Conafor publicó listados completos de todas las reforestaciones. México no cumplió con las metas asumidas ante la ONU: sembró 204 millones de árboles de 250 millones comprometidos; en once estados predominan plantaciones de arbustos, agaves y cactáceas, con un registro cercano a 130 millones. La magia de las cifras no alcanza para maquillar los logros de Pro Árbol y otros programas de reforestación aplicados en México durante 2007. La publicación de los listados completos de todas las plantaciones abiertas con recursos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) revela que 334.2 millones de ejemplares fueron plantados, pero sólo alrededor de 204 millones corresponden a especies arbóreas.
Esto deja en entredicho el cumplimiento de la promesa que el presidente Felipe Calderón hizo ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de aportar 25 por ciento de la meta mundial en la materia. Los datos que lo desmienten surgen precisamente cuando el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en una misión técnica, buscará certificar en las semanas siguientes la reforestación lograda, según lo declaró la pasada semana el secretario federal de Medio Ambiente, Rafael Elvira Quesada.
De hecho, en once entidades federativas, correspondientes a las regiones Norte y Centro Norte, donde se extienden los semidesiertos, Pro Árbol fue en realidad “pro nopal”, ya que allí se plantaron aproximadamente 126.5 millones de plantas del género Opuntia, es decir, el nopal y su parentela. Opuntia en México presenta cinco subgéneros y 104 especies. Aunque se reproducen en vivero, el método más simple de diseminarlas es cortando y plantando pencas de las nopaleras.
La información es accesible en la página de Internet de la Conafor (www.conafor.gob.mx), donde está en exhibición el “resumen ejecutivo 250 millones”, que ofrece resultados estado por estado y plantación por plantación.
Si el lector se limita a leer la estadística, los logros parecen impecables. Cuando se pasa a la especie plantada, la sonrisa cambia. Un árbol (del latín arbor,-?ris) es una “planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo”, dice la Real Academia. La copa suele ser ancha, a veces lujuriante. La cantidad de biomasa de un solo individuo es diez o hasta cien veces mayor a la de un nopal, y su efecto sobre el microclima, la captación de agua y la retención de suelo es muy superior. Las cactáceas están adaptadas a climas más secos, son pequeñas y cumplen muy importantes funciones ambientales, pero de ningún modo se acercan a la definición de árbol.
En el sitio web de la Conafor, se abre el informe ejecutivo mencionado y después se despliega el cuadro de “concentrado nacional”. En la columna llamada “bajo reglas de operación” (o sea, el Pro Árbol) se muestra el total de plantas, que suman allí 253 millones 208 mil. Coahuila y San Luis Potosí encabezan las cifras, con 44.4 y 38.4 millones de vegetales. No obstante, su contribución de viveros no alcanza ni 5 por ciento de lo que plantaron.
Si la operación se concentra en las otras entidades del semidesierto, las cifras gruesas son igual de reveladoras. Los once estados aportan 33 millones de plantas de viveros, y sumadas a otros programas, generan un total de plantas disponibles de 41.2 millones. Sin embargo, allí se implantaron 167.8 millones de supuestos arbolitos... porque 126.5 millones son nopales, arbustos y agaves de diversas especies.
Ni Opuntia ni agave proceden de vivero, porque su sistema de plantación no lo requiere: son pencas o hijuelos. Por eso no es extraña la bajísima producción de planta en los estados de Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas, entre otros, comparado con la enorme cantidad de especímenes reportados como plantados.
Todo esto se puede fácilmente confirmar al revisar los datos de cada estado, plantación por plantación y especie por especie.
Esto lleva a dos escenarios: uno, si se toma la cifra total que ofrece la Conafor de haber plantado 334 millones 199,092 en las 32 entidades federativas, sólo se contarían como árboles alrededor de 204 millones; el resto, cerca de 130 millones (126 millones 503 mil concentrada en once estados del semidesierto) no son árboles, sino pencas de nopal, hijuelos de agave e incluso arbustos.
Dos, si se toma la cifra de 253 millones 200,826 como la válida debido a que corresponde específicamente al Pro Árbol las cifras de no árboles alcanzan prácticamente 50 por ciento del total.
Ambas posibilidades demostrarían un incumplimiento de metas y sobre todo, el maquillaje de datos ante la ONU. Algunos forestales consideran la siembra de especies no arbóreas como algo válido para cumplir metas de reforestación; otros lo estiman como un fraude, además, debido a que los costos de producción de planta están en buena medida simulados. La reforestación de 2007 costó alrededor de mil millones de pesos, pero entonces, con ese dinero sólo se produjo la mitad de planta prevista.
¿Cuál es la ventaja obtenida en comparación con las reforestaciones de la anterior Administración? Muy poca. El promedio anual de árboles plantados por los programas de reforestación del sexenio previo, fue de 200 millones de individuos con presupuesto federal (ver el documento de la Conafor, página 10, en la liga.
Si a esto se agrega que la tendencia histórica de supervivencia de árboles es muy baja (el secretario Elvira habla de 60 por ciento en el primer año; pero nadie asegura más de 20 por ciento que llegue realmente a adulto y realice de forma amplia su papel ambiental), la desconfianza de los críticos termina confirmada: parece un programa para engordar cifras, más allá de la realidad. ¡Vaya confusión! Si los míticos árboles de la vida hubieran sido nopales o arbustos, el paraíso original de todas las cosmogonías hubiera sido distinto: con calor seco, sed endémica, espinas y demasiadas serpientes tentadoras.
(CEJA, Eco Portal, 07/05/2008)