En la celebración del Día Mundial de la Alimentación, que se articula este año en torno al lema "Seguridad alimentaria mundial: los desafíos del cambio climático y la bioenergía", Greenpeace recuerda que el cambio climático amenaza gravemente a la capacidad de las poblaciones del planeta para alimentarse. Esto afecta en mayor medida a los más pobres, quienes ven minada día a día su soberanía alimentaria.
Según la FAO, actualmente hay 923 millones de personas afectadas por el hambre (1), 75 millones más que un año antes y, según el Banco Mundial, 33 países están en peligro de desestabilización y conflictos internos debido al aumento de los precios de los alimentos (2).
Cambio climático y hambre
Según la FAO, el cambio climático producirá un fuerte aumento de las personas hambrientas en los próximos años. China, el país con más habitantes del mundo perderá su capacidad de alimentar a su población en 2030 debido a los efectos del cambio climático (3). Como resultado de una combinación de factores (aumento de temperaturas, pérdida de tierras cultivables, escasez de agua, condiciones meteorológicas extremas, enfermedades vegetales o aumento de plagas), la producción alimentaria china caerá un 23% en 2050 con respecto a los niveles de 2000. Una situación que también se dará en muchos otros países.
“Nuestras administraciones deben realizar un cambio de modelo para que la agricultura deje de ser una de las causas que contribuyen al cambio climático y pase a convertirse en parte de la solución", ha declarado Juan-Felipe Carrasco, portavoz de agricultura de Greenpeace. (4).
Agrocombustibles
En ausencia de criterios ambientales y sociales, el cultivo a gran escala de agrocombustibles, en lugar de ser una de las posibles soluciones al cambio climático, contribuye a aumentar sus efectos.
En 2007, EE.UU empleó 54 millones de toneladas de maíz para producir bioetanol (5), mientras que la UE utilizó 2,85 millones de hectáreas (6) para cultivos agroenergéticos. Si esta tierra se hubiera utilizado para producir alimentos, se habrían generado unos 68 millones de toneladas de granos, suficiente como para alimentar a 373 millones de personas cada año (7). Esto equivale a la población de los 28 países menos desarrollados de África.
“Esta carrera por los mal llamados biocombustibles está contribuyendo a disparar los precios de los alimentos y a destruir los bosques primarios", añade Carrasco.
Transgénicos
El último informe de la Evaluación internacional del conocimiento, ciencia y tecnología en el desarrollo agrícola (8), elaborado por cerca de 400 científicos y firmado por 60 países, afirma la urgencia de un cambio radical en el modelo de producción de alimentos. Científicos y representantes de los gobiernos han evidenciado la necesidad de una transición de la destructiva agricultura industrial hacia la adopción de métodos de cultivo basados en la biodiversidad y en los beneficios de las comunidades locales y no de las grandes empresas.
Este documento también concluye que técnicas como la ingeniería genética no son ninguna solución al alza de precios de los alimentos, la pobreza, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático (9). Los transgénicos no contribuirán a solucionar el hambre, "son una tecnología monopolizada por un grupo de empresas que se comportan como 'dictadores de la alimentación', impiden ejercer el ancestral derecho a guardar e intercambiar semillas, socavan las bases de una agricultura social y medioambientalmente sostenible y concentran la riqueza", afirma Carrasco.
Pesca
El pescado es la principal fuente de proteínas animales para unos dos mil millones de personas en todo el mundo, particularmente en algunas de las zonas costeras más pobres de África, Asia o Latinoamérica. La sobreexplotación de los recursos pesqueros y el aumento del consumo de pescado en los grandes mercados de Europa, Japón y Estados Unidos, amenazan la subsistencia de comunidades pesqueras enteras, que se ven privadas del acceso a un alimento tan completo como el pescado, a la vez que pierden una fuente de empleo fundamental. Es imprescindible garantizar los derechos de las comunidades de pescadores y dar prioridad de acceso a los recursos a las flotas artesanales, para que el pescado siga contribuyendo en el futuro a la satisfacción de las necesidades básicas de estas poblaciones.
La confluencia de la crisis alimentaria y financiera global junto a los impactos del cambio climático, exigen la inmediata puesta en marcha de cambios significativos en las políticas y los modelos productivos. Para que se garanticen la seguridad y la soberanía alimentaria mundial, Greenpeace exige a los gobiernos:
- El incremento de las inversiones públicas en investigación y desarrollo de modelos de producción agroecológicos que contribuyan a la lucha contra el cambio climático.
-La inmediata suspensión de la financiación a la industria de los transgénicos y una prohibición de las patentes sobre semillas.
- La eliminación de las subvenciones a la agricultura destructiva, químico y petro-dependiente.
- El abandono de los objetivos de incorporación mínima obligatoria de agrocombustibles para el transporte. Al mismo tiempo, limitar el consumo y las emisiones de CO2 de los vehículos con medidas obligatorias de ahorro y eficiencia.
- La implementación de una legislación que garantice que los cultivos agroenergéticos no amenacen la soberanía alimentaria, especialmente en los países empobrecidos.
- La reducción de la capacidad de las flotas de pesca, particularmente en el sector más industrial y la restauración de los ecosistemas marinos degradados por décadas de sobrepesca.
(Greenpeace, 15/10/2008)