Los camellos destruyen las escasas fuentes de agua y los humedales, sustento para muchos animales del desierto". Además, estos mamíferos tienen "un impacto negativo importante en las plantas, y perjudican directamente a las comunidades aborígenes que encuentran en ellas las medicinas naturales.
Primero fueron los canguros y ahora le toca el turno a los camellos. Un estudio del centro de investigación australiano 'Desert Knowledge CRC' afirma que más de un millón de estos animales está devastando los desiertos del país. La solución que propone: aumentar su consumo.
La población de camellos australianos (Camelus dromedarius) está fuera de control", declara el último informe de este centro de investigación que estudia el estado de salud de los desiertos del país y según el cual, "la plaga de camellos" está dañando el frágil ecosistema del desierto australiano. "Estos animales suponen una importante amenaza para los recursos naturales y culturales de las comunidades aborígenes: acaban con los pozos de agua, dañan la vegetación y perjudican a otros animales".
Para el profesor Murray McGregor, uno de los autores del estudio, "una solución para disminuir la población de estos mamíferos es aumentar su consumo". Según este investigador, que asegura haber probado el camello, "aunque parezca una carne muy 'fea', sabe como la vaca y es excelente para la salud".
El centro 'Desert Knowledge CRC', situado en pleno desierto en la ciudad de Alice Springs, estima que al menos un millón de camellos amenaza las tierras más áridas del país, una cifra que podría duplicarse en nueve años si no se controla. Las zonas más afectadas del continente son el Territorio Norte, el desierto Simpson, y los límites donde se encuentran los tres estados australianos del Norte, Sur y Oeste. En total, un área que supone una tercera parte del continente.
Estos animales ungulados, que fueron introducidos en Australia a finales del siglo XIX y principios del XX — y que podrían llamarse dromedarios por su única joroba— , "son muy cautelosos y se camuflan fácilmente en áreas poco habitadas, por eso la mayoría de la gente desconoce el daño que originan". En cifras económicas, el centro de investigación estima que el daño que ocasionan podría traducirse en 15 millones de dólares. Para McGregor, "los camellos destruyen las escasas fuentes de agua y los humedales, sustento para muchos animales del desierto". Además, estos mamíferos tienen "un impacto negativo importante en las plantas, y perjudican directamente a las comunidades aborígenes que encuentran en ellas las medicinas naturales, sin olvidar que en ocasiones, invaden comunidades alejadas en busca de alimento y agua causando accidentes, además de constituir un riesgo en la extensión de enfermedades de animales".
El estudio —en cuya presentación se celebró una barbacoa de camello— insiste en la necesidad de controlar estas poblaciones, que a pesar del daño que causan, son una potencial fuente de alimentación y turismo. "Nuestro objetivo es reducir la densidad de población en un camello por cada 10 km2, lo que podría implicar unos 400.000 animales en total. Por un lado, este control limitaría los daños que ocasionan, y por otro, se podría destinar su carne a la alimentación, aprovechar sus pieles, o cercarlos en pequeñas áreas (aunque esto sería muy costoso)", explica Glenn Edwards, investigador del departamento de 'Natural Resources, Environment, The Arts and Sport' del gobierno del Territorio del Norte australiano y otro de los autores del estudio.
El caso de los canguros
Comer canguros. Esta fue también la solución propuesta hace apenas unos meses por un estudio de la 'University of New South Wales' que proponía sustituir los ganados de vacas y ovejas por canguros, para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el estudio, si se sustituyeran 7 millones de vacas y 36 millones de ovejas por 175 millones de canguros que produjeran la misma cantidad de carne, para el año 2020 se podría reducir un 3% de las emisiones cada año. El metano que expulsan los sistemas digestivos de las vacas y ovejas constituye el 11% de las emisiones anuales de efecto invernadero de Australia. Por el contrario, "los canguros producen cantidades de este gas de forma insignificante".
(ALMUDENA MARTÍN, Ecoticias, 21/12/2008)