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direitos indígenas terras indígenas
2009-03-19
Para la pequeña comunidad de indígenas naso en Panamá, el telón de 2009 se abrió a una desconsoladora escena de conflicto en torno a la prolongada demanda del pueblo nativo de que se respeten su territorio y sus recursos naturales. Al ver que la maquinaria pesada demolía sus casas y desgarraba su tierra, los habitantes de San San Druy en la provincia de Bocas del Toro al norte del país blandieron machetes, arcos y flechas, lanzas y cocteles molotov para repeler a los intrusos.

"Estoy dispuesta a dar mi sangre por la tierra", prometió Lupita Vargas, defensora de 46 años, luego de que los extraños, identificados por su nombre como adversarios de una compañía ganadera, derribaron seis hogares el pasado 17 de enero. "Sólo me iré de aquí muerta." Así se le citó en medios noticiosos panameños.

La colisión entre vaqueros e indígenas había sido anunciada. Ocurrió un mes después de que una asamblea de gobierno tradicional naso envió una carta al presidente panameño Martín Torrijos y a una plétora de otros funcionarios, pidiéndoles que evitaran desalojos violentos en las comunidades que los naso consideran como su herencia de 20 generaciones.

No era la primera vez que los naso se veían acosados por haber demandado sus tierras nativas. Tampoco eran los naso los primeros indígenas de Panamá, ni de Panamérica, que se hallaban en semejante situación. La suya es apenas una manifestación de una historia tan vieja como las montañas y tan histórica como la conquista extranjera del llamado Nuevo Mundo hace más de quinientos años. Es una historia no sólo de codicia, sino de destrucción.

Panamá tiene sobradas razones para estar orgullosa de su diversidad étnica, con casi el 10% de sus dos millones trescientos mil habitantes compuesto de seis grupos indígenas. Los naso, cuyo total se estima en menos de 4,000, se cuentan entre los muchos descendientes originales del país que han preservado estrechos lazos con su idioma, cultura tradicional y patrimonio natural. Dependen para subsistir de la cacería y la recolección, de la pesca y pequeñas parcelas dedicadas a la agricultura. Viven en casas de techumbre de palma que ellos mismos construyen, y viajan en canoas de madera excavada a mano o a pie.

Consideran que está a su cargo proteger a la Madre Naturaleza para su propia supervivencia. En la era de la globalización, su modo y medios de vida se encuentran cada vez más amenazados por megaproyectos como la Presa Hidroeléctrica Bonyik propuesta por Empresas Públicas de Medellín (EPM), así como por desarrollos costeros para jubilados y por la expansión de la industria ganadera. Su desplazamiento ha forzado a algunos miembros de las 11 comunidades naso a trabajar en las plantaciones bananeras que han hecho a las trasnacionales famosas en Centroamérica.

El proyecto Bonyik, una de cuatro presas planeadas para el río Teribe, es tan polémico que en 2005 el Banco Interamericano de Desarrollo suspendió la consideración de los créditos para su construcción que había buscado EPM, empresa con sede se encuentra en Colombia, país vecino de Panamá. Pero AES Corp, con base en Estados Unidos, ha seguido buscando financiamiento para las presas.

Estas presas y otros proyectos de nuestros tiempos forman parte del modelo de desarrollo posmoderno que explota los recursos naturales de las comunidades rurales fundadas en la tierra para fomentar el consumo irracional y la acumulación de fortunas en los centros urbanos y sobrepoblados. Esto, para muchos, equivale a la emigración forzada. El modelo nunca toma en cuenta los usos y consideraciones tradicionales relativos a la propiedad: excluye a los habitantes locales de la toma de decisiones y de cualquier posición supervisora. Provoca especulación inmobiliaria, y además, causa estragos en el equilibrio de la naturaleza, que en muchos casos, como el de los naso, ha estado bastante bien protegida hasta hace muy poco, gracias al conocimiento y prácticas tradicionales que han producido proyectos económicos alternativos como el ecoturismo que beneficia el desarrollo social local y la conservación de la biodiversidad.

La degradación resulta particularmente atroz en el caso de los naso, si se considera que sus costumbres constituyen parte integral de una reserva biosférica que abarca el Parque Internacional Amistad y la Reserva del Bosque de Palo Seco, dos áreas protegidas en la Cuenca del Río Teribe y parte de un sitio de interés mundial, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Para empeorar la situación, los funcionarios responsables de las embrolladas instituciones y leyes federales que rigen el uso del suelo se revelan incapaces, cuando no negligentes, a la hora de administrar justicia en estas circunstancias.

Los funcionarios locales dijeron a reporteros que se habían expedido órdenes de desalojo respecto de la acción legal de los ganaderos de Bocas, pero durante su cumplimiento no se presentó autoridad alguna. "Consideramos al gobierno panameño directamente responsable de los abusos, amenazas y violaciones a los derechos del pueblo naso, específicamente los perpetrados por la Compañía Ganadera de Bocas, S.A., ya que el problema de tierras, límites y caminos de acceso entre las comunidades naso y la Compañía Ganadera de Bocas no existiría hoy si los tuviéramos definidos por la comarca naso que propusimos." Así lo enuncia la declaración que emitieron los naso en diciembre, conocida como Resolución 8. La Fundación Naso , entidad privada no lucrativa, señala que alrededor de 1,500 vecinos naso de la Compañía Ganadera de Bocas han estado tratando durante 50 años de lograr el reconocimiento oficial de la tierra de sus antepasados.

La estructura legal panameña permite gobiernos indígenas semiautónomos parecidos a los del sistema de consejos tribales en las reservaciones indígenas de Estados Unidos. A estas unidades se les denomina comarcas, y desde 1938 pertenecen a las tribus kuna, emberá, wounan, ngobe y buglé. Los nasos han estado intentando establecer una comarca durante los últimos 38 años.

Es la misma historia desde el Océano Antártico hasta el Mar del Ártico; éste es un espacio de vastedad impresionante, y ya sería tiempo de no esperar más a que las autoridades de las sociedades dominantes reconocieran el interés y derechos legítimos de las comunidades de subsistencia al autogobierno y la autodeterminación. Por el contrario, parecen estar agravando las circunstancias.

La sociedad civil organizada, consciente de que el caso de los naso es uno entre muchos, han respaldado su causa. Hoy los naso se han ganado el apoyo en su lucha contra los programas de privatización de las tierras y del agua que toman los recursos del dominio público y los colocan en manos de unos cuantos empresarios. Cientos de organizaciones apoyan a los naso en el marco de la Redlar , una coalición social continental extensa y en crecimiento. Este acrónimo en español designa a la Red Latinoamericana contra las Presas y por los Ríos, sus Comunidades y el Agua. En términos amplios, el objetivo de esta coalición es promover un modelo de desarrollo alternativo basado en el uso más racional de los recursos naturales y la distribución más equitativa de los beneficios de éstos.

Sin embargo, evidentemente es necesario presionar más al gobierno panameño para hallar una salida justa para todos los interesados, incluyendo la vida salvaje megadiversa y endémica del ecosistema privilegiado de Bocas del Toro. Los lectores que deseen ayudar, pueden unirse a una campaña de envío de cartas basadas en un modelo de mensaje y en los contactos que proporciona el blog Abia Yala, Pacha Mama.

(Por Talli Nauman, Journalism to Raise Environmental Awareness, Ecoportal, 18/03/2009)

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