En Bangladesh al menos 10 millones de personas beben agua con arsénico de los pozos que promovió la cooperación internacional
"Me salieron manchas en la piel y después empezaron los problemas de riñón. Mi tobillo derecho está muy inflamado y me duele muchísimo, los médicos dicen que debo cuidarme para que no se me gangrene", se queja Sinu Rani, una jornalera de Bangladesh que tuvo de dejar su trabajo por las dolencias. Es sólo una víctima más del mayor envenenamiento colectivo de la historia: cada día millones de personas beben agua de pozos contaminados con arsénico en este país del sur de Asia.
La tragedia es traicionera: la gran mayoría va enfermando poco a poco. Sin darse cuenta. El agua que beben no tiene ningún olor o sabor extraño. Pero con el tiempo -de ocho a 20 años después- empiezan a sufrir manchas en la piel, sensación de ardor, cansancio crónico, pérdida de la sensibilidad en las extremidades, gangrena o daños en los órganos internos que puede evolucionar en cáncer, principalmente de la piel, vejiga y pulmón. Algunos también mueren fulminados por infartos de miocardio. Todos consumen agua extraída de pozos que fueron construidos por la cooperación internacional para frenar otras enfermedades, y que ahora les está matando.
Por si fuera poco, además de los problemas de salud, los enfermos sufren también una grave discriminación. Se enfrentan al desconocimiento del resto, que no sabe que los males que padecen estas personas no son contagiosos. Sahida Begum, tiene 32 años. Vivía de lo que ganaba con un puesto de té en la calle. "Pero cuando me empezaron a salir manchas y grietas en las manos, la gente dejó de comprarme por miedo a infectarse", cuenta esta mujer. "Ahora tampoco me dejan coger agua del pozo limpio. Tienen miedo a que lo contamine", dice. Rani y Begum son vecinas del distrito de Mushinganj. En este lugar, al sur Dhaca, la capital, hasta el 47% de los pozos están contaminados con arsénico, según los datos del Hospital Comunitario de la ciudad. Pero en algunas aldeas la contaminación afecta al 91% de los pozos.
La de Bangladesh es una catástrofe tan grande y tan devastadora que "hace parecer a Chernóbil como un pic-nic de escuela de domingo", ha repetido en varias ocasiones Richard Wilson, el especialista de Harvard que también ha estudiado también los efectos radioactivos en la ciudad de Ucrania.
¿Cuántas personas están expuestas a beber ese agua contaminada? Los recuentos más conservadores -hechos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef, FAO y Banco Mundial- estiman que al menos unos 10 millones de ciudadanos podrían estar actualmente bebiendo de ese agua. Una cifra, además, matizada. Tiene en cuenta que Bangladesh acepta un contenido de arsénico de 50 partes por billón (ppb), una cantidad cinco veces más alta de la que recomienda la OMS en el agua para beber. Así, podrían ser varios millones más si se contemplaran las recomendaciones de la organización internacional.
El Centro Nacional de Información para la Mitigación del Arsénico alertaba, contemplando sus datos de 2008, de que el riesgo de beber agua contaminada con arsénico con concentraciones de más de 50 ppb afecta a unos 20 millones de personas. "Las cifras dependen de qué concentración de arsénico se tenga en cuenta, pero en todo caso hay decenas de millones de personas expuestas en todo el país", asegura el director del programa de investigación de los efectos del arsénico en la salud de la Universidad de California, Allan H. Smith.
El Gobierno reconoce que actualmente se está tratando a más de 38.000 pacientes por diferentes patologías relacionadas con el arsénico. Sin embargo, los enfermos pueden ser más. Los expertos sospechan que muchas personas sufren cáncer sin saberlo o han fallecido sin que se les diagnosticase la causa real de la muerte. El arsénico está por naturaleza en el subsuelo en diversas regiones del mundo. En Asia se ha localizado en algunas partes de India y de China, pero Bangladesh se reconoce hasta ahora como el país más afectado en todo el mundo. Este tóxico ocuparía hasta en el 60% de su territorio, según estudios del Hospital Comunitario de Dhaca y la Universidad de Jadavpur, en Calcuta.
En Bangladesh, antes de los años 1970, la gente no tenía ningún contacto con este contaminante, pues bebía agua superficial, de los ríos y los estanques. En esa época miles de niños morían por diarrea cada año -250.000 según el Banco Mundial-, provocada por los microorganismos que contenía el agua. Para evitar ese problema el Gobierno de Bangladesh y Unicef pusieron en marcha un programa para que la gente se acostumbrase a beber de los pozos que comenzaron a perforar por todo el país. No sabían que estaban dando Arsénico por compasión, haciendo honor al título de la clásica película protagonizada por Cary Grant: al agua de estos pozos no se le revisó los niveles cancerígenos. Los hábitos de consumo de agua cambiaron rápidamente, y el 95% de la población de Bangladesh empezó a utilizar el nuevo sistema. Otras organizaciones de la cooperación internacional continuaron haciendo pozos. La gente también empezó a construirlos por su cuenta. Y fue a principios de los noventa cuando se descubrió el envenenamiento masivo. Cuando ya la población había estado bebiendo agua contaminada a lo largo de muchos años.
