Hace siete años, con relación a los agrotóxicos, la XII Conferencia Latinoamericana de la UITA denunciaba que nuestros afiliados en la agricultura deben escoger “entre morir de hambre o morir envenenados”. Y entre otras medidas resolvió dirigirse a la Organización Mundial de la Salud (OMS) solicitándole que en la misma forma que recomendaba que en las cajillas de cigarrillos figuraran fotos con las posibles consecuencias del hábito de fumar, también en los envases de los agrotóxicos figuraran fotos con las lesiones que el producto puede ocasionar, con la finalidad de orientar tanto al trabajador como al médico tratante
La OMS, posiblemente presionada por el hecho de que algunas compañías productoras de agrotóxicos también producen medicamentos y tienen gran peso en la organización, no atendió la solicitud.
Con el paso del tiempo el tema adquiere cada vez mayor vigencia. Recientes investigaciones muestran que, al contrario de lo que se pensaba anteriormente, el comportamiento y las condiciones ambientales pueden programar el ADN de los niños. Este nuevo descubrimiento sobre como los genes interactúan con el ambiente, sugiere que muchos productos químicos pueden ser más peligrosos de lo que hasta ahora se creía. Está cada vez más claro que los efectos de la exposición tóxica pueden transmitirse a través de las generaciones, de una manera que todavía no se entiende completamente. “Esto introduce el concepto de la responsabilidad en genética y herencia”, afirmó el Dr. Moshe Szyf, investigador de la Universidad McGill de Montreal, Canadá. “Esto puede revolucionar la medicina. Usted no sólo come bien y se ejercita para sí mismo, sino para su descendencia”, comentó el científico.
El nuevo campo de investigación genética, llamado epigenética, estudia lo que ciertos investigadores están denominando como “segundo código genético”, un sistema que influye en el comportamiento de los genes en el cuerpo. Si el ADN es el hardware de la herencia, el sistema epigenético sería el software. Dicho de otra forma, si comparamos la herencia genética con una computadora (hardware) el sistema epigenético serían los programas (software) que le permiten realizar distintas tareas. El sistema epigenético posee una suerte de conmutador que determina cuáles genes actúan (“on”) y cuáles no (“off”) y que cantidad de cierta proteína pueden producir.
Este sistema de conmutación determina qué material genético de cada célula influye en la creación de proteína, cuáles proteínas serán manufacturadas, en qué secuencia y en qué cantidad. Las proteínas, que son los bloques del edificio de nuestro cuerpo, también son los productos químicos y las hormonas de nuestro organismo que determinan, en gran parte, cómo miramos, cómo nos sentimos, incluso cómo actuamos.
Ahora, parece que el sistema químico de conmutación también puede actuar al revés. En la mayoría de los casos, los cambios epigenéticos (cambios de ADN por las actuales condiciones ambientales) no pasan de los padres a sus descendientes. Los científicos todavía no están seguros cómo, pero los genes al parecer emergen “limpios” después que el esperma fertiliza al huevo. Sin embargo, de acuerdo a datos recientes, la noción que cautiva a algunos investigadores es que los cambios genéticos influidos por nuestra dieta, nuestro comportamiento o nuestro ambiente, pueden traspasarse de generación en generación.
En promedio, cada año el gobierno de los Estados Unidos registra 1.800 nuevos químicos y cerca de 750 de éstos son productos que apenas pasaron las pruebas relacionadas con la salud o los efectos ambientales. En 2005, la Unión Europea respondió a esta situación aprobando una ley llamada Registro, Evaluación y Autorización de Productos Químicos (REACH por sus siglas en inglés) que exige que los productos químicos estén debidamente comprobados antes de ponerlos en venta. “Ningún dato, ningún mercado”, razonan, con toda lógica en Europa. La industria de productos químicos de Europa y Estados Unidos -a los que se sumó la Casa Blanca- comenzó a cabildear para derrocar la REACH, hasta ahora sin éxito.
El pasado mayo, un grupo de 200 científicos provenientes de todo el mundo redactaron un documento (“Declaración de Islas Feroe”) donde previenen que la exposición temprana a los productos químicos comunes, permite que los bebés tengan mayores probabilidades futuras de desarrollar enfermedades serias más adelante en su vida, incluyendo diabetes, trastorno de déficit de atención (ADD por su sigla en inglés), ciertos cánceres, desórdenes de la tiroides y obesidad, entre otras.
Lo importante es que los científicos están urgiendo a los gobiernos a no esperar por una mayor certeza científica, sino a tomar ahora una acción preventiva para proteger a fetos y a niños contra exposiciones tóxicas. Mientras, la mafia de los agrotóxicos sigue embolsando dinero.
(
La Biodiversidad, 18/11/2007)