Lo que más preocupa a Botnia es que ese mal olor se desplace al otro lado del río, porque eso daría elementos a la Asamblea de Gualeguaychú y a la Cancillería argentina –piensa- para pedir en La Haya un inmediato cese de actividades. " Si sopla viento del Oeste –delira Tabaré- estamos salvados. Si viene del Este, apaguen la fábrica…”

Pintemos un escenario probable en el corto plazo: la pastera Botnia ha comenzado a funcionar a pleno en Fray Bentos. No obstante, por expresa recomendación del gobierno uruguayo, busca evitar de todos los modos posibles –incluso empleando aspiradoras- que el mal olor se propague.

Lo que más preocupa a Botnia es que ese mal olor se desplace al otro lado del río, porque eso daría elementos a la Asamblea de Gualeguaychú y a la Cancillería argentina –piensa- para pedir en La Haya un inmediato cese de actividades. “Si sopla viento del Oeste –delira Tabaré- estamos salvados. Si viene del Este, apaguen la fábrica…”

Tres puentes vitales para la economía del Mercosur (Gualeguaychú-Fray Bentos, Colón-Paysandú y Concordia-Salto) están cortados. En Arroyo Verde –especie de checkpoint charlie del Muro que ahora separa a los dos países- hay una barrera mecánica, un semirremolque fondeado y una guardia permanente de asambleístas, impidiendo el paso vehicular.

Los puentes sobre el río Uruguay han devenido muros. De nada sirvió que a ambos lados ondeara la bandera de Artigas. De nada sirvió que hubiera paisanos de nobleza indescriptible en ambas orillas, siempre tomando mate, siempre esperando el alba.

A Botnia, lo de los puentes cortados la tiene sin cuidado. La pastera finlandesa ha resuelto sus problemas de aprovisionamiento con seis grandes barcazas (dos de ellas, construidas por la Armada uruguaya) que hacen la diaria carrera entre Fray Bentos y Nueva Palmira, convertido a estas alturas en puerto de trasbordo y ultramar.

Los camioneros del Mercosur están resignados. Han asumido el mayor costo de los recorridos alternativos. Usan transporte “multimodal”. “Fue así –escribirán mañana los historiadores- como el conflicto de las pasteras del Uruguay, al comenzar el siglo XXI, reactivó el transporte y el comercio fluvial en el río homónimo…” Inventamos o erramos

En 1830, el visionario educador venezolano Simón Rodríguez comenzó a historiar las campañas de su propio alumno Simón Bolívar, a quien había llamado “Libertador del Mediodía de América”.

En su panegírico estampó una frase que merece releerse 177 años después, y que tiene fundamento incluso en este mundo globalizado, este mundo donde parece que no existieran otras soluciones que las de los centros de poder económico, esos centros que planifican la apropiación de la riqueza (incluso intelectual) del planeta y, consecuentemente, el hambre de millones:

"La América española –escribió Rodríguez- es original, como originales han de ser sus instituciones y su gobierno y originales sus medios de fundar una y otra cosa. O inventamos o erramos…" Ese “erramos” tiene doble significado, en ambos casos certero: “erramos” por repetir yerros. O bien “erramos” porque vagamos en un mundo ajeno, regido por leyes que imponen otros.

Porque pareciera que no hay otro camino para la dominante cultura del packaging y el hiperconsumo que producir papel y cartón en escalas astronómicas, destruyendo el bosque nativo y acabando con la diversidad, todo para alimentar enormes fábricas de celulosa y papel que utilizan primitivos sistemas que contaminan y degradan el medio ambiente.

Pareciera que no hay otro camino para provincias, departamentos o regiones de nuestra América ricas en metales preciosos e hidrocarburos, que autorizar el desembarco salvaje de “capitales” que alimentarán un efímero sueño de progreso y bienestar, y que muy pronto mostrarán su cara depredadora, dejando a su paso desocupación, tristeza y esta fatiga moral que no curan los siglos.

Escuelas de resistencia
Tal como están las cosas, la nueva pastera de Botnia en Fray Bentos comenzará a funcionar a pleno este mes de septiembre de 2007. Su puesta en funcionamiento provocará una verdadera convulsión en las mansas aguas del Uruguay, ese río de los pájaros al que supo cantar, con palabras dulces, Aníbal Sampayo.

Se estima que sólo la planta de Botnia, sin tener en cuenta las miles de hectáreas de forestación industrial destinada a alimentarla, consumirá 86 millones de litros de agua por día, equivalentes a 4.300 camiones cisterna de 20 mil litros cada uno. Gastará en pocas horas la misma cantidad de agua potable que la ciudad de Gualeguaychú en un mes.

Quinientos trabajadores uruguayos de los contratados para construir la planta ya fueron despedidos en la primera semana de agosto. Y mil quinientos –se denuncia- seguirán el mismo camino en la primera semana de septiembre. El caso uruguayo (también podríamos citar casos argentinos, que abundan) es una muestra de la miopía y falta de programa de buena parte de la dirigencia gremial y política de nuestros países.

Hace apenas dos años, el gremio de la construcción uruguayo defendía la instalación de Botnia porque “creaba empleo”. Ahora que la planta está construida, le pide a la empresa que los empleos temporarios continúen… Y como solución alternativa, le pide al poder político (incapaz de generar empleo genuino) que reinserte o les dé trabajo a los desocupados. Insostenible. O peor que eso: hipócrita.

Por suerte, en Arroyo Verde –en un tiempo mítico donde se confunde lo que pasó con lo que pasa y lo que va a pasar- quedan asambleístas. Quedan vecinas de Gualeguaychú, por ejemplo, amas de casa a las que la pesadilla de las pasteras les cambió la vida.

Ellas –salvando distancias- han vivido un cambio semejante al de otras amas de casa, luego llamadas Madres de Plaza de Mayo, en la pasada dictadura. Y parecido al de muchas mujeres de las chacras pampeanas al finalizar la década del ’90, cuando las ejecuciones judiciales arrebataban a los pequeños propietarios el fruto del esfuerzo de toda una vida.

Plaza de Mayo, Colonia Winifreda, Esquel, Gualeguaychú. Un mismo grito de resistencia une a las viejas, las no tan viejas, los viejos, los niños. Imaginemos ahora un veraneo de nuevo tipo en Ñandubayzal. Imaginemos un Taller Ambiental que explique a los niños, con el monstruo a la vista, lo que es el monstruo. Y que les enseñe a pelear. Y les enseñe a resistir. “Inventamos o erramos”, escribió Simón Rodríguez. Lo escribió a la luz de un farol de Arroyo Verde. Junto a un fogón de militantes ambientales. Lo escribió hoy, acá mismo. Lo escribió mañana. www.ecoportal.net
(Por Oscar Taffetani, com Simón Rodríguez, Eco Portal, 22/08/2007)