Greenpeace ha presentado hoy el informe “La industria acuícola y de engorde: un reto de sostenibilidad” en el que resalta la necesidad de que la acuicultura abandone sus actuales prácticas destructivas y avance hacia la sostenibilidad. Este informe, realizado por los Laboratorios de Investigación de Greenpeace en la Universidad de Exeter, Reino Unido, muestra la manera en la que la industria puede y debe evolucionar hacia la sostenibilidad; y ofrece a los grandes puntos de venta varias referencias para asegurar que los productos acuícolas que venden sean sostenibles. Greenpeace pide a estos puntos de venta que retiren de sus estanterías todos los productos procedentes de la acuicultura insostenible.
Dado el continuo declive de los stocks pesqueros, la demanda de langostino, salmón, atún, tilapia y otros peces de acuicultura no cesa de crecer a nivel mundial. En tan sólo cinco años el porcentaje de pescado y marisco procedentes de la acuicultura ha aumentado del 33% al 43% actual.
El informe de Greenpeace muestra los severos impactos ambientales y sociales de esta industria. Los más importantes son:
* sobrepesca: el uso de peces para la elaboración de harina y aceite de pescado para alimentar a muchas de las especies que se crían y engordan en las granjas de acuicultura no disminuye la presión sobre las pesquerías, sino que en muchos casos la empeora. La cantidad de peces necesaria para que un salmón engorde un kilo es de entre 4 y 5 kg. En el caso del atún rojo, esta cantidad se eleva hasta los 20 kg por cada kilo de pez producido.
* contaminación química: a las jaulas y a los estanques de producción se añaden una gran cantidad de productos químicos y de fármacos para controlar los virus, las bacterias, los hongos u otros patógenos, poniendo en riesgo la biodiversidad cercana. El uso de antibióticos supone también un riesgo potencial para la salud pública, al favorecer el desarrollo de resistencias. En el caso del salmón, las últimas investigaciones apuntan a que la infección por piojos marinos en las granjas provocará una disminución del 99% de las poblaciones locales de salmón rosado en las próximas cuatro generaciones.
* invasión de especies foráneas: la fuga de especies en un medio del que no son originarias provoca casi siempre consecuencias negativas para las especies autóctonas. Un ejemplo lo encontramos en la fuga de salmones del Atlántico en el océano Pacífico, donde ha desplazado a poblaciones autóctonas como la trucha arcoiris migratoria de Norteamérica, al competir con ellas por la comida y el hábitat.
* abusos de derechos humanos: la ubicación de las granjas impide el acceso a las áreas costeras que, en muchos casos, son un territorio de uso común de las comunidades locales. En el caso de la cría de langostino tropical en países como Filipinas, Vietnam, Tailandia, Bangladesh, Ecuador, Honduras o Brasil, se ha producido el desplazamiento de comunidades costeras a gran escala, muchas veces sin compensación económica y sin recibir a cambio un lugar alternativo donde poder vivir. En países como Bangladesh, más de 150 asesinatos están directamente relacionados con la acuicultura.
* destrucción costera: la ubicación de estas granjas en espacios costeros de alto valor ambiental provoca un deterioro irreversible de su riqueza natural, como en el caso de la destrucción de bosques costeros de manglar en todo el mundo. En España encontramos ejemplos como el Plan de Acuicultura de Galicia, que plantea invadir espacios de la Red Natura 2000 europea.
“Es vital que tanto consumidores como distribuidores de estos productos conozcan los impactos reales de la acuicultura y elijan lo que comen y venden sin necesidad de agotar ni destruir los recursos del Planeta”, declaró Paloma Colmenarejo, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.
Dada la gravedad de estos impactos, Greenpeace recomienda a los puntos de venta que sólo se abastezcan de productos acuícolas que puedan garantizar que no provienen de la destrucción.
La organización ecologista pide además a los productores que pongan en marcha las siguientes medidas para hacer sostenible la acuicultura:
* utilizar piensos de origen vegetal que procedan de agricultura sostenible;
* minimizar el uso de harinas y aceites de pescado para que la producción de un kilo de pescado no necesite más de una kilo de estos productos;
* que las larvas de las especies cultivadas provengan de cautividad y no hayan sido pescadas en estado salvaje;
* garantizar la seguridad de las instalaciones para que no se produzcan fugas;
* apoyar el desarrollo social y económico de las comunidades locales.
(
Greenpeace, 28/01/2008)