La actividad pesquera de algunos países ricos se ha situado en niveles sostenibles. Desde 1959, el tamaño máximo de las capturas ha disminuido un 22% de media. Un estudio pretende probar la viabilidad de la explotación racional de estos recursos
Las voces de alarma no han caído en saco roto, o mejor dicho, en red rota. En algunas zonas marítimas los recursos pesqueros han comenzado a recuperarse. Lo revela un estudio centrado en diez grandes ecosistemas: en la mitad de ellos la intensidad de la actividad pesquera ha disminuido, situándose ya en niveles sostenibles. Tales pesquerías se localizan en las aguas de California, Islandia, Bering-Alaska, Labrador-Newfoundland (Canadá), la plataforma noroccidental australiana y Nueva Zelanda.
La controversia sobre la cuantía de los recursos ictiológicos se remonta al siglo XIX, cuando Thomas Huxley, el célebre evolucionista, los declaró "inagotables". En el siglo XXI, en cambio, se multiplican las alertas sobre su agotamiento inminente. Al debate se suma ahora el trabajo publicado en Science por un equipo internacional. Sus miembros llegaron a las citadas conclusiones valiéndose de los siguientes parámetros: volúmenes de capturas anuales, estimaciones científicas de cardúmenes explotados, datos de pequeñas pesquerías y modelización ambiental (en vez de medir el impacto de la sobrepesca en una especie, evalúa su repercusión en todo un ecosistema). Asimismo identificaron las medidas que han contribuido a la recuperación: parones biológicos, artes selectivas (evitan capturar especies no deseadas), cuotas de pesca, reducción de flotas y cierres de áreas habitadas por poblaciones vulnerables.
Es cierto que las recuperaciones se han dado en aguas de países ricos, dotados de los recursos técnicos, económicos y legales necesarios (tal es el caso de Estados Unidos, cuyo dispositivo de inspecciones y sanciones funciona con aceptable eficacia). Pero igual hay iniciativas valiosas en naciones en desarrollo. En Chile y México mejoraron la situación de los bancos de moluscos tras limitar su acceso a organizaciones pesqueras nativas. Y en los arrecifes de Kenia, científicos, gestores y comunidades de pescadores han trabajado para cerrar zonas a la pesca y restringir ciertas artes, obteniendo un aumento del tamaño y la cantidad de peces disponibles. "Son éxitos locales, pero dignos de emulación", comenta Tim McClanahan, de la 'Wildlife Conservation Society' keniana.
Hasta aquí las buenas noticias. El informe consigna que desde 1959, el tamaño máximo de las capturas ha disminuido un 22% de media. Los stocks de 166 especies indican que el 63% atraviesa una situación crítica, aunque buena parte de ellos podría recuperarse de adoptarse medidas adecuadas. Lástima que la mayoría de las veces se actúa cuando se ha traspasado el umbral crítico, comentan los investigadores.
El estudio, más que lanzar las campanas al vuelo, pretende demostrar la viabilidad de la explotación racional de estos recursos. "Se puede capturar más pescado con menos esfuerzos e impacto ambiental, siempre que reduzcamos la presión y dejemos a las poblaciones esquilmadas reconstituirse", señala el autor Jeremy Collie, de la Universidad de Rhode Island (EE UU). Eso supone afrontar pérdidas en el corto plazo en pos de los beneficios duraderos que deparará una pesca sostenible; y también asumir que ciertas especies vulnerables no podrán ser objeto de pesca quizás durante décadas.
Esos costos constituyen un gran escollo para los países pobres, incapaces de ofrecer a sus pescadores otras fuentes de ingresos y alimentos mientras sus pesquerías se restablecen. Otro problema difícil de manejar es la pesca furtiva, que supone un 37% de las capturas en el Atlántico centro-oriental. De todos modos, los autores del trabajo insisten en que los ejemplos aportados muestran convincentemente que la recuperación de ecosistemas marinos con una larga historia de sobreexplotación no es una causa perdida.
(Pablo Francescutti, Soitu.es, 30/07/2009)