Parece poquísimo, 0,015 miligramos por litro. No se detecta a simple vista, ni tampoco lo percibe el gusto. Pero se trata de arsénico en el agua -tanto de pozo como de red-, y su consumo prolongado puede provocar lesiones en la piel y cáncer. Es un grave problema de salud pública, ya que más de 4 millones de personas corren riesgo de enfermarse e incluso morir por esta causa.
El origen del arsénico es natural, y se debe a procesos geológicos. Una investigación publicada en 2006 por la Secretaría de Ambiente de la Nación identificó áreas arsenicales en al menos 16 provincias (435.000 kilómetros cuadrados). De hecho, la Argentina es uno de los países con mayor población expuesta en el mundo.
Identificada desde principios del siglo XX, la enfermedad se conoce como hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE), y puede aparecer luego de un período variable de exposición a niveles mayores a 0,010 miligramos por litro en agua de consumo diario (bebida y cocción de alimentos). Se caracteriza por numerosas lesiones y tumores en la piel, sobre todo en zonas no expuestas al sol.
"Estos tumores malignos pueden ser una manchita con escamas en la superficie. Hay lesiones que son nódulos, otras que parecen úlceras, otras como verrugas. También pueden aparecer lesiones en palmas de las manos y plantas de los pies, la queratodermia, donde se ve la piel engrosada y de color más oscuro", explica la doctora Ana Acosta, de la Sociedad Argentina de Dermatología. Precisamente la SAD hará una campaña durante la semana próxima, para concientizar a la población y a los propios especialistas.
El consumo crónico de agua con arsénico también es un factor de riesgo alto para el cáncer de vejiga y de pulmón. Además está asociado a diabetes, neuropatías, hipertensión y nefropatías. Los más vulnerables son los niños, las mujeres embarazadas y en lactancia, las personas desnutridas y los pacientes renales y hepáticos. Sin embargo, se ignora por qué en un mismo hogar puede haber un nieto enfermo y una abuela sana.
"Todo el sistema de atención médica tiene una débil conciencia sobre el tema -señala el director de Determinantes Ambientales del Ministerio de Salud, Ernesto de Titto-. Hicimos un programa de capacitación en muchas provincias, pero no hay un registro adecuado: nadie puede decir cuánta gente enferma hay". Acosta subraya que pocos dermatólogos saben reconocer una enfermedad que se puede frenar, pero no tiene cura.
En mayo de 2007 y en consonancia con la OMS, el Código Alimentario Argentino redujo de 0,05 a 0,01 miligramos por litro el máximo de arsénico permitido en agua de red. Las empresas proveedoras tienen cinco años para adecuar sus plantas, pero "muchas cooperativas no tienen los recursos necesarios para garantizar la calidad", advierte De Titto.
En algunas localidades, los mismos vecinos advirtieron el problema y exigieron una solución. Ocurrió en Carlos Casares, donde la planta de abatimiento de arsénico montada tras la movilización popular aún no logra bajar de 0,07 miligramos por litro. "La gente que puede, compra agua mineral", cuenta Lidia Iluminatti, que lideró los reclamos (ver Una ciudad...).
Pero en partidos cercanos -Nueve de Julio, Pehuajó, Bolívar, Coronel Dorrego- no existe la misma conciencia, ni certeza de que las canillas ofrezcan agua segura. "Los entes controladores deberían mirar si los proveedores cumplen con la ley. Algunos miran bien, y otros no", comenta De Titto.
"En La Matanza, donde hay muchos asentamientos nuevos, la gente toma agua de pozo con altas concentraciones de arsénico", observa Marta Litter, investigadora del Conicet y de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), y docente de la Universidad Nacional de San Martín.
"Salud termina viendo las consecuencias, pero es un problema de ordenamiento ambiental", advierte De Titto. Por eso, la solución depende de cada lugar. En el norte de Mendoza, donde hay núcleos de 50 a 70 pobladores, el Ministerio de Salud está por instalar pequeñas unidades de potabilización. En zonas de población rural aún más dispersa, la Secretaría de Ambiente apoya a organizaciones campesinas para construir tinglados con aljibes para recoger el agua de lluvia. Se comenzó en el norte santiagueño y continuará en Chaco, Córdoba y Mendoza, cuenta el director de Gestión Ambiental de Recursos Hídricos, Miguel García.
La doctora Litter coordina Iberoarsen, una red de 46 grupos de investigadores de 17 países. Los de la Argentina acaban de redactar una declaración donde piden a los gobiernos nacional y provinciales "que declaren política de Estado las acciones tendientes a solucionar el problema de la presencia de arsénico en aguas de consumo".
(Por Sibila Camps, Clarin, 04/09/2008)