¿Estaba Unicef implicado en la construcción de estos pozos? "Implicadísimo", responde el representante de esa organización en Bangladesh, Carel de Rooy. "Por eso salvamos a millones de niños de morir por diarrea", se justifica. "En aquel tiempo no se acostumbraba a hacer pruebas de arsénico", asegura con autoridad este hidrogeólogo, que incluso trabajó en la instalación de ese tipo de pozos en Nigeria.
Muchos aseguran que a toro pasado es fácil culpar a la organización de la ONU. Pero es que ahora se saben cosas que antes se desconocían, como explica Allan H. Smith, de la Universidad de California. Sin embargo, para los activistas, Unicef y otras organizaciones internacionales son responsables, porque cayeron en un error por omisión. "En esa época ya se conocían casos de contaminación por arsénico en Antofagasta (Chile) o en Tseng (Taiwán)", dice el doctor Mahmuder Rahman, del Hospital Comunitario de Dhaca.
Rahman asegura que al mundo no le importa este problema porque Bangladesh es un país pobre. Y porque dentro este Estado también son los más desfavorecidos quienes más lo sufren. "Los que están mal nutridos tienen más riesgo de sufrir el envenenamiento", asegura. "El único tratamiento es dejar de beber el agua contaminada, comer bien y tomar vitaminas". Pero para muchos no consumir ese agua es difícil. Porque todavía no saben que es tóxica; o porque en más de 8.000 aldeas el 80% de los pozos están contaminados. En otras 2.300 son todos los intoxicados.
Desde que se supo del problema de contaminación por arsénico a principios de los noventa, se realizaron una serie de campañas para marcar los pozos con pintura: verde si es seguro y rojo si está contaminado. Pero ni siquiera todos los pozos han sido revisados. Según los últimos datos conocidos, de los 8,6 millones de pozos que hay, sólo un 55% han sido revisados. De ellos 1,4 millones están envenenados (Un 29% de los pozos revisados). Una cifra aterradora que podría crecer.
Cultivos contaminados, cosechas arruinadas
Los organismos luchan para que en las aldeas haya fuentes alternativas de agua sin arsénico: 100.000 de ellas se construyeron entre 2000 y 2005, según datos de Unicef. Este organismo considera que la solución pasa por construir pozos con mayor profundidad donde no se registren niveles tóxicos de arsénico. Desde el Hospital Comunitario de Dhaca aseguran que se deben promover otras medidas al alcance de la población. Como la potabilización del agua de los ríos o de la lluvia, o la instalación de pozos poco profundos que filtren el agua con arena. Creen además, que los que fueron marcados como seguros (sin arsénico) deberían estar en constante revisión: puede que algunos que antes no estuvieran contaminados lo estén ahora.
Gracias a estas campañas de concienciación cada vez más gente conoce el problema, pero aún así el futuro es bastante oscuro. La población ya ha ingerido por muchos años este tóxico, y las enfermedades -como el cáncer- pueden surgir muchos años después de la exposición. El cáncer de pulmón o de vejiga normalmente tarda al menos 20 años en manifestarse después de la exposición, asegura Allan H. Smith, experto de la Universidad de California "Van a aumentar los casos. Es difícil saber cuándo, porque muchos síntomas están latentes", dice el asesor de salud ambiental de la OMS, Andrew Trevett. El empobrecido país tiene problema para rato. "El coste para el sistema de salud en los próximos años será muy alto. El gran número de enfermos hará también que se resienta la economía y la productividad del país", lamenta Carel de Rooy, de Unicef.
Por si fuera poco el arsénico podría estar ya acumulándose en los campos de cultivo: gran parte de las cosechas del país se riegan con agua contaminada. Y no se sabe el impacto que podría tener este tóxico en la cadena alimenticia. "Generalmente la concentración más alta de arsénico se encuentra en las raíces, seguida por los brotes, hojas y granos". "Es muy preocupante que las cosas no hayan mejorado nada en los últimos años: no he visto ningún cambio para bien. La situación es muy mala. La atención y los recursos se han desviado a los problemas del cambio climático", comenta Ainun Nishat, el representante para Bangladesh de IUCN, la red de organizaciones para el medioambiente más grande del mundo.
Aunque el mismo Nishat asesora al Gobierno en temas relacionados con el agua, ve improbable que se llegue a cumplir la promesa de proveer agua limpia para toda la población en 2011. Y mientras tanto la gente sigue sufriendo. "Estoy muy enfadada porque por muchos años bebí de un pozo contaminado y nadie me dijo nada. Ahora estoy enferma y mi marido tan débil que a veces no puede trabajar. Pero lo que más me preocupa es que mis hijos se puedan enfermar después", comenta Salma Begum, una de las millones de víctimas.
(Por Ana Gabriela Rojas, El País, 02/08/2009)