En Brasil se construye una fábrica de pulpa celulósica con una capacidad productiva de 1.300.000 toneladas anuales de celulosa blanqueada de eucalipto, lo que equivaldría a un 30 por ciento más que la producción de la controvertida planta de Botnia en Fray Bentos, Uruguay. Se levanta en la ciudad de Tres Lagoas, lindante con el Río Paraná. Los expertos consultados por RENA contraponen visiones cuando analizan los posibles grados de contaminación. Brasil constituye el principal país productor de celulosa del Mercosur, seguido por Chile.
Con apoyo financiero oficial
La construcción de esta gigantesca pastera está a cargo de la empresa brasileña Votorantim Celulose e Papel, según informó el diario uruguayo La República. Para el biólogo Norberto Oldani, miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC) de la ciudad litoraleña de Santa Fe, el emprendimiento, contó con el apoyo financiero del gobierno brasileño y trabaja para ocultar los contaminantes que arrojará al río.
“La emisión de tóxicos al medio, llámense pasteras, plantas químicas o fumigaciones pueden tener un altísimo impacto ambiental: pérdida de especies, pérdidas de producción e incluso la muerte de personas”, dijo Oldani a RENA y agregó que el río Paraná en Brasil tiene rota la integridad ecológica.
En cambio, para la ingeniera química María Cristina Area, directora del Programa de Investigación de Celulosa y Papel (PROCYP), de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales, de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM), también en el litoral del país, todos las procesos de producción de pulpas celulósicas presentan algún grado de impacto ambiental, pero actualmente algunos procesos han avanzado tanto en las medidas de mitigación que sus emisiones son mínimas. “Es malo que una fábrica de celulosa no respete las Mejores Técnicas Disponibles (MTD), pero aún cuando esto sea así, no se producen ni muertes humanas, ni enfermedades ni se imposibilita la producción de otros sectores en su alrededor”, sostuvo.
Grado de impacto ambiental
Sobre el daño ambiental que puede generar la pastera, Area explicó que actualmente las fábricas de pulpa celulósica modernas tienen un impacto comparable al de cualquier otra industria y que sobre la mortandad de peces en el rió Paraná, no hay motivos para que una fábrica de celulosa la provoque si respetan las MTD. “Cuanto más nueva es una planta industrial, menor es su grado de impacto”, expuso a esta agencia. “En caso de no respetarlas tienen que incumplir muchas normas, incluso con perjuicio económico propio para que, tal vez, se pueda producir una mortandad de peces. Además en ríos caudalosos como el Paraná o el Uruguay este efecto es mucho más difícil que se produzca”, subrayó.
Asimismo, desde su punto de vista profesional, la fábrica puede verter sus residuos líquidos en los ríos o lagos. Sobre este punto destacó que “existen muchas fábricas que descargan efluentes a lagos, por ejemplo la fábrica finlandesa Aänekoski, que produce 500 mil toneladas anuales de pulpa Kraft blanqueada y se encuentra a orillas del lago Päaijänne. También sobre el lago, frente a la fábrica, está el club de los empleados de la fábrica, donde se bañan sin inconvenientes”, apuntó.
Pero una postura opuesta fue la de Sergio Giachino, integrante de Iniciativa Popular de Difusión Ambiental de Gualeguaychú (IPODAGUA), organización que reúne a personas pertenecientes o en relación a la Ciudad de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos. “Por la intensidad de producción que tienen estas plantas que están instalándose en nuestra región, el radio de contaminación que abarcan es de 100 km a la redonda. Los contaminantes que emanan son de altísima toxicidad y afectan directamente al medio ambiente y a la salud de los pobladores”, indicó.
Entre las enfermedades más graves que producen están el cáncer, las malformaciones y enfermedades respiratorias. Además, dijo a esta agencia, estas industrias generan desmontes de bosques autóctonos para plantar el eucaliptus necesario para su producción, lo que genera también el uso desmedido de agroquímicos en zonas no aptas para el crecimiento de este árbol y consumen gran cantidad de agua dulce.
Sobre el uso de agroquímicos en la actividad forestal, el Licenciado Gustavo Braier, opinó que no se envenena ni la tierra ni el agua cuando se utilizan los químicos apropiados en dosis adecuadas. “Igualmente, la ciencia y la tecnología avanzan con el objeto de lograr que el impacto de estos elementos sea lo más eficiente posible”, expresó.
Métodos de producción, eje de discusión
El funcionamiento de esta planta en Brasil, como otras en Sudamérica, demanda más de 80 millones de litros de agua dulce por día (1000 litros por segundo), parte de la cual volverá al río con una carga importante de contaminantes tóxicos orgánicos e inorgánicos y a temperatura elevada. Esto, enfatizó Giachino, afectará irreversiblemente la calidad de la misma y la vida de las especies que habitan el río, sumada la contaminación aérea que produce un olor nauseabundo.
Sin embargo, la profesional Area quien también coordina la Red Iberoamericana de Docencia e Investigación en Celulosa y Papel (RIADICYP), reveló que las fábricas que utilizan el método Kraft o pulpado químico para separar las fibras de la madera, sí producen compuestos malolientes pero no se consideran tóxicos. “Lamentablemente, el olor producido intencionalmente por la fábrica de pulpa kraft, puede relacionarse con funciones del cuerpo o de descomposición biológica”, aseveró, y mencionó que es imposible que el olor pueda sentirse a 30 kilómetros de una fábrica con el adecuado tratamiento técnico de estos gases.
