Más de 80 organizaciones de la sociedad civil de 20 países enviaron un
fuerte mensaje a científicos reunidos en Copenhague, con una
declaración conjunta que fue redactada durante el Foro Social Mundial
en Belém, Brasil: “El mundo mejor que buscamos no es con
geoingeniería.” La declaración se publica al tiempo que un pequeño
grupo de científicos de alto perfil se reúnen a discutir ciencias
climáticas en Copenhague, con la idea de presionar a los gobiernos a
que apoyen y financien experimentos de geoingeniería en el planeta. El
Grupo ETC, organización internacional de la sociedad civil con sede en
Canadá, publica la declaración, que se enfoca en la fertilización
oceánica, una de las más controvertidas tecnologías de geoingeniería.
Los grupos que la apoyan afirman que “la fertilización oceánica y otros
esquemas de geoingeniería, injustos y de alto riesgo, son una respuesta
equivocada al reto que presenta el cambio climático global.”
“En
el Foro Social Mundial”, explica Silvia Ribeiro del Grupo ETC en
México, “todo mundo estaba preocupado por dos experimentos de
fertilización oceánica que estaban a punto de violar la moratoria de
facto del Convenio sobre Diversidad Biológica de la ONU. Uno era el
vertido de hierro en el Mar de Scotia, experimento de India y Alemania
(denominado LOHAFEX) y el otro es una propuesta para arrojar urea en el
Mar de Tasmania (encabezado por Ian S.F. Jones, quien participa en el
Panel de Geoingeniería en Copenhague este miércoles por la mañana). La
iniciativa LOHAFEX fue cuestionada por el Ministro Alemán del Ambiente
pero siguió adelante. El barco RV Polarstern, desde donde se realizó el
experimento, encallará en Punta Arena, Chile, el 17 de marzo. La
declaración contra la geoingeniería estará recibiendo firmas hasta esa
fecha.”
“La reunión en Copenhague representa una gran
oportunidad para que los geoingenieros se muevan de la periferia de la
investigación científica hacia el centro del debate y por lo tanto
presionan a los gobiernos para que financien sus experimentos,” añade
Diana Bronson de la oficina en Montreal del Grupo ETC. “Los científicos
tratan de sonar razonables -continúa Bronson- diciendo que los
gobiernos de cualquier manera deben reducir sus emisiones de gases de
invernadero y que la geoingeniería debe considerarse como ‘Plan B’. Sin
embargo, en Copenhague insistirán en que el clima se encuentra en un
extremo y que los gobiernos serían negligentes si no exploran otras
soluciones tecnológicas.”
El Grupo ETC, quien encabezó la
campaña para una moratoria sobre fertilización oceánica en el Convenio
de Diversidad Biológica en mayo pasado, pugna porque la limitada
moratoria sobre geoingeniería se expanda para incluir cualquier
experimento en la estratosfera, en el océano, así como experimentos en
gran escala con “biochar” (carbón vegetal). Hasta hace un par de años,
los científicos eran prácticamente unánimes en que tales experimentos
son demasiado peligrosos para siquiera considerarlos. Ahora, ante el
panorama de glaciares derretidos en Groenlandia y el Ártico, algunos
argumentan que los gobiernos no pueden responder lo suficientemente
rápido como para prevenir el desastre.
“Estamos de acuerdo en
que la crisis del clima ha alcanzado un momento extraordinariamente
peligroso”, afirma María José Guazzelli del Centro Ecológico, uno de
los grupos que firmaron la declaración en Belém, “pero hemos visto que
los gobiernos carecen de la voluntad política para reducir las
emisiones, detener la deforestación o promover los cambios necesarios
en los modelos de producción y consumo que afectarían los intereses de
las corporaciones. ¿Podemos esperar realmente que los gobiernos que por
tres décadas no han tenido ni la perspectiva ni las agallas para
enfrentar el calentamiento global, colaboren ahora en la
reestructuración masiva del planeta?”
“Los geoingenieros en la
reunión de Copenhague quieren darnos terapia de choque”, asegura Diana
Bronson. “Todo se está derritiendo, nadie hace nada, así que los
científicos deben venir a rescatarnos, dicen. Podríamos responderles
que acabamos de tener un experimento científico muy interesante: otros
científicos presentaron evidencia a los gobiernos del mundo para ver si
eran capaces de mantener sus promesas de Kyoto de reducir los gases de
invernadero. El experimento demostró que muchos gobiernos reniegan de
sus acuerdos internacionales, nunca cumplen sus metas nacionales y
abusan de la información científica para engañar a sus ciudadanos.
Ahora, esos geoingenieros proponen otro experimento: ver si los mismos
gobiernos pueden manejar de manera segura el clima de nuestro planeta.
Ya sabemos la respuesta.”
Según Pat Mooney, director ejecutivo
del Grupo ETC, el aspecto más aterrorizante de la geoingeniería es que
-a diferencia de los acuerdos globales para reducir las emisiones, que
requieren de cooperación internacional, los geoingenieros pueden actuar
solos. “El sucio secreto de las propuestas de geoingeniería es que un
solo superpoder, un puñado de mañosos o incluso una pequeña coalición
de interesados, puede reorganizar el planeta sin la aprobación de
nadie. La geoingeniería significa que los países del Norte -que
ocasionaron el calentamiento global- serán quienes puedan protegerse a
sí mismos, con su dedo en el termostato. Los países del Sur -que ya
sufren los peores efectos del calentamiento global- no tendrán control
sobre el termostato y tendrán que defenderse por sí mismos.
La
geoigeniería como “solución rápida” es una ilusión, insiste el grupo
ETC. Las propuestas de geoigeniería más importantes que se discuten
ahora desviarán el tiempo y el dinero de las soluciones reales, que
serían más efectivas y menos peligrosas. No hay un atajo para la
reducción de emisiones, la protección de nuestros bosques y tierras y
para hacer cambios necesarios en nuestros estilos de vida. Hay una
urgente necesidad de conservar y utilizar -de una forma social,
económica y ambientalmente sustentable- la diversidad biológica del
mundo, de modo que podamos adaptarnos a las cambiantes condiciones
climáticas. En vez de enfocar nuestra atención en especulaciones
científicas, los gobiernos deben promover una diversidad de estrategias
diseñadas para los ecosistemas y culturas locales. “Ya tenemos una
crisis de pobreza e injusticia”, concluye Silvia Ribeiro, “Hay que
resolver esto, en lugar de apoyar acciones que exacerbarán el abismo
entre los ricos y los marginados, causando más daño a la salud del
planeta.”
(
EcoPortal, 14/03/2009)