La comunidad internacional de científicos ha alertado, en dos artículos publicados en la revista Science, sobre los efectos en el ecosistema global de un exceso de emisiones de nitrógeno provenientes de la producción energética y alimentaria. El nitrógeno reactivo sintético se acumula en suelos, agua, atmósfera y aguas oceánicas litorales y, afirman, contribuye al efecto invernadero, la contaminación atmosférica, al «smog» fotoquímico, la lluvia ácida, «zonas muertas» en el litoral, y a la reducción del ozono estratosférico. Este trabajo ha sido cofinanciado por la Unión Europea.
Según el Dr. James Galloway de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), que participó en los dos estudios, «el público no sabe aún mucho sobre el nitrógeno, pero es en muchos sentidos un tema tan importante como el del dióxido de carbono y, debido a las interacciones entre el nitrógeno y el carbono, el reto que supone proporcionar comida y energía a la población mundial sin dañar el medio ambiente se convierte en un reto extraordinario.» «Estamos acumulando nitrógeno reactivo en el medio ambiente a un ritmo alarmante y cabe la posibilidad de que resulte tan grave como las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.»
El nitrógeno se produce de forma natural en el medio ambiente y supone el 78% de la atmósfera terrestre. En su estado inerte no resulta perjudicial. Sin embargo, las enormes cantidades de nitrógeno y sus compuestos que se generan en la producción en masa de fertilizantes y en el uso de combustibles fósiles son altamente reactivas.
«El nitrógeno es necesario en las plantaciones, pero debido a la ineficacia de plantas y animales para absorber nitrógeno, tan sólo un diez o un quince por ciento del nitrógeno entra en el cuerpo humano en forma de comida. El resto se pierde en el medio ambiente y se introduce en la atmósfera por combustión», aclaró el Dr. Galloway.
Un único átomo de nitrógeno podría crear una reacción en cascada que afectase al equilibro natural de los ecosistemas y por lo tanto a la salud humana. Por ejemplo, un átomo de nitrógeno depositado en un lago en forma de ácido nítrico podría matar a peces e insectos. Podría luego trasladarse hasta el océano, donde podría contribuir a crear mareas rojas -brotes masivos de algas- y zonas muertas. En última instancia, este átomo podría terminar de nuevo en la atmósfera donde, en forma de óxido nitroso gaseoso, contribuiría al efecto invernadero y destruiría el ozono atmosférico.
Centrándose en el impacto del nitrógeno en los océanos, uno de los estudios añade que, a pesar de que el nitrógeno, como fertilizante que es, aumenta la actividad biológica marina y, por tanto, eleva en un diez por ciento la capacidad del océano para actuar como sumidero de dióxido de carbono (CO2), al mismo tiempo este efecto produce a su vez óxidos nitrosos (N2O) tóxicos.
«Durante el último siglo, la actividad humana ha influido de forma extraordinaria en el ciclo natural del nitrógeno -quizá incluso más que en el del carbono- y creemos que el daño causado irá en aumento», comentó el profesor Peter Liss de la Universidad de East Anglia, participante en uno de los estudios, quien además hizo hincapié en que la única solución pasaría por reducir tanto el uso de los fertilizantes basados en el nitrógeno como la polución automovilística. «Es de vital importancia que los responsables políticos tomen cartas en el asunto para frenar esta situación.»
«La fertilización de los océanos a causa de las actividades humanas provoca un gran impacto en el intercambio de dióxido de carbono y óxido nitroso, dos gases de efecto invernadero, y debería considerarse en las futuras previsiones sobre el cambio climático», afirmó el profesor Robert Duce, autor principal de uno de los artículos de la Universidad de Texas A&M.
El Dr. Galloway está de acuerdo: «Debemos empezar cuanto antes a controlar el uso del nitrógeno de manera integral, reduciendo la tasa de creación de nitrógeno reactivo y sin dejar de producir la energía y los alimentos que mantengan a una población mundial en aumento.» Estos estudios contribuyen a diversos proyectos financiados por la Comisión Europea dentro del Sexto Programa Marco (6PM), la Fundación Europea de la Ciencia (FEC) y la iniciativa por la Cooperación europea en el campo de la investigación científica y técnica (COST).
(Ecoticias, 21/05/2008)