Resulta difícil desvincular la contaminación de la cuenca Matanza-Riachuelo de la vida política de esa zona del conurbano bonaerense. La mayor parte de la población de la ciudad de Buenos Aires ve el Riachuelo con indiferencia. La mayoría de los directamente afectados parecen resignados. Nadie desconoce la situación que empeoró en el siglo XX y que durante más de dos años se ventiló en la Corte Suprema. En julio de 2008 el tribunal mandó hacer aquello que funcionarios públicos habían anunciado como sus propios proyectos, pero la sentencia no se está cumpliendo.
El origen de la contaminación está en lo que la doctrina económica llama externalidades negativas. Son los pasivos ambientales que se descargan en el agua, en la atmósfera, en el suelo y llegan a las napas y los acuíferos. Esto ocurre porque eludiendo el tratamiento de efluentes y residuos se reducen costos, se externalizan los costos. En el Riachuelo a los efluentes industriales se agregan líquidos cloacales sin tratamiento o con tratamiento insuficiente, y residuos sólidos de asentamientos precarios y municipios distraídos.
Las autoridades elegidas, y frecuentemente reelegidas, y en algunos casos recientes postuladas como candidatos testimoniales, han omitido por décadas cumplir con obligación de terminar con las externalidades, acabar con la descarga irresponsable de efluentes líquidos al río y de emisiones de gases a la atmósfera. El Congreso Nacional creó la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) para unificar la gestión, pero el Defensor del Pueblo explicó con claridad que no se ha realizado la gestión encomendada. Actos para firmar “cartas de intención” de la ACUMAR y los intendentes son totalmente ociosas: bastaría cumplir con las obligaciones de la función. Ni los intendentes del conurbano ni el Secretario de Ambiente que fue su abogado para defenderlos en la Corte, necesitan firmar un documento para cumplir con su deber.
Procesar esos residuos tiene un costo que deben asumir los operadores y en cierta medida la autoridad. Es difícil explicar la convivencia que por décadas han mantenido las autoridades municipales y provinciales con los actores económicos de esa parte del conurbano, sin preguntarse cómo se suscitó la benevolencia prolongando una situación que empeora a diario y daña la salud de la población, pero mejora ingresos de las industrias.
La cuenca Matanza Riachuelo por la contaminación recibida a través de los años ha perdido el óxigeno que originalmente tuvo. Actualmente no tolera ni procesa un gramo más de contaminantes, según las conclusiones del modelo matemático elaborado a requerimiento del Banco Mundial y que puede consultarse en la página web de ese organismo internacional.
Los proyectos de Reconversión Industrial que se anuncian no servirán para mejorar el Riachuelo si se autoriza a las empresas para descargar de efluentes conforme la Resolución 1/2007 de ACUMAR. Esa no sólo es negligente en los valores que permite, sino que además resulta conceptualmente equivocada porque no considera las condiciones en que se encuentran el Riachuelo y poco más adelante, el Río de la Plata.
La población que habita la cuenca, con grandes bolsones de bajos ingresos y desocupación, es susceptible de sufrir como integrante pasivo de la cadena del clientelismo. La reforma constitucional de 1994, al establecer la elección directa del Presidente de la Nación, ha potenciado la importancia política del conurbano densamente poblado. Hace unos días, en la Plaza de Mayo, seguramente con la intención de neutralizar el clientelismo, el Rabino Bergman aconsejaba “agarren con las dos manos lo que les den, pero voten como deben en el cuarto oscuro”.
(Por Raúl A. Estrada Oyuela, Ecoportal, 29/04/2009)