El agua, abundancia que derrochamos en Asunción y sus alrededores. En otros puntos, su escasez es una de las principales causas de enfermedades y muerte. Nuestra tierra roja, muy porosa, filtraba el agua de la lluvia alimentando su acuífero, una reserva de aguas subterráneas, con generosidad. Ahora, a sus venas las aguas llegan mucho menos. El frondoso follaje de árboles con gruesas raíces ha cedido territorio frente al acelerado asentamiento humano sin planificación.
El asfalto, los empedrados, el suelo cubierto de pisos impiden la absorción de las gotas de lluvia y se forman raudales que erosionan la tierra, la vuelven arcillosa, sin poros, aplacando su capacidad para realimentar el acuífero. La tierra, al igual que el agua, forma parte de ese mundo caótico de urbanización 12x30 que disparó en la década de los ochenta, en coincidencia con un proceso de expulsión campesina acelerada, nos recuerda el sociólogo Tomás Palau.
En el campo, el algodón dejó de ser rentable y el monocultivo de los granos avanzó con mecanización, agudizando la deforestación y utilizando en la producción muy poca gente: un dato, entre otros factores, de la migración extraordinaria hacia zonas metropolitanas. Ahora somos un poco más de 2.000.000 de personas que habitamos entre Asunción y las ciudades vecinas asentadas sobre al acuífero: Areguá, Capiatá, Fernando de la Mora, Guarambaré, Itá, J. A. Saldívar, Lambaré, Limpio, Luque, Mariano Roque Alonso, Ñemby, Paraguarí, Pirayú, San Antonio, San Lorenzo, Villa Elisa, Villeta, Yaguarón, Ypacaraí e Ypané.
Ante este nuevo paisaje social y natural, en los ochenta aparecieron los aguateros que, en carritos y tambores de hojalata, repartían el agua casa por casa, como en los cincuenta, sesenta y setenta se vendía la miel en carretas. Luego brotaron las aguaterías (ahora más de 400 están asociadas en la Cámara Paraguaya del Agua), que, con caños precarios, sin desagüe fluvial y controles externos –sanitarios e infraestructurales– inexistentes, se convirtieron en la principal red de distribución del agua.
INDUSTRIAS
En este período también se disparan las plantas industriales de faenamientos, cervecerías, lavaderos, gaseosas y otros. Existen 360 pozos industriales registrados en la Secretaría del Ambiente, organismo encargado de tramitar los pedidos de registro y de otorgar permisos para explotar las aguas subterráneas. De estos pozos se extraen millones de litros de agua que luego son directamente comercializados o se utilizan para preparar los productos industriales.
En las actuales condiciones, entra mucho menos agua de lo que extraemos de nuestro acuífero. En el Acuífero Patiño ingresan en forma anual unos 175.800 millones de litros de agua y se extraen 249.000 millones (dato del 2005), arrojando una diferencia negativa (lo que en economía denominan déficit) de 73.200 millones de litros, según el último estudio de “políticas y manejos ambiental” del Acuífero Patiño, publicado el lunes último. Si se sigue con esta inercia, en el 2035 habremos usado 60 metros del total de la reserva, lo que pondría en difícil situación a ciudades donde las vetas de agua son menos profundas. Es que por esos años habitaríamos estas zonas más de cuatro millones de seres humanos.
En ningún estudio realizado se han podido comprobar la profundidad del acuífero ni la cantidad total de la reserva, lo que nos dificulta determinar con precisión matemática la proyección de vida, si de sigue en las mismas condiciones de utilización. En el último estudio (en el centro del acuífero, el lugar más profundo) se llegó a penetrar hasta 400 metros, sin tocar fondo, de acuerdo con el informe del ingeniero Andrés Werhle.
CONTAMINACION
Sin tratamiento previo, solo el 22% del total de las aguas del Acuífero Patiño es apto para el consumo humano, de acuerdo con un estudio hidrogeológico elaborado por el Senasa en el 2000. Una tesis de grado del 2006, presentada en la Universidad Nacional de Asunción por los ingenieros Claudia Crosa y Sergio Cardozo, confirma que la contaminación de las aguas del acuífero se produce en mayor grado en las localidades más habitadas. Las amenazas principales de contaminación son las curtiembres, gasolineras, talleres automotores y metalúrgicos, los fertilizantes de origen orgánico y las aguas negras de pozos ciegos.
Hasta aquí una aproximación al estado de este recurso tan esencial.
En las próximas notas abordaremos a profundidad las consecuencias de la contaminación y de su posible agotamiento, para discurrir luego hacia los planes de gestión para su uso adecuado y los principales inconvenientes de ponerlos en práctica.
(Por Julio Benegas Vidallet y Aristides Ortiz, ABC Collor, 05/07/2007)