Reservas naturales y parques nacionales fueron concebidos como oasis de vida silvestre, santuarios animales a salvo del destructivo Homo sapiens. Sin embargo, los últimos datos procedentes de África cuestionan la eficacia de esa estrategia conservacionista. Las poblaciones de elefantes, jirafas, impalas y otros animales se han desplomado en los últimos 30 años, tanto en sus hábitats naturales como en los recintos protegidos.
El estudio que lo demuestra se ha basado en 250 inventarios de vida silvestre realizados en Kenia, con datos relativos a los 23 parques y 26 reservas nacionales del país, durante el periodo 1977/2007. Las conclusiones señalan que las poblaciones de animales salvajes cayeron un 40% en todo el país, dentro y fuera de los espacios protegidos. Las caídas más pronunciadas las registraron los parques de mayores dimensiones, se dice en el trabajo publicado en Plos por expertos del African Conservation Centre de Nairobi (Kenia) y de la Universidad de Bristol (Reino Unido).
Los expertos han identificado las causas del fenómeno:
1. Las sequías: recurrentes y prolongadas, las sequías han afectado el interior y el exterior de los parques, causando estragos en sus habitantes. Además, los animales ya no cuentan con la salida de las migraciones, según se indica a continuación.
2. Bloqueo de las migraciones estacionales: el diseño de muchos parques y reservas no tuvo en cuenta los desplazamientos de sus huéspedes —solo una minoría incluyó el circuito migratorio de los grandes herbívoros dentro de su perímetro—, por lo que, al permitir la agricultura en las tierras aledañas, sus administradores facilitaron la destrucción de sus rutas migratorias y fuentes de alimentos. El confinamiento, a su vez, surte efectos negativos: los elefantes, por ejemplo, necesitan mucho espacio, y si se hacinan destruyen la vegetación boscosa, en perjuicio de jirafas, impalas y kudus.
3. La hostilidad de los vecinos: con frecuencia, el establecimiento de los parques ha sido percibido por las tribus locales como una amenaza a su modo de vida, basado en la agricultura y el pastoreo. Su respuesta automática ha sido el furtivismo.
4. El tamaño de los parques: un recinto de gran tamaño resulta más difícil de proteger frente a los furtivos; además, en esas instalaciones no existe el nexo íntimo con las comunidades vecinas que sí se da en parques pequeños, como Nairobi National Park, Amboseli y Nakuru, rodeados de gente sensibilizada y colaboradora, apunta David Western, ex director del Kenyan Wildlife Service, y uno de los autores del trabajo. Asegura este especialista que los citados problemas trascienden a los parques kenianos, y pueden observarse incluso en los de Estados Unidos.
Del diagnóstico se deduce la terapia: implicar a la población de las áreas circundantes, haciéndolas partícipes de los beneficios del ecoturismo, dándoles de ese modo un incentivo para proteger la vida animal dentro y fuera de los parques. "Necesitamos crear parques mas allá de los parques", afirma Western, "y de ese modo animar a las comunidades a cerrar filas con sus propios santuarios de vida silvestre, sus propios exploradores y sus propios esfuerzos conservacionistas". Esas zonas especiales servirían también de tierra de pastoreo para sus rebaños y, durante las sequías, de refugio para los animales salvajes del parque. En un estudio de próxima publicación, Western y sus colegas prometen demostrar que "donde existe ese vínculo entre una comunidad y un parque nacional, las pérdidas de vida silvestre son mucho, mucho menores".
(Por Pablo Francescutti, Soitu.es, 12/07/2009)