedores etiquetados fuera del alcance de los niños.. deshacerse de los envases vacíos..”(Boletín “Por una América Latina libre de David Cordero y Francisca Sánchez).
El laboratorio de Embriología Molecular del Conicet -órgano de investigación argentino-, comprobó, por su lado, que con dosis hasta 1.500 veces inferiores a las utilizadas en las fumigaciones sojeras -Argentina es el segundo productor mundial de soja-, se producen trastornos intestinales y cardíacas, malformaciones y alteraciones neuronales de carácter irreversible.
Su director, Andrés Cardozo, embriólogo molecular e investigador, se queja al señalar que la "ciencia es cada vez más intervenida y privatizada por las corporaciones, lo cual condiciona a los científicos en sus investigaciones", al comentar sobre las amenazas de muerte que ha venido recibiendo por sus denuncias.
Reconocidos científicos de ese país como el neonatólogo Rodolfo Páramo y Hugo Gómez, acaban de presentar un estudio en el que se advierte, vrg, cómo, para citar un solo caso, en la provincia de Misiones-en donde se utilizan sin control plaguicidas para el cultivo del tabaco-, 5 de cada 1000 niños nacen afectados de Meliomelingocele, severa deformación del sistema nervioso central, estimando que el 13% de su población tiene alguna discapacidad. Las taras abarcan, por si fuera poco, un amplio espectro: disruptores endocrinos -interfieren el funcionamiento del sistema hormonal suplantando a las hormonas naturales, bloqueando su acción, o aumentando o disminuyendo sus niveles-,lo que se traduce en incremento de cáncer de testículos y de endometriosis, o sea problemas de reproducción en las mujeres, abortos, embarazos ectópicos y una alarmante tasa de cáncer de mama.
Las palabras se quedan cortas cuando se observan las escalofriantes imágenes de los niños que han estado expuestos a la mortal sustancia. La miseria obliga a los infantes y a sus familias a servir de “banderilleros” -dos o tres veces por semana y por 0.25 U$S. la hectárea-, es decir señalando los sitios en donde se debe fumigar, criminalmente indefensos, pues lo hacen sin ninguna protección, debajo de las avionetas.
Pero ante los crecientes reclamos ya la multinacional Mansato, que produce el glifosato y sus componentes- preparan un nuevo producto, el Dicamba, nueva mortífera versión que con el agente Naranja, sirvió como arma de destrucción en Vietnam.
Mientras no se tomen por parte de los gobiernos drásticas decisiones en contra de esos agentes químicos de muerte y los tribunales latinoamericanos sigan siendo timoratos en sus decisiones, los cantos de devoción a la Mama pacha seguirán siendo una ilusión. Y continuará el silencioso genocidio que se está cometiendo desde los cielos latinoamericanos.
(Por José López Hurtado, Ecoportal, 25/08/2009)