El 2 de agosto, una pareja de legisladores moscovitas en un pequeño sumergible, depositaron una bandera rusa en el fondo marino a dos millas de profundidad bajo el casquete polar, apoyando así el reclamo ruso por cerca de la mitad del suelo del Océano Ártico. Los batiscafos Mir -1 y Mir -2 de la expedición científica rusa Artika 2007 se sumergieron, a 4.261 metros el primero y 4.302 metros el segundo, y se posaron en el lecho marino del Polo Norte.
En un gesto demostrativo, que copó las portadas de casi toda la prensa rusa y de gran parte del mundo, la tripulación del primer batiscafo colocó la bandera tricolor de Rusia en las profundidades de la helada región, como una señal de que considera de su propiedad parte de la colosal masa de hielo de 14 millones de kilómetros cuadrados. No se trató de una bandera cualquiera, sino de una cuyo mástil se elaboró en titanio, un metal incorruptible.
El Canciller canadiense, Peter McKay minimizó la jugada rusa, y la desestimó al recordar “que no estamos en el siglo XV”. Pero, por las dudas, Canadá envió nada menos que a su Primer Ministro Stephen Harper, en un viaje de tres días por la región, y anunció planes para construir dos nuevas bases militares para reforzar los reclamos territoriales del país. Lo que está en juego, es el Pasaje Noroccidental (Northwest Passage) y, con éste, los que podrían resultar enormes depósitos de petróleo y gas natural debajo del fondo marino.
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, prometió que seguirá una política agresiva a la hora de proteger la soberanía de esa región. Para demostrarlo, Harper anunció la construcción de ocho embarcaciones que patrullarán el Ártico.
A su vez, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, ha añadido que Moscú reivindica sus derechos sobre una zona que estudios especializados señalan como el depósito del 25 por ciento de las reservas naturales de petróleo y gas natural del planeta. La finalidad de esta declaración es afirmar el derecho de exploración y explotación de esos y otros recursos naturales. En efecto, las prospecciones realizadas por el Servicio Geológico estadounidense evidencian que en las profundidades del Ártico se encuentran importantes reservas hidrocarburíferas. Y no solo eso: allí también se localizan enormes yacimientos de diamantes, oro, platino, estaño, manganeso, níquel, plomo, y otros minerales.
En el marco de esta nueva guerra fría, la fuerza aérea de Rusia anunció el inicio este martes de cinco días de ejercicios aéreos, protagonizados por sus bombarderos estratégicos, sobre el Polo Norte y los océanos Atlántico y Pacífico. Los bombarderos de capacidad nuclear efectuarán disparos de misiles crucero, navegación sobre el Polo Norte y maniobras de provisión de combustible, precisó la fuerza aérea.
En una nueva versión “siglo XXI” inimaginable para Cook y Peary, el calentamiento global – generado en parte por la licencioso uso que la humanidad hace de los mismos combustibles fósiles – ha comenzado a fundir el hielo polar, exponiendo fabulosos depósitos potenciales de recursos naturales, que hasta ahora resultaron inalcanzables. Rusia y Canadá no están solos en la gran carrera por el petróleo del Ártico. Dinamarca, Finlandia, Noruega, Islandia y los Estados Unidos también tienen profundo interés en la cuestión.
Una cosa es clara. En la medida en que pueda delimitarse la propiedad, ésta no será decidida por operaciones fotográficas, ni aun plantando banderas en el suelo marino. Será decidida en cambio, por geólogos, abogados y diplomáticos. Bajo la ley internacional, y la CONVEMAR, las naciones tienen derechos sobre los recursos que descansan hasta las 200 millas medidas desde sus costas. La zona restante es considerada como aguas internacionales, sujetas a negociación bajo el Derecho del Mar. Una nación puede reclamar territorio más allá del límite de las 200 millas, pero sólo si es capaz de probar que el lecho marino es allí una extensión física de su plataforma continental.
Los rusos vienen reclamando que la muy extensa Cordillera Lomonosov, debajo del polo, es en realidad una extensión de su plataforma continental. Y para demostrar tan solo, cuán loco puede llegar a resultar esto, digamos que los daneses están gastando una fortuna, tratando de probar que el extremo de la misma cordillera – aunque ahora separada – supo ser una parte de Groenlandia, que pertenece a Dinamarca.
Los Estados Unidos no se encuentran en una posición fuerte. Los temores infundados del ala derecha de los senadores sobre la posible pérdida de soberanía, ha hecho que dicho cuerpo mantuviera su oposición a la ratificación de la Ley del Mar, aun cuando las Naciones Unidas la adoptaron hace ya 25 años. Esto significa a su vez, que los Estados Unidos, con 1.000 millas de líneas de costa en el Ártico, no tienen asiento en la mesa de negociaciones. El presidente Bush y los senadores republicanos moderados como el Senador Richard Lugar, del Comité de Relaciones Exteriores, tratarán de remediar ese error cuando el Congreso retome su actividad luego del receso. Esto permitiría por lo menos a Washington establecer su reclamo de plataforma continental extendida hacia el noroeste desde Alaska.
En medio de la sorpresa por el éxito de la misión rusa, EE.UU. preparó con urgencia una expedición propia que viajará en el rompehielos Healy hacia el Polo Norte para investigar el fondo del Ártico. La misión es organizada por el Instituto Woods Hole, de Massachusetts, uno de los más reputados centros en Oceanología. Mientras la humanidad mira preocupada hacía el Ártico y teme porque el calentamiento global y los cambios climáticos acaben con sus hielos eternos y modifiquen el clima del planeta causando un daño irreparable, los más líderes de los países más poderosos y avanzados, los mismos que debieran impedir que semejante catástrofe ocurriera, sólo ven petróleo, gas y diamantes.
(Por Fundación NUESTROMAR/
Eco Portal, 16/08/2007)