“Deberían llevar a cabo una investigación sobre Monsanto. Todos nosotros tenemos necesidad de saber quién es realmente esta multinacional americana que se está apoderando de las semillas y, por ende, del alimento del mundo”. La denuncia de este agricultor indio no cae en saco roto, sino en el de una curtida periodista de investigación (leer al margen). Marie-Monique Robin ha realizado ya varios documentales sobre la biodiversidad y lo que la amenaza. El nombre de Monsanto le es, por tanto, familiar. Una multinacional norteamericana con un currículo espantoso: uno de los mayores contaminantes de la era industrial (leer recuadro), hoy, líder mundial de los OMG y cuyo monopolio amenaza la seguridad alimenticia mundial. Marie-Monique se lanza a la investigación pasando días y noches en Internet. Primera sorpresa: “Todo estaba ahí desde hacía tiempo, en frente de nuestras narices. Esta sociedad ha tenido tantos juicios que muchos datos internos de la empresa están desclasificados y disponibles en línea. Luego, fui a comprobarlos en el terreno”.
Durante tres años, la periodista recorre el planeta, América del Norte y del Sur, Europa y Asia. Meticulosamente, junta las piezas del puzzle. Muy especialmente tras la negativa de los dirigentes de Monsanto de concederle una entrevista, ella no renunció a darle la palabra a la firma por medio de archivos escritos y audiovisuales. “Su libro no es un panfleto repleto de fantasías o de cuentos, advierte Nicolas Hulot en el prefacio. Saca a flote una realidad terrorífica”. De hecho, es edificante la historia que nos cuenta Marie-Monique. Orwell no lo hubiera hecho mejor…
Una empresa dispuesta a todo
Mentiras, falsificaciones de estudios, presiones a políticos, científicos y medios de comunicación… Su documental de cerca de dos horas y su libro dejan al descubierto, de manera muy didáctica, los métodos poco escrupulosos empleados por una empresa dispuesta a todo para enriquecerse. Los testimonios revelan la increíble capacidad de Monsanto para infiltrar los órganos de decisión. La Organización de Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO en sus siglas inglesas), la Food and drug administration (FDA), es decir, la agencia federal encargada de la seguridad de los alimentos y de los medicamentos, e incluso la Casa Blanca… A base de colocar sus peones en las instancias más altas, Monsanto ha hecho un malabarismo nunca visto: la adopción del “principio de equivalencia sustancial”, por el cuál se declara una planta OMG similar a una planta tradicional. Este principio, adoptado en todas partes del mundo, ha permitido la expansión planetaria de los cultivos OMG sin ningún control serio de sus efectos sobre la naturaleza y la salud humana.
Desde finales de los años noventa, las semillas transgénicas de Monsanto han invadido el mundo. En 2007, éstas cubrían cien millones de hectáreas (es decir, el 7 % de la superficie cultivable mundial). Gracias a la comercialización de estos OMG, Monsanto aspira a promover una “agricultura de proximidad que garantice la autosuficiencia alimenticia”. ¿Es posible que esta multinacional, causante del agente naranja o del PCB (Policloruro de bifenilo) se crea llamada a resolver el hambre en el mundo?. “La autosuficiencia alimenticia depende de la biodiversidad. Sin embargo, los OMG de Monsanto no cumplen esta regla, se oponen a la seguridad alimenticia”, asegura Marie-Monique Robin, precisando: “No estoy en contra de los OMG, estoy en contra de los OMG de Monsanto”. Lejos de promover la diversidad de semillas, lo que hace la firma norteamericana es instaurar en el planeta el monocultivo, poniendo en peligro la supervivencia de los agricultores. Ya que más allá del riesgo sanitario que podrían contener los OMG, lo realmente dramático, actualmente, son sus consecuencias económicas. Monsanto se ha impuesto a los agricultores del mundo entero gracias a una arma ingeniosa: las patentes. Este derecho de propiedad intelectual obliga a los agricultores a comprar las semillas de un año para otro. De la India a los Estados Unidos, los agricultores viven atemorizados por las acciones judiciales, si no es que están arruinados por los precios prohibitivos de las semillas.
Comprenderemos, pues, que Monsanto no se anda con chiquitas. Aquellos que osaron meterse con la multinacional han pagado el precio: científicos humillados o despedidos, periodistas llevados ante la justicia, etc. A la vista de las revelaciones de Marie-Monique Robin, hay porqué inquietarse: “cuando alguien lleva a cabo este tipo de investigación se vuelve un poco paranoico”, confiesa.
Toma de conciencia ciudadana
Hace algunos días que la presión remite. El motivo es que un imponente muro de protección se erige entre la periodista y Monsanto: se trata de los ciudadanos que se apoderan de su investigación. “Ocurrió de repente. De la noche al día, había más de 10000 visitas en Internet”. Adelantándose incluso a la publicación del libro y a la difusión del documental. Esta toma de conciencia ciudadana constituye la mejor protección contra la multinacional y, a su vez, su meta: “Los periodistas no sólo sirven para cargar con los micros. Tenemos un rol social y político que jugar. Deseo que la gente se enrolle con lo que les incumbe”. Su investigación podría muy bien aportar una pieza decisiva en el debate que mantienen actualmente los parlamentarios franceses. La película se presentará en el la Asamblea Nacional el 31 de marzo.
(Combat Monsanto, 16/10/2008)