Los expertos en materias primas agrícolas llevan siguiendo muy de cerca el impacto negativo que el desarrollo de los biocombustibles está teniendo en el coste global de los alimentos, y consideran que la batalla entre ambos sectores, que hasta hace poco se había mantenido entre bastidores, se ha convertido en protagonista indiscutible de la actualidad.
Cuando el afamado Robert J. Froehlich, presidente del Comité de Estrategia de Inversión de Deutsche Bank, colocó a los sectores de la energía y de los alimentos en el primer y segundo puesto respectivamente en su lista de diez recomendaciones de inversión para el 2008, no pensó bien en las consecuencias socio-económicas que recomendaciones como la suya podrían tener en el mundo entero.
Posiblemente, los cientos de inversores presentes en la charla que Froehlich ofreció el pasado mes de enero en Chicago siguieron las recomendaciones del presidente, sumándose a la corriente imparable de individuos que estos días invierten desenfrenadamente en futuros sobre materias primas agrícolas en el Chicago Board of Trade, CBOT, el mercado de derivados más grande del mundo.
Esta potente corriente de inversión es una de las tres razones, pero no la más importante, detrás de las dramáticas subidas de los precios en el sector de las materias primas agrícolas. Tendencia que fue bautizada en nuestro país por este diario como ‘agflación’.
Aunque la causa fundamental de la agflación sea el progresivo aumento de las clases medias en los países emergentes como China e India, lo que provocó el salto de un 20% en los precios globales de los alimentos en el 2007 fue el aumento de la producción de biocombustibles, generados a base de maíz y de soja. Según el Banco Mundial, como resultado de las políticas de promoción de la industria de los biocombustibles, un 20% de los cultivos de maíz en Estados Unidos y un 68% en Europa se destinaron en el 2007 a la producción de energías renovables.
La batalla sale a la luz pública
Recientemente, varias voces comenzaron a señalar las negativas consecuencias de este súbito aumento de los precios. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, PMA, publicó en su página web un informe sobre el impacto de la agflación en la nutrición de millones de centroamericanos. Según el informe, la ingesta calórica de una comida regular en El Salvador no llega al 60% de lo que era en mayo del 2006. La directora ejecutiva del PMA, Josette Sheeran, concluyó el informe advirtiendo que el mundo está entrando en una “nueva era de hambrunas.”
Pero no sólo en el tercer mundo pueden observarse los estragos de la agflación. En los países desarrollados, grupos de consumidores están comenzando a sacrificar la compra de determinados tipos de alimentos, como la carne fresca, para llegar a fin de mes. El presidente George W. Bush dijo hace unos días que la industria de las renovables se enfrentaba a un nuevo problema: el precio del maíz. “El tema alimenticio y el tema energético van a chocar,” dijo Bush.
Greg Wagner, analista asociado de materias primas para la compañía Ag Resource, una firma de análisis del mercado de materias primas con sede en Chicago, dijo a Cotizalia que la tensión entre el sector energético y el alimenticio lleva sintiéndose desde hace un tiempo entre bastidores, pero que ahora comienza a subir al escenario.
“Hay fuerzas en ambos campos que se están aprovisionando para la batalla que les espera,” dijo Wagner, refiriéndose a los lobbies, especialistas en comunicación o eventos públicos contratados por los dos sectores para defender su posición.
Mientras, compañías como Monsanto o fundaciones como la de Bill Gates están desarrollando nuevas tecnologías que permiten alterar la genética del maíz, de tal manera que se pueda plantar en zonas de sequía donde antes resultaba imposible cultivarlo, según dijo a Cotizalia Joseph L. Parcell, profesor del departamento de economía agrícola de la Universidad de Missouri.
Sin embargo, este tipo de manipulación de los alimentos tiene sus reticencias en Europa. “Si la Unión Europea abriera sus puertas a todas las categorías de alimentos genéticamente modificados, esto le daría un respiro de cara a combatir la inflación agroalimentaria,” dijo Parcell.
En el caso de que los avances en este sector no permitan satisfacer las fuertes e imparables demandas de materias primas agrícolas, Parcell tiene claro que autoridades en el mundo entero terminarán sacrificando el campo de los biocombustibles en favor del de los alimentos.
(Econotícias, 07/03/2008)