A primera hora de la mañana de hoy, varios activistas de Greenpeace han desplegado una pancarta de más de 120 metros cuadrados en la planta incineradora de Son Reus en la isla de Mallorca con el lema “quemar basuras contamina”. Los ecologistas quieren denunciar así una de las prácticas más contaminantes, la incineración de residuos. Greenpeace ha elegido la incineradora de Son Reus, un punto negro de la contaminación en España, porque la isla de Mallorca tiene uno de los sistemas de gestión de residuos más contaminantes del Estado, centrado casi en exclusiva en la quema de basuras.
La mayoría de las basuras de la isla acaban incineradas, lo que genera más de 100.000 toneladas de cenizas y escorias, un grave impacto ambiental y un problema de salud pública. El Consell de Mallorca, además, tiene en proyecto usar las escorias de Son Reus en obra civil, lo que extendería el problema de la contaminación por toda la isla a través de cementos, tuberías, bordillos y asfaltos. Las escorias son materiales altamente heterogéneos y variables y no se pueden incluir en cementos asegurando su viabilidad técnica y mucho menos la protección de la salud humana y el medio ambiente.
El caso de Son Reus vuelve a mostrar la permisividad y complicidad de las administraciones públicas con las empresas. Un ejemplo de esta colaboración es la ampliación del contrato que el Consell de Mallorca ha concedido a la empresa TIRME para gestionar los residuos de la isla hasta el año 2041. Greenpeace demanda al Consell un nuevo plan de residuos que incluya un calendario de cierre de la incineradora y apueste por un modelo centrado en la reducción, reutilización y reciclaje.
“Es totalmente inadmisible que se dé el monopolio de los residuos durante más de treinta años a una empresa que solamente busca quemar la máxima cantidad de basuras para obtener los mayores beneficios. Esto va en contra de las tres medidas básicas de una buena gestión de basuras; la reducción, la reutilización y el reciclaje y de la supuesta sostenibilidad predicada desde el Consell”, ha declarado Julio Barea, responsable de la campaña de contaminación de Greenpeace.
Ni el Govern balear ni el Ayuntamiento de Palma de Mallorca están impidiendo que el Consell Insular ceda a TIRME un negocio de gestión de residuos que se fundamenta en quemar residuos con graves consecuencias ambientales y sanitarias y potencia el cambio climático. Es más, el Govern balear no considera las escorias ni las cenizas residuos tóxicos y peligrosos y el Ayuntamiento de Palma ha cedido los terrenos para la ampliación de Son Reus y no ha puesto traba alguna a TIRME. Esto demuestra la falta de voluntad política por resolver un problema que no deja de crecer y la connivencia de los políticos con un modelo de gestión de residuos que esconde un negocio detrás.
Las incineradoras como la de Son Reus emiten varios tipos de partículas ultrafinas, denominadas, en función de su diámetro, PM2,5 y PM1. Los filtros de las chimeneas retienen entre el 5 y el 30% de las PM2,5. Sin embargo la legislación no recoge límites para las PM1, mucho más finas y perjudiciales, y que los filtros no pueden retener. Estas partículas llevan adheridas metales pesados y compuestos orgánicos peligrosos. Una vez en el aire, no se frenan en la nariz ni en los bronquiolos, por lo que pasan a los pulmones y directamente al riego sanguíneo, atravesando la membrana celular y provocando alteraciones del ADN. También producen enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón.
La quema de basuras provoca, además, la emisión de metales pesados como el mercurio que al ser muy volátil pasa directamente a la atmósfera. Otros elementos que salen por las chimeneas de las incineradoras son las dioxinas, los furanos, los PCBs, los PAHs, los COVs... todas ellas sustancias muy tóxicas y persistentes en el medio ambiente. Estos compuestos son carcinógenos, capaces de alterar el sistema hormonal y dañar los sistemas inmunológico, reproductor y nervioso e interferir en el desarrollo intelectual infantil.
Los residuos que provoca la quema de basuras (cenizas y escorias) son mucho más contaminantes que la basura antes de ser quemada. Todas las sustancias tóxicas y peligrosas que no se emiten a través de las chimeneas acaban en las cenizas y escorias. La quema de residuos provoca que entre un 26 y un 40% de lo que entra en la incineradora se transforme en escorias y cenizas, unos materiales que, dada su toxicidad, tienen que gestionarse y almacenarse en vertederos de seguridad.
Los estudios más recientes sobre cambio climático y gestión de residuos, como el realizado para el Ayuntamiento de Londres por la consultora Eunomia en octubre de 2007, señala la incineración una de las peores técnicas para la gestión de residuos, ya que la emisión de gases de efecto invernadero supera los supuestos beneficios de la generación de electricidad asociada a la mal llamada “valorización” de los residuos.
(
Greenpeace, 18/02/2008)