Como dicen incluso los partidarios más acérrimos, los seguros no son una bala mágica. Pero es evidente que las modernas herramientas financieras podrían ayudar a las naciones más pobres a prepararse contra los desastres naturales, grandes y pequeños, y a responder ante ellos.
Exploramos algunas de estas ideas en el número de esta semana de Nature, echando un vistazo rápido a la manera que se está abordando el debate de los seguros en las continuas Conversaciones sobre el clima de Naciones Unidas. El resultado final es que probablemente habrá que incluir algún tipo de seguro climático en cualquier tratamiento del clima que se haga, tanto en Copenhague como después. Una opción que se cita comúnmente es un seguro indizado, vinculado a fenómenos que puedan medirse objetivamente, como la lluvia. Esto reduce los costes, al eliminar la necesidad de auditorías e investigaciones. En el caso de bienes como los seguros de cultivos, además, se podría dar el dinero a los campesinos inmediatamente después de la lluvia: antes de que llegara el hambre.
Hoy en día, estos programas son pagados por los campesinos y las naciones que compran los seguros, pero las naciones industrializadas es probable que ofrecieran subsidios para cualquier programa de seguros implementado como parte de un acuerdo climático internacional. Lo lógico es que las variaciones climáticas extremas –lo que incluye sequías y fuertes tormentas- se incrementen en un mundo más caliente, lo que significa que también aumentarán los costes y los pagos.
Un reto clave del futuro es cómo escalar programas que beneficien a las comunidades y los campesinos más pobres del mundo. Dan Osgood, investigador del International Research Institute for Climate and Society de Columbia University, señala que los programas piloto que están en marcha hoy se han implementado en general donde hay información disponible relativa a clima, cultivos y aspectos semejantes. Eso significa que avanzar será más difícil. En el caso del proyecto de Etiopía que hemos analizado, Osgood solo contaba con 15 años de datos de satélite sobre las lluvias. El equipo ha instalado un pluviómetro en el pueblo de Adi Ha, que esperan usar en años futuros, pero este año no han tenido otra elección que usar las métricas de lluvia extraídas de los datos de satélite.
Osgood afirma que la cuestión de los seguros podría incrementar la presión sobre los científicos y las compañías de seguros para que extraigan las cifras del impacto del calentamiento global a escalas muy pequeñas. Él se vio obligado a abordar el problema cuando analizó los datos vía satélite y descubrió una ligera reducción de las precipitaciones en los alrededores de Adi Ha. Quizá los científicos puedan describir ese tipo de tendencia como un factor desconocido, esperando más datos. Las compañías de seguros, sin embargo, no pueden ignorar esas tendencias, porque por su propia naturaleza se fija un precio de acuerdo con el principio de incertidumbre. Cuando mayor sea el riesgo, cuanto más incierto, mayor es el precio. "Podría ser una tendencia climática, podría ser solo ruido e incertidumbre, o podría ser un proceso de décadas", afirma. "Pero no necesitamos esperar a saber para redactar el contrato de este año".
(Por Jeff Tollefson, com tradução de Victor García, The Guardian / Globalízate / Ecoportal, 29/07/2009)