Noruega "esconderá" bajo tierra un 4% del total anual de CO2 que genere. El país escandinavo fue el primero en el mundo en almacenar este gas en el subsuelo
Noruega ha decidido situarse en el pelotón de cabeza en tecnologías de secuestro de CO2. A sus logros en este terreno se suma ahora la construcción de una tubería que capturará las emisiones de una refinería y una central térmica y las transportará hasta una cavidad en el subsuelo del Mar del Norte. Por este medio se "esconderá" bajo tierra un 4% del total anual del dióxido de carbono generado por el país escandinavo.
El secuestro de CO2 es una de las estrategias disponibles en la lucha contra el calentamiento global. En teoría, presenta la ventaja de su practicidad: consiste en añadir ciertas instalaciones a la infraestructura industrial ya existente, y, por lo tanto, evitar tener que desmontar toda la economía del carbono. En contrapartida, se trata de una opción apenas probada, cuyo costo y eficacia todavía plantean demasiados interrogantes.
Muchas de las preguntas en el aire las despejará una iniciativa noruega de gran envergadura. El complejo Mongstad incluirá a la refinería de StatoilHydro y a la nueva central térmica que se alzará a su vera, cuyo CO2 será procesado por una planta especial, que lo licuará e inyectará en un depósito situado a 1.000 metros bajo el lecho marino, a 250 kilómetros de la costa. Con un coste estimado en 2.400 millones de euros, la infraestructura entrará en operaciones el año próximo.
Las autoridades noruegas sacan pecho, pero los ecologistas y algunos expertos temen que se produzcan filtraciones en el yacimiento y el gas retorne a la atmósfera. El primer ministro Jens Stoltenberg ha replicado esgrimiendo la experiencia de su país en almacenamiento de CO2, junto con el dictamen de los especialistas que en la Conferencia de Alto Nivel sobre Cambio Climático y Tecnología celebrada en mayo en Bergen, cuantificaron el riesgo de fugas en un 0,2% para un periodo de 5.000 años.
Ciertamente, Noruega cuenta con experiencia en la materia. Fue allí donde por primera vez se almacenó en el subsuelo marino el CO2 producido por la plataforma petrolera de Sleipner (un total de 11 millones de toneladas en los últimos 13 años); y también donde por primera vez se enterraron las emisiones de una central térmica de gas natural. Ambos hitos fueron la respuesta de la industria al impuesto a las emisiones contaminantes establecido por el gobierno la década pasada.
Pero los riesgos no le parecen tan insignificantes a Peter Haugan, del Instituto de Geofísica de la Universidad de Bergen, sobre todo porque no se puede saber a ciencia cierta si el CO2 inyectado se conserva en el lugar deseado. "No hay manera de medir con suficiente precisión el volumen de ese CO2 mediante el cartografiado sísmico", advierte. Greenpeace, por su parte, cuestiona el esfuerzo dedicado a estas tecnologías en lugar de promover las energías renovables.
El proyecto Mongstad igual seguirá adelante, y sus consecuencias trascenderán al país nórdico. Todas las miradas estarán atentas a la eficiencia demostrada por el sistema, sobre todo en Estados Unidos, cuyo presidente Barak Obama ha depositado grandes esperanzas en el secuestro de CO2. Entre tanto, británicos, alemanes y holandeses se han unido a los noruegos en la North Sea Basin Task Force, para estudiar el enterramiento de sus emisiones en el acuífero salino de Utsira, en los fondos del Mar del Norte, con capacidad para almacenar 600.000 millones de toneladas de CO2 (el equivalente a todas las emisiones de las centrales térmicas europeas en los próximos seis siglos).
(Por Pablo Francescutti, Soitu.es, 03/07/2009)