Empleo de dióxido de cloro: un punto controversial
Desde IPODAGUA y otras organizaciones ambientalistas como Greenpeace, se denunció el manejo del dióxido de cloro. Detalló Giachino que se trata de un potente agente oxidante que produce compuestos orgánicos dorados, entre ellos dioxinas y dibenzofuranos los cuales pertenecen al grupo de compuestos llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), dado que pueden mantenerse en el medio ambiente entre 10 y 30 años sin alterarse.
Esta mirada es confrontada por la directora del PROCYP que aclaró que “las fábricas modernas que utilizan sistemas de blanqueo libre de cloro elemental (ECF), y totalmente libre de cloro (TCF), generan niveles indetectables de dioxinas que no presenta riesgo alguno ni para la población presente ni para la futura”.
Según su óptica, las empresas pueden aplicar la tecnología más moderna en el proceso o tratamiento de efluentes, contar con la certificación ISO 14000 y cumplir con todas las normativas ambientales. “Incluso, la norma ISO 14000 exige la elaboración de un plan de contingencias ambientales para evitar daños potenciales”, afirmó la profesional.
Para los integrantes de IPODAGUA, esas normas no son aplicables. El control efectivo de estos compuestos contaminantes requiere de tecnología sumamente costosa, muy difícil de llevar a cabo en nuestros países. A esto se suma un factor decisivo que facilita la acción de las pasteras, y es que los gobiernos locales les ceden territorios como “zonas francas” donde las empresas no tienen control estatal. “Y no es casual que se instalen sobre el Acuífero Guaraní, que es el reservorio de agua dulce más grande del mundo, y que aun hoy no haya legislación adecuada que los proteja”.
El Río Paraná y los desastres antrópicos
El río Paraná nace en Brasil, resulta fronterizo entre Brasil y Paraguay, y hacia el sur es frontera entre Paraguay y Argentina donde se encuentran las plantas de celulosa argentinas como Alto Paraná, Puerto Piray y Papel Misionero. Luego, más al sur, el Paraná ingresa completamente en territorio argentino. Además de estar rodeado por fábricas de celulosa, el río presenta una depredación de los recursos pesqueros como consecuencia de la pesca indiscriminada, y organizaciones como SOS Río Paraná luchan por evitarlo.
Según el biólogo Oldani, la situación de los recursos pesqueros en la Cuenca del Plata es sumamente delicada. Y sobre el particular explicó que “La cadena de represas segmentó el río y produjo la pérdida de la mayoría de las especies de los peces migradores, como sábalos, dorados, surubíes, entre otros, hoy la especie dominante es el amarillo. Además como la situación no es reconocida, el problema no recibe ni siquiera un tratamiento mínimo, en Argentina todavía tenemos la suerte de que organizaciones como SOS Río Paraná luchan con éxito por la conservación de esos recursos”, manifestó.
Todas las pasteras se ubican en orillas de los ríos y según el PROCYP es necesario porque el agua es elemento fundamental en la fabricación de pulpas y papeles. “En la fabricación de pulpa, papel y cartón, el agua se utiliza principalmente como medio de dispersión y transporte de las fibras y aditivos. También se utiliza como fluido de intercambio de calor”, determinó.
Botnia y Votorantim ¿una misma cara?
Según IPODAGUA las plantas celulósicas producen distintos tipos de emisiones: atmosféricas, efluentes líquidos y residuos sólidos. Y tal como declaró la empresa finlandesa Botnia las emisiones atmosféricas diarias contienen: 1.037kg de material particulado, 924 kg. de dióxido de azufre, 2.590 kg de emisiones volátiles y 4.838.000 kg. de gases de efecto invernadero. El método que la papelera utiliza, en la ciudad uruguaya de Fran Bentos, para la obtención de la pulpa de celulosa es el método Kraft que utiliza dióxido de cloro para el blanqueado de la misma, el mismo que utilizará la empresa brasileña Votorantim Celulose e Papel.
Este método, señaló Giachino, consiste en triturar la madera en pequeñas astillas y luego mandarla a grandes tambores en donde se mezcla con importantes cantidades de agua y ácidos para disolver las astillas transformándose en pasta celulósica, como esa pasta generalmente tiene un color café se le agrega cloro para lograr blancura.
Para Oldani los compuestos químicos que arrojan las plantas de celulosa modernas son más o menos similares a la de Botnia y lo que varia es la cantidad que está relacionada con la producción y los controles. “Si la empresa brasileña arroja un 30 por ciento más que Botnia, lo primero que salta a la vista es que en Brasil hay menor control que en Botnia. Si a Botnia la hubieran dejado hacer lo que quería o no hubiera tenido presión de la sociedad estaríamos frente a un caso similar al de la empresa Votorantim.”
En Argentina, si bien se firmó el Convenio de Estocolmo sobre Compuestos Orgánicos Persistentes en mayo del año 2001, no existe legislación que establezca límites de emisión de dioxinas. Y en Brasil, como ya se dijo, las empresas están amparadas bajo zonas francas que las eximen de impuestos y el país representa el principal productor de celulosa del MERCOSUR, seguido por Chile y en tercer lugar Argentina.
(Por María Belén López, Agencia de noticias RENA, 02/10/2008)