Está en la barrera Wilkins, un sector de la Península Antártica. Es la tercera vez que una capa helada en esa región colapsa en los últimos 10 años. Los científicos atribuyen el hecho a los efectos del calentamiento global. Los expertos no son apocalípticos al punto de ver en este suceso un preanuncio de las catástrofes climáticas vaticinadas en el filme "El día después de mañana". Pero sí lo valoran como una señal de advertencia sobre las ya indisimulables consecuencias del calentamiento global: una masa de hielo de 415 kilómetros cuadrados se desprendió ayer en el oeste de la Antártida, según informó el British Antarctic Survey (BAS).
El bloque está unido al conjunto de la barrera de hielo Wilkins -que se extiende por 13.000 kilómetros cuadrados sobre el Océano Glaciar Antártico y está a unos 1.600 kilómetros de Sudámerica- por un fino istmo helado comprendido entre dos islas. El riesgo tiene que ver con la rapidez con que se está produciendo el descongelamiento y las consecuencias que éste podría acarrear. En los últimos 50 años, en la región se registró el mayor aumento de temperaturas a nivel mundial, con un promedio de medio grado por década.
El desprendimiento de Wilkins -una plataforma que fluye sobre el mar- se agrega al que se produjo el último 28 de febrero, cuando una placa de más de 40 kilómetros de la misma barrera se desintegró por el aumento de las temperaturas. De todos modos, hay otros antecedentes preocupantes: en enero de 1995 colapsó la barrera Larsen A, y entre enero y febrero de 2002 también se desintegró la barrera Larsen B.
Los investigadores del BAS afirmaron que "si bien los témpanos se desprenden naturalmente de la plataforma, desplomes como éste se están dando con más frecuencia en las últimas décadas".
Consultado por Clarín, el ecólogo Hernán Sala, integrante del Instituto Antártico Argentino, sostuvo que "este fenómeno es producto de un incremento de las temperaturas, en particular en esa región antártica". La barrera Wilkins tiene un espesor de 400 metros aproximadamente y, según Sala, en la Península Antártica, el 80 por ciento de la superficie de las barreras ha colapsado en los últimos treinta años ."El calentamiento está dado, por un lado, por ciclos naturales de miles de años y, por el otro, por la acción humana con la liberación de gases invernadero, básicamente dióxido de carbono y metano", dijo el ecólogo. Para Sala, este inmenso témpano no representa en sí mísmo un peligro, "porque los barcos que navegan en la zona tienen que tener precauciones en cuanto a la navegación. Tampoco puede provocar un incremento en los niveles de los mares, porque la barrera ya estaba en el agua".
De todas maneras, si este proceso se hace crónico, los expertos estiman que, en el largo plazo, el aumento del nivel de los mares será inevitable y afectará a territorios donde las inundaciones se darán con mayor frecuencia.
"Toda la Península Antártica tiene mayor temperatura que el resto del continente antártico -explicó Mariano Memolli, director del Instituto Nacional Antártico-. Esto es lo que produce una rotura como la de Wilkins." Y advirtió: "Si este proceso continúa hay que monitorear que no afecte al hielo continental, porque si eso ocurre entonces sí aumentaría el nivel del mar."
Por su parte, para el glaciólogo Eugenio Yermolín, de la Dirección Nacional del Antártico, el caso Wilkins no es un asunto menor: "Las barreras sirven como reguladores naturales del clima y de la actividad de las corrientes oceánicas. Cuando desaparece una de estas barreras se produce otro tipo de circulación oceánica, otro tipo de clima, porque es como un espejo de la radiación solar. Al influir en el clima local, podría afectar también el clima global en una aceleración del aumento de la temperatura", afirmó el científico.
(Clarin, 27/03/2